Thursday April 25,2024
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El Evangelio como me ha sido revelado

Autor: Dr. Scott Hahn
Fuente: Centro San Pablo
de Teologia Biblica

« LECCION 5 de 6 »

El Cielo en la Tierra:
La Liturgia de la Eucaristía

Lección: [ 1 ] [ 2 ] [ 3 ] [ 4 ]
[ 5 ] [ 6 ]


I. La Biblia en acción

»Levantemos el corazón

»La Biblia culmina en la Misa

»Lo que creemos

II. La Liturgia Celestial

»En el Espíritu

»La Misa revelada en Apocalipsis

III. El Culto en la Nueva Jerusalén

»Con los ángeles y santos

»Orar la historia de la salvación

»En conmemoración de Él

IV. Preguntas para reflexionar

»Para Meditación Personal

 

 

I. La Biblia en acción
La Biblia culmina en la Misa


A este punto en nuestro estudio, hemos visto como la Biblia y la Misa son hechas la una para la otra. El “destino” de toda la Escritura apunta a la Misa.

Hemos visto que la Misa es la Biblia en acción porque ante nuestros ojos las verdades salvíficas de la Escritura “se actualizan” o sea se hacen reales y actuales.

Como hemos visto, mucho de la oración y el culto de la Misa es tomado directamente de la Escritura o tiene la intención de evocar para nosotros los eventos de la historia de salvación que se narra en ella.

Por supuesto, en la Liturgia de la Palabra, tomada de la Escritura, realmente escuchamos la Palabra de Dios. De hecho, como hemos visto, la Misa es el ambiente natural de la Escritura.

El “canon” de la Escritura es, en primer lugar, el listado de libros que las autoridades de la Iglesia, bajo la inspiración del Espíritu Santo, autorizaron para la lectura pública en la liturgia.

Cuando las Escrituras son proclamadas en la Iglesia, Dios mismo nos habla y Cristo está presente. Él nos dice, por medio de las escrituras dominicales, cómo se desarrolla en la historia el plan divino de nuestra salvación que nos conduce a la mesa de la Eucaristía.

Siguiendo la Palabra de Dios, profesamos nuestra fe “a una voz” en las palabras del Credo. Hay un precedente bíblico para esta práctica en la Misa.

En el Antiguo Testamento, una profesión de fe frecuentemente sigue a una proclamación de una lectura. Cuando Dios habla, se requiere una respuesta. La respuesta que Dios desea es nuestro voto de fe y obediencia.

Cuando Moisés les dio la Ley a los israelitas, se esperaba que ellos contestaran. Y respondieron, “Cumpliremos todas las palabras que ha dicho el Señor” (Ex. 24:3).

Cuando los sacerdotes redescubrieron el libro de la Ley en el reinado de Josías, el rey ordenó que se leyera en la presencia del pueblo.

Otra vez vemos que la lectura de las Escrituras se entendió como una llamada al pueblo una llamada que exige una respuesta. Por esto, después de escuchar la Palabra, el rey como representante del pueblo, hizo una alianza con Dios, con el compromiso de “guardar sus mandamientos, sus testimonios y sus preceptos, con todo su corazón y con toda su alma” (cfr. 2 Cro. 34:29-32; Neh. 9).



   


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