2» Lirio Perfumado de la Castidad
Autor: P. Angel Peña O.A.R
Marzo 28/09 (4:20 p. m.)
San José dice:
Hijos míos: venid hacia mí, las puertas de mi carpintería
están abiertas. Hoy es miércoles, os recuerdo nuestro
encuentro de amor, encuentro en el que las miradas bastan
para expresar nuestro mutuo cariño, nuestro gran afecto;
afecto que un buen padre prodiga a su hijo; afecto que
lleva al abrazo paternal, al coloquio en el que el tiempo no cuenta; coloquio ameno, enriquecedor, sabroso; coloquio
que conduce al cuestionamiento, a sopesar vuestras
acciones, a bajar vuestra mirada al corazón y a evaluar si
vuestras actitudes son aprobadas por el cielo, a
interpelaros al cambio, al mejoramiento de vuestras
relaciones para con Dios.
Venid, pues, hijos míos: entrad sin ningún miramiento, sin
ningún temor; en mi taller os mostraré un nuevo camino;
camino llano, camino tapizado de las dulces pisadas de
Dios para que os encontréis con Él y os dejéis seducir de
sus encantos, de su hermosa voz.
En mi taller encontraréis un viejo libro; libro abierto
dispuesto en daros toda la sabiduría necesaria para vuestro crecimiento espiritual. Libro abierto que acabará con
vuestra ignorancia y os adornará con la sabiduría de
Salomón. Libro abierto que os lleva a la contemplación, a
la meditación. Libro abierto que os mostrará un cielo
nuevo, una tierra nueva. Libro abierto que os enseñará la
forma de escalar montañas; montañas que os elevan a la
parte más alta, a su cima, cima de la santidad.
En mi taller recibiréis el lirio de la castidad; lirio que
embellecerá vuestra alma haciéndoos luminosos,
radiantes; lirio que os hará como ángeles en la tierra, ángeles alimentados de mi virginal mirada, ángeles
fortalecidos con el escudo de mi castidad.
Hijos míos: abrid las puertas de vuestro corazón de par en
par, vedme con el lirio perfumado de mi castidad. Si
queréis que os lo plante: id primero a purificaros en los
Ríos de la Gracia, arrepentíos de vuestras culpas,
concupiscencias y lascivias, y venid a mí que os espero en
mi humilde taller de carpintería para sembraros este
hermoso y fragante lirio; lirio que perfumará vuestro
corazón dándoos olor de ángeles, lirio que moderará
vuestros ímpetus y deseos; lirio que será como cinturón
que pondrá brida a vuestros instintos y desenfrenos; lirio
que adornará vuestro ser dándoos candidez, pureza.
Hijos míos: una vez haya sembrado este lirio perfumado
en vuestro corazón, regadlo diariamente con el agua
refrescante de la oración, oxigenadlo con vuestras
renuncias e iluminadlo con el sol de vuestra castidad.
Estad atentos para que crezca sano y vigoroso.
No le perdáis su mirada. Recordad que muchos bichos y
variedad de plagas están a su alrededor que pueden
destruirlo.
El lirio perfumado de la castidad os abrirá las puertas del
jardín del cielo; cultivadlo, pues, con amor y sentíos
orgullosos de poseerlo; muchos hombres y mujeres
carecen de él; muchas almas se olvidan de que este lirio
de gran valor existe, algunas creaturas se esfuerzan en
adquirirlo pero trabajan poco en su adquisición, se dejan
vencer fácilmente y vuelve la maleza a su corazón.
El lirio perfumado de la castidad hará de vosotros rosas y
flores bellas. El lirio perfumado de la castidad os vestirá de candor y pureza. El lirio perfumado de la castidad os
hará complacientes y agradables a Dios.
El lirio perfumado de la castidad os dará fragancia de
santidad; el mal olor, el olor nauseabundo jamás tomará
posesión de vuestro corazón.
El lirio perfumado de la castidad os abrirá una entrada al
cielo, tendréis derecho a una de sus moradas.
El alma dice:
José castísimo: gratitud hay en mi corazón por invitarme a
entrar en vuestro humilde taller; taller en el que me
mostráis un libro. Libro que me instruye, me enseña; libro
que me muestra un nuevo camino; camino que no es el
mismo que me presenta el mundo; camino distinto, recto,
sin curvas; camino seguro de encuentro con Dios.
José castísimo: heme aquí dispuesto en seguir vuestras
huellas, heme aquí con mi corazón rebosante de amor por
vos. Amor que me lleva a suspirar, amor que hace que
mire al cielo y agradezca por teneros a mi lado como mi
guía, como mi faro; faro que irradia de luz mi espíritu
para no tropezar, para no caer; faro que es antorcha de luz celestial en la tierra.
José castísimo: mi corazón palpita de amor cada día
miércoles porque sabe de nuestro encuentro, de nuestros
coloquios, de nuestra conversación.
José castísimo: mi corazón ha sido embellecido porque
fuisteis vos quien sembró el lirio perfumado de la
castidad; lirio que arrasa con toda maleza; lirio que
purifica y da limpieza a mi alma; lirio que me hace
semejante a vos siempre y cuando le cuide, le rocíe el
agua de vuestra pureza; lirio que me da fragancia de
santidad porque fueron vuestras benditas manos las que lo
plantaron; lirio que deja huella de vuestro aroma; aroma
que me hace luchar, vencer tentaciones; aroma que me
lleva a refugiarme en vuestro casto corazón para no pecar,
para no ofender más a vuestro Amadísimo Hijo; lirio que
cambia mi antigua forma de pensar; lirio que moldea mi
vida, vida asistida por vos, vida enriquecida por vuestros
sabios consejos, vida que ya no es la misma desde el
mismo momento en que llegasteis a mí.
José castísimo: me sedujisteis con vuestra voz; voz que
retumbó en mi corazón, voz que abrió mis oídos a la
verdad, voz que destapó y corrió las cortinas de mis ojos;
ojos que no os podían ver, ojos que no os podían
contemplar; ojos que, aún, no se extasiaban de vuestra
hermosura.
José castísimo: no os apartéis jamás de mi lado. Deseo
aprender de vos, quiero andar los mismos caminos que
recorristeis, anhelo parecerme en algo a vos; aspiro
cultivar, con muchísimo esmero y suma dedicación el lirio
perfumado de la castidad. Lirio que hoy, día miércoles,
embellece mi alma; lirio que hoy, día miércoles, conduele
mi corazón porque reconozco que he fallado. Lirio que
hoy, día miércoles, se lleva el mal olor de mi corazón;
corazón que olía a mundo, a pecado; corazón arraigado a
placeres triviales, lisonjeros; corazón que necesitaba de
vuestras manos castísimas para ser purificado.
José castísimo: hoy mismo iré al Sacramento de los Ríos
de la Gracia. Ríos que limpiarán mi corazón de toda
mancha, de cualquier imperfección. Río que correrá por
todo mi ser para dejarlo nuevo. Río que se llevará consigo
mi maleza, mis yerros, mis culpas.
José castísimo: fortaleced mi espíritu para no decaer, para
no caminar hacia atrás.
José castísimo: impregnadme de vuestro delicado y suave
perfume; perfume de castidad, perfume de pureza,
perfume de virginidad; virginidad penitente si por
desgracia he caído.
José castísimo: ayudadme para que el lirio perfumado que
hoy habéis sembrado en mi corazón permanezca vivo,
lúcido, fresco; haced que perdure para que juntos lo
cuidemos en el jardín del cielo el día que mi corazón
exhale su último suspiro.
José castísimo: quiero embriagarme con vuestro hálito de
pureza, hálito que hará de mi cuerpo digna morada,
morada en la que reside el Espíritu Santo.
(Letanías y oración al final.)