I Ritos Iniciales
La Misericordia y la Gloria de Dios
En la primera lección, vimos cómo los ritos iníciales de la Misa nos invitan a entrar en el mundo bíblico del culto.
Vimos como la Misa nos fue dada por Jesús para actualizar —”hacer real”—en nuestras vidas la salvación y la vida nueva prometidas en las páginas de la Biblia.
Continúan los ritos iníciales con una confesión de los pecados y un canto de las alabanzas a Dios. Nuestras oraciones penitenciales y el Gloria están empapadas con significado y lenguaje bíblicos.
La frase, “Señor, ten piedad,” aparece muchas veces en la Escritura, tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento (cfr. Eclo. 36:12; Bar. 3:2; Sal. 51:1; Mt. 15:22; 17:15). Las escrituras nos enseñan una y otra vez que la misericordia es uno de los atributos más importantes de Dios (cfr. Ex. 34:6; Jon. 4:2).
El “Gloria” es la oración de los ángeles, cantada la noche de la primera Navidad (cfr. Lc. 2:14). A esa oración angelical, la Iglesia ha agregado los ecos de los cantos de los ángeles que el Apóstol Juan escuchó en la liturgia celestial (cfr. Apoc. 15:3-4; 4:11; 5:11-14).
Otra vez en la Misa nos encontramos orando y cantando con las mismas palabras de la Escritura. Pero este momento de la Misa tiene una dimensión aún más profunda.
La confesión de pecado con el ofrecimiento de sacrificios era normal en la oración pública de Israel (cfr. Lev. 5:5-6). Así también lo era el dar alabanza y gloria a Dios (cfr. Sal. 86:12; 147:12).
De hecho, podríamos decir que en este momento de la Misa, entramos en el corazón del culto bíblico.
En las próximas lecciones, vamos a ver más de cerca la manera en que adoran a Dios en la Biblia.
En esta lección, consideramos el culto en el Antiguo Testamento. Y en la próxima, vamos a ver cómo el culto bíblico culmina en el que mandó Jesús en la Última Cena y que continúa hoy día en la Misa.