I. La Biblia en acción
Levantemos el corazón
Escuchamos estas palabras en un punto cumbre de la Misa, al inicio de la plegaria eucarística.
En la Escritura, la exhortación de “levantar” frecuentemente está relacionada con ofrecerse a Dios en oración (cfr. Sal. 25:1-2; Sal. 134:2).
El único lugar en que hallamos la expresión específica “levantar nuestros corazones” es en una súplica por la misericordia y presencia de Dios, combinada con un voto de volver a Él y servirle (cfr. Lam. 2:19; 3:41).
La exhortación “levantemos el corazón” podría haber sido parte de la celebración primitiva de la Eucaristía. Cuando hablamos de “levantar” el corazón es con un sentido de realismo, no solamente una expresión o frase hecha.
Nuestros corazones de verdad van a otro lugar. Levantamos nuestros corazones al cielo, juntando nuestras oraciones de alabanza y acción de gracias con las de los ángeles en el cielo.
Nuestros pies están en la tierra, específicamente plantados en un templo parroquial. Sin embargo, por la Misa entramos en el mismo cielo.
Tomamos nuestra parte en la adoración incesante de los ángeles y santos en el cielo.
Nuestra liturgia en la tierra es parte de la eterna liturgia celestial. La Misa, en otras palabras, es el cielo en la tierra.
Pero antes que vayamos al cielo, debemos recordar cómo la Misa nos ha llevado hasta este punto.