Tercera Parte
60.2» La Ciencia
Parte 2
Autor: P. Angel Peña O.A.R
Algunos lingüistas internacionales como Merrit Ruhlen o Greenberg dicen que todas las lenguas habladas hoy en el mundo, más de cincuenta mil, todas tienen una raíz común.
De hecho, el darwinismo, con su teoría de la lucha por la vida, ha desencadenado muchas concepciones erróneas, como la creación de una raza superior.
Ya sabemos a dónde llegó Hitler con sus teorías del hombre ario, matando a los no arios, viendo las guerras como algo necesario e indispensable en la evolución del ser humano.
Así se pueden justificar las guerras como factor de selección natural o de progreso. Según esta mentalidad anticristiana, la lucha a muerte sería un principio de vida y progreso de los pueblos.
Por eso, el evolucionismo ateo con todas las consecuencias extraídas de él, ha hecho mucho daño a la humanidad.
¿Cómo puede atribuirse al azar de la simple selección natural o evolución las maravillas del Universo?
La belleza de los paisajes en los mares y en el mundo submarino, la aurora y el ocaso, los ríos, los valles y montañas; el firmamento, el sol, la luna y las estrellas…
Pensemos también en la belleza de los árboles, plantas, flores, frutos, los peces en su mundo submarino, las aves, los animales terrestres y sobre todo, el ser humano.
No hay cosa más hermosa que el cuerpo humano animado por la vida inteligente, que se transparenta y expresa en los ojos, en el rostro, en todos sus miembros…
Pues bien, para los ateos y materialistas toda esa inmensa hermosura, toda esa prodigiosa belleza, que embelesa la mente y el corazón humanos, se deben únicamente a la casualidad, a las fuerzas ciegas de la materia, que operan por medio de la selección natural en el proceso de la evolución…
Yo creo, y lo dice la lógica más elemental y consistente, que toda esa belleza natural hay que atribuírsela en definitiva a un “artista” omnipotente145.
Desde las órbitas infinitas de las estrellas hasta el pequeño mundo del átomo, la naturaleza se rige por unas leyes de orden.
Por ejemplo, por cada cuatro partes de nitrógeno hay una parte de oxígeno en la composición del aire. Otras mezclas serían peligrosas…
Los enormes océanos, con sus billones de seres vivos, comenzarían a podrirse, si la sal no los preservara de la corrupción.
Para esto se requiere un 4 por ciento, más o menos, de sal en el agua. Es la proporción que encontramos en los mares…
En cuanto a los animales, pensemos en las abejas, en las golondrinas, en las marmotas, en el vuelo de los pájaros, en la construcción del nido, en la búsqueda de alimentos y en la defensa contra los enemigos.
¿Por qué la gallina remueve los huevos cada dos horas durante la incubación?
Porque sólo así salen los pollitos sanos.
¿Por qué los animales del fondo de los mares son luminosos? Porque a seiscientos metros de profundidad, dominan las tinieblas.
La historia natural animal abunda en mil ejemplos. Y podíamos hablar de la maravilla del cuerpo humano y del Universo entero…
Dondequiera se mire, reina un orden, que no ha podido ser creado por simple azar. El azar no explica nada. Dice el gran científico F. Hoyle que el que la vida haya surgido por azar es menos probable que el que un huracán reconstruya un boeing 747 despiezado en una cacharrería146.
La Iglesia puede aceptar el evolucionismo, pero aceptando la intervención de Dios en la creación del alma humana.
Lo que no se puede aceptar es que las fuerzas ciegas de la naturaleza hayan dado lugar al hombre sin intervención divina.
Por eso, el Papa Juan Pablo II en su mensaje a los miembros de la Academia pontificia de Ciencias, el 22-10-1996, les decía:
Las teorías de la evolución, que consideran que el espíritu surge de las fuerzas de la materia viva o que se trata de un simple epifenómeno de esta materia, son incompatibles con la verdad sobre el hombre; estas teorías son incapaces de fundar la dignidad de la persona humana.
Al llegar al hombre, nos encontramos con una diferencia de orden ontológico ante un salto ontologico, podríamos decir.
El momento del paso a lo espiritual no es objeto de observación...
Compete a la teología deducir el sentido del hombre según los designios del Creador.
Continuación en: 60.3» La Ciencia
Parte 3
145 Galindo José Antonio, Dios no ha muerto, Ed. San Pablo, Madrid, 1996, p. 74.
146 F. Hoyle, El Universo inteligente, Ed. Grijalbo, Barcelona, 1985, pp. 11-19.