9» El lirio Perfumado de la Docilidad
Abril 1/09 (10:20 a. m.)
San José dice:
Hijos míos: Hoy os tengo una gracia reservada para daros.
Ya veis ¡cómo es de grande Nuestro Dios, cómo es de
compasivo y misericordioso, ni una hoja del árbol se
mueve sin su Voluntad!
Venid, pues, amigo del alma; os espero, es miércoles, día
fijado por la Iglesia para mi culto, mi veneración.
Tengo muchísimas cosas para contaros, deseo inmenso de
estrecharos entre mis brazos y expresaros todo el amor
que os tengo, la emoción que siento cuando os escucho
tocar la puerta, tocar que es inconfundible al de los demás,
tocar que me anuncia que sois vos el que va a entrar por
las puertas de mi taller.
Mi corazón ha sido ensanchado para amaros a todos por
igual; un buen padre no tiene preferencia con ninguno de
sus hijos, todos cuentan, todos valen, ninguno es menos
que otro.
Sabes hijo: Muy de madrugada corté unos higos y unas
uvas; las tengo para que las disfrutemos en nuestro
encuentro, encuentro propiciado por Dios para que os
hagáis más espiritual, encuentro en el que perfumo
vuestro corazón con mis lirios, porque siempre que
lleguéis a mí, os querré dar lo mejor; os incentivo para
que dejéis la barca a la orilla del mar y sigáis las huellas
del pescador de hombres, caminéis en pos del Hombre-
Dios. Hijo que ha descendido del cielo para mostraros un
mundo distinto a éste; para anunciaros un reino, reino
equitativo, justo para cortaros cadenas, lazos opresores
que no os dejan ser libres.
Amado mío: ansiaba este momento, quería miraros a
vuestros ojos y recibiros con una sonrisa; sonrisa que
aliviane un poco vuestra carga, vuestra cruz; sonrisa que
sea bálsamo sanador para vuestras heridas; sonrisa que sea
medicina que os alivie de vuestras enfermedades del
cuerpo y del alma; sonrisa que os motive a venir cada día
miércoles a cumplir nuestra cita, cita que rebosa vuestro
ser del Amor Santo y Divino.
Hijo querido: cerrad vuestros ojos y abrid vuestro
corazón; os tengo otro regalo para daros, otro lirio
perfumado, el Lirio de la Docilidad. Lirio que os hará más
sensible a la voz de Dios. Lirio que os llevará a recibir
con beneplácito las inspiraciones del Espíritu Santo.
Lirio
que os llevará a actuar de acuerdo a la Divina Voluntad.
Lirio que modificará vuestros pensamientos. Lirio que
saetará vuestro corazón con su resplandor de luz. Lirio
que despertará un serio interés de hacer sólo lo que el
Señor os pida. Lirio que os guiará a los lugares donde
debéis ir. Lirio que os transformará de tal forma que ya no
sois vosotros los que vivís, es Cristo quien vivirá en
vosotros.
Cuidad, pues, con muchísimo esmero el lirio perfumado
de la docilidad, cualquier viento de terquedad lo
marchitará; cualquier lluvia de indocilidad lo destruirá
porque es demasiado frágil, delicado.
Amados hijos: El lirio perfumado de la docilidad os
domará colocando freno en vuestras vidas.
El lirio perfumado de la docilidad cortará con vuestra
terquedad, con vuestra burda manera de pensar.
El lirio perfumado de la docilidad os encaminará a hacer
en todo la Divina Voluntad, en querer agradar sólo al
Señor, en alabarle y adorarle con vuestros actos; actos que
son movidos y dirigidos sólo por Él.
El lirio perfumado de la docilidad os preparará un lugar de
predilección en el cielo, porque a él sólo entran las almas
que en vida se negaron a sí mismas, almas que se dejaron
moldear como barro dócil en las manos del Alfarero,
almas que aceptaron todo lo que Dios quiso enviarles.
Os dejo la tarea de alimentar mi lirio perfumado con
vuestras renuncias, desapegos.
Hijo mío: según os mováis de acuerdo al Santo Querer de
Dios el lirio manará una fragancia, aún, más exquisita; sus
capullos empezarán a abrirse, sus flores serán teñidas de
colores del cielo, su tallo y hojas reverdecerán haciéndolo
más esbelto, más singular.
El alma dice:
San José, hombre insigne de la docilidad, os dejasteis
guiar por la voz de Dios, no pusisteis obstáculos a su
Divina Voluntad, fuisteis elegido por el cielo para un
proyecto de su Amor Divino. Os llamo a que toméis mi
vida y la talléis de acuerdo al querer de Dios, a que pidáis
que el Espíritu Santo descienda sobre mí y moldee mi
espíritu indómito.
San José, hombre insigne de la docilidad, dirigid mis
pasos por los senderos que me llevan al cielo; doblegad
mis criterios, mis pareceres para que sea siempre Cristo
actuando en mí.
San José, hombre insigne de la docilidad, heme aquí de
nuevo en vuestro taller. Es una necesidad de amor el
veros, el sentiros cerca.
Es una necesidad de amor venir
cada día miércoles a nuestro encuentro de corazón a
corazón. Es una necesidad de amor refugiarme los días
miércoles en vuestra humilde carpintería; carpintería en la
que hallo calidez, sosiego para mi espíritu, descanso para
mi corazón; carpintería Sagrario del Amor Santo y Divino
porque fuisteis vos quien cuidó de Jesús cuando era niño,
fuisteis vos quien emprendió el éxodo a Egipto para
preservarle su vida, fuisteis vos quien protegisteis al
Primer Sagrario vivo, a la siempre Virgen e Inmaculada
María de todo peligro, de toda alimaña.
Carpintería que es
aula del cielo en la que aprendo, conozco, me rectifico y
emprendo una nueva ruta; ruta que me llevará a una de las
moradas celestiales.
Carpintería adornada por vuestra
presencia, porque si faltaseis vos, su ambiente sería
lúgubre, triste, sombrío. Y como hoy es miércoles, aquí estoy ansioso en escucharos. Deseo ser arropado por
vuestra castísima mirada; mirada que purifica mi corazón;
mirada que corta malezas, flores marchitas, frutos secos;
mirada que me insta a un cambio, a un empezar de nuevo;
mirada que me escruta, me libera; mirada que cobija todo
mi ser para renovarlo, cambiarlo según el Santo Querer de
Dios.
Aquí estoy porque quiero ganarme el cielo, quiero destruir
en mi vida todo lo que huela a mundo, a pecado, a desdicha.
Aquí estoy para que sembréis otro lirio perfumado en mi
corazón, corazón que es embellecido por vuestros arreglos
florales, por vuestras excesivas muestras de cariño para
conmigo.
Aquí estoy presto en cuidar y cultivar vuestro lirio de la
docilidad con mi muerte a mí mismo, con mi apertura al
recibimiento de vuestras gracias.
Aquí estoy felicísimo de que hayáis plantado muy dentro
de mí otro lirio más, el lirio perfumado de la docilidad.
Lirio que llevará mi espíritu al gozo del cielo eterno. Lirio
que me llevará al disfrute de una de sus mansiones,
mansiones con muchísimos espacios porque muy pocas
almas hacen la Divina Voluntad. Lirio que hará de mí un
ser dócil, manejable a las inspiraciones de Dios; ser que
actúe movido por su fuerza Divina, por su inercia; inercia
que me lleve a amarlo, a adorarlo, a glorificarlo; inercia
que una mi parte humana con su Ser Divino; inercia que
me encadene de amor por toda la eternidad.
Aquí estoy presuroso en recibir vuestro abrazo; abrazo
que se lleva mis miedos; abrazo que fortalece mi espíritu
para no actuar ya movido por mis intereses, por mis
caprichos, sino por la voz de Dios; voz que me doblega,
me quebranta para no rechazar jamás las invitaciones del
cielo.
San José, ayudadme a que el lirio perfumado de la
docilidad permanezca siempre fresco, vivo. Lirio que
perfume los ambientes por donde pase. Lirio que se robe
todas las miradas de los hombres. Lirio que doblegue mi
carácter, mi instinto. Lirio que perfeccione mi vida
cristiana; vida que sea Evangelio encarnado, Palabra
vivida; vida que se asemeje a vuestra vida porque os
doblegasteis al Señor; jamás le desobedecisteis,
estuvisteis atento en no ofenderle.
San José, sostenedme en vuestros brazos como a vuestro
Niño Jesús; enseñadme a caminar, estad pendiente de que
no tropiece y caiga, hacedme dócil como lo fuisteis aquí
en la tierra y como lo sois ahora que residís en el cielo.
(
Letanías y oración al final.)