II. La Liturgia Celestial
En el espíritu
La historia que nos narra la Biblia en las lecturas dominicales de la Misa y resumidas en el Credo se cumple en la Eucaristía.
Toda la historia recordada en la Escritura, todo lo que se revela sobre “un solo Dios” y su “Hijo único” nos conduce al momento de comunión con Dios por medio de la “fracción del pan” (cfr. Lc. 24:35).
En la liturgia de la Eucaristía, vemos el cumplimiento de la historia de la Biblia frente a nosotros en el altar.
“Levantamos nuestro corazón” a Dios y quedamos “bajo el poder del Espíritu” y llevados a la liturgia incesante del cielo (cfr. Apoc. 4:2).
Esto es lo que nos revela el Apóstol Juan en el último libro de la Biblia. De hecho, es la Misa que explica el sentido de las visiones y los símbolos que son tan misteriosos y hasta espantosos a veces.
Lo que se revela a San Juan es que la Misa que celebramos en la tierra es una participación en la liturgia celestial.
La visión de San Juan empieza “el día del Señor,”-el domingo (cfr. Apoc. 1:10) -como la Iglesia primitiva llamaba al primer día de la semana cuando celebraban “la fracción del pan” (cfr. Hech. 20:7; Lc. 24:1).
San Juan estuvo “en el espíritu” [o “bajo el poder del espíritu”] el día del Señor. En otras palabras, es posible que estuviera celebrando la misma Eucaristía cuando recibió la visión y así fue llevado al cielo.
San Juan ve las mismas cosas que vemos cuando estamos en la Misa.
Ve un altar (cfr. Apoc. 8:3); candelabros (1:12); incienso (5:8); sacerdotes (presbyteroi) con vestiduras blancas (4:4). Y ve pan o maná (2:17), y copas o cálices de sangre (capítulo 16). Ve a santos y ángeles cantando “Santo, Santo, Santo” (4:8), entonando un himno a la gloria de Dios, el rey celestial (15:3) y diciendo “Aleluya” (19:1, 3,6) y haciendo la señal de la cruz en la frente (14:1).
Hay lecturas de la Escritura (capítulos 2-3) y finalmente, “el banquete de bodas del Cordero” (19:9).