II. La Fiesta Memorial
El Nuevo Éxodo
El mandamiento de Jesús en la Última Cena tuvo esta resonancia tan profunda de la Pascua del Antiguo Testamento.
Él quiso instituir un nuevo memorial pascual, para recordar su propio “éxodo”, la salvación ganada por su vida, muerte y resurrección, en el cual todos los pueblos y todas las generaciones son liberados del pecado y de la muerte. (cfr. Lc. 9:31).
Jesús no estaba ofreciendo un recuerdo nostálgico de su Última Cena o de sus últimas horas en la tierra cuando instituyó este memorial nuevo. Como la fiesta de Pascua de los judíos, el rito memorial sería la re-presentación y la actualización de los hechos maravillosos de Dios.
En la Eucaristía, el sacrificio de la cruz, que fue una vez para siempre, se hace presente. Dios “se acuerda” y renueva la Alianza que fue sellada en la sangre de Cristo (cfr. Lc. 22:20) y nosotros que estamos orando este memorial nos hacemos partícipes del poder y las promesas de esa Alianza.
Lo que Moisés le dijo a los israelitas sobre la Alianza y Sinaí sirven para nosotros: No con nuestros padres —los apóstoles en el Cenáculo— concluyó Jesús esta nueva Alianza. La concluyó con todos nosotros vivos hoy aquí.
El Señor nos habló cara a cara cuando dijo, “Tomad y comed... Esto es mi cuerpo... Tomad y bebed... Este es el cáliz de mi sangre... haced esto en conmemoración mía.”