Legado de los Padres y Doctores
de la Iglesia Católica
14 »La Didache (Didajé)
Parte 4
CAPITULO 13
13:1 Todo auténtico profeta que quiera morar de asiento entre vosotros es digno de su sustento.
13:2 Igualmente, todo auténtico maestro merece también, como el trabajador, su sustento.
13:3 Por tanto, tomarás siempre las primicias de los frutos del lagar y de la era, de los bueyes y de las ovejas, y las darás como primicias a los profetas, pues ellos son vuestros sumos sacerdotes.
13:4 Pero si no hay profetas, dalo a los pobres.
13:5 Si haces pan, toma las primicias y dalas conforme al mandato.
13:6 Si abres una jarra de vino o de aceite, toma las primicias y dalas a los profetas.
13:7 De tu dinero, de tu vestido y de todas tus posesiones, toma las primicias, según te pareciere, y dalas conforme al mandato.
CAPITULO 14
14:1 En el día del Señor reuníos y romped el pan y haced la Eucaristía, después de haber confesado vuestros pecados, a fin de que vuestro sacrificio sea puro.
14:2 Todo el que tenga disensión con su compañero, no se junte con vosotros hasta que no se hayan reconciliado, para que no sea profanado vuestro sacrificio.
14:3 Este es el sacrificio del que dijo el Señor: “En todo lugar y tiempo se me ofrece un sacrificio puro: porque yo soy el gran Rey, dice el Señor, y mi nombre es admirable entre las naciones”
CAPITULO 15
15:1 Elegíos obispos y diáconos dignos del Señor. Hombres mansos, no amantes del dinero, sinceros y probados; porque también ellos os sirven a vosotros en el ministerio de los profetas y maestros.
15:2 No los despreciéis, ya que tienen entre vosotros el mismo honor que los profetas y maestros
15:3 Repréndanse unos a otros, no con ira sino pacíficamente, como lo manda el Evangelio; y, no dejes que nadie hable a nadie que actúe desordenadamente referente al prójimo, ni le dejes escuchar de ti hasta que se arrepienta.
15:4 Que tus oraciones y alma y todas tus obras hagan como lo manda el Evangelio de nuestro Señor.
CAPITULO 16
16:1 Vigilad sobre vuestra vida. No se apaguen vuestras linternas, y no dejen de estar ceñidos vuestros lomos, sino estad preparados, pues no sabéis la hora en que vendrá nuestro Señor.
16:2 Reuníos con frecuencia, buscando lo que conviene a vuestras almas, pues de nada os servirá todo el tiempo en que habéis creído si no consumáis vuestra perfección en el último momento.
16:3 En los últimos días se multiplicarán los falsos profetas y los corruptores, y las ovejas se convertirán en lobos, y el amor se convertirá en odio.
16:4 En efecto, al crecer la iniquidad, los hombres se odiarán entre si, y se perseguirán y se traicionarán: entonces aparecerá el extraviador del mundo, como hijo de Dios, y hará señales y prodigios, y la tierra será entregada en sus manos, y cometerá iniquidades como no se han cometido desde siglos.
16:5 Entonces la creación de los hombres entrará en la conflagración de la prueba, y muchos se escandalizarán y perecerán. Pero los que perseveren en su fe serán salvados por el mismo que había sido maldecido.
16:6 Entonces aparecerán las señales auténticas: en primer lugar el signo de la abertura del cielo, luego el del sonido de trompeta, en tercer lugar, la resurrección de los muertos.
16:7 Como está dicho: “Vendrá el Señor y todos los santos con El (Zac 14, 5).
16:8 Entonces el mundo verá al Señor viniendo de entre las nubes del cielo (1).