Wednesday April 24,2024
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San José - El mas santo de los antos

  


SAN JOSÉ
El más santo de los santos
  


Introducción

1»  Algunos textos aplicables a san José

2»  Virginidad de san José

3»  Matrimonio de José y María

4»  Paternidad de san José

5»  La sagrada familia

6»  Un poco de historia

7»  Privilegios de san José

8»  Asunción de san José

9»  San José y los moribundos

10»  El más santo de los santos

11»  Los Papas y san José


12.1»  Apariciones de san José Parte 1

12.2»  Apariciones de san José Parte 2

12.3»  Apariciones de san José Parte 3

12.4»  Apariciones de san José Parte 4


13.1»  Milagros de san José Parte 1

13.2»  Milagros de san José Parte 2

13.3»  Milagros de san José Parte 3

13.4»  Milagros de san José Parte 4


14.1»  Palabras de algunos santos - Parte 1

14.2»  Palabras de algunos santos - Parte 2

14.3»  Palabras de algunos santos - Parte 3

14.4»  Palabras de algunos santos - Parte 4


15»  Algunos santuarios de san José

16»  Reflexiones

17»  Dolores y gozos de san José

18»  Letanías a san José

19»  Oraciones a san José

20»  Consagración a san José

21»  Conclusión

22»  Bibliografía

23»  Novena a san José
(versión corta)

 

12.2 » Apariciones de san José
Parte 2

Autor: P. Angel Peña O.A.R

Veamos ahora algunos casos más de apariciones de san José.

El miércoles de ceniza 16 de febrero de 1575, iba santa Teresa de Jesús, acompañada de dos sacerdotes, a fundar un convento a Beas de Segura (Jaén). Celebraron el miércoles de ceniza en la parroquia de santa María de los Olmos de Torre, de Juan Abad, provincia de Ciudad Real. Sor Ana de Jesús, testigo presencial de las peripecias de aquel día, dice así: En Sierra Morena perdieron los carreteros el camino, de manera que no sabían por dónde iban.

Nuestra Madre Teresa de Jesús nos mandó, a las ocho monjas que íbamos con ella, que rezásemos a Dios y a nuestro padre san José que nos encaminasen; porque decían los carreteros que íbamos perdidos y que no hallaban remedio de salir de unos riscos altísimos por donde íbamos. Y, al tiempo que la santa nos mandó lo dicho, comenzó desde una hondura muy honda, que con harta dificultad se veía desde lo alto de aquellos riscos en que estábamos, a dar grandes voces un hombre, que en la voz parecía anciano, diciendo:

Deteneos, deteneos, que vais perdidos y os vais a despeñar si pasáis por ahí. A estas voces, paramos y los sacerdotes y las personas seglares que iban con nosotras comenzaron a escuchar y a preguntar:

“Padre, ¿qué remedio tenemos para salir del estrecho en que estamos?”. Él les respondió que echasen hacia una parte, que vimos todos que milagrosamente habían podido atravesar por allí los carros. Quisieron algunos ir a buscar al que nos había avisado y mientras ellos estaban allá, díjonos la Madre con mucha devoción y lágrimas: “No sé para qué los dejamos ir, que era mi padre san José y no lo han de hallar”. Y así fue que volvieron diciendo que no habían podido hallar rastro de él, aunque habían llegado a la hondura de donde sonó la voz45.

El padre Jerónimo Gracián, confesor de santa Teresa de Jesús, cuenta el caso de un religioso del monasterio de Nuestra Señora de Montserrat, que era muy devoto de san José. Un día, salió a dar un paseo solitario por aquellas montañas y se alejó más de lo normal, extraviándose, perdiendo el camino y desorientándose completamente. Sin saber por dónde ir, se encomendó a san José.

Al poco rato, se encontró con un desconocido que conducía a una señora montada sobre una burrita y llevando en sus brazos un pequeño niño. Después de los saludos previos, les preguntó por dónde debía tomar el camino para llegar al monasterio, a lo que respondió el desconocido:

- Si quiere usted seguirnos, yo se lo enseñaré, porque difícilmente usted lo hallaría, sobre todo, viniéndose encima la noche. No tema, pues conozco bien estos senderos.

Caminaron largo tiempo, hablando de las cosas de Dios, de modo que el corazón del religioso se sentía inflamado de amor de los bienes eternos. Por fin, llegaron a un lugar que el monje conocía. Entonces, los desconocidos se despidieron y el religioso, al darse la vuelta, no los vio más, pues habían desaparecido. Reflexionando sobre este suceso, cayó en la cuenta de que no podían ser otros que san José con la Virgen y el niño, que habían venido a sacarlo del apuro y conducirlo seguro al monasterio46.

San Juan de la cruz tenía mucha devoción a san José. El sello que usaba en los documentos, representaba el Monte Carmelo coronado por una cruz y con la inscripción: San José. Así aparece en el autógrafo que conservan las religiosas carmelitas descalzas de Sanlúcar la Mayor de Sevilla. Pero esta devoción no la tuvo desde siempre. Hay un hecho en su vida que hizo de él un gran devoto de san José.

Era san Juan de la cruz confesor de las carmelitas descalzas, mientras era Superior del convento de Los Mártires de Granada. Un día, no pudo bajar a confesarlas y encomienda el oficio al padre Pedro de la Encarnación y al padre Evangelista... Al entrar los dos descalzos por la Plaza Nueva, se les hace el encontradizo un hombre. Es de buen talle, tez blanca y sonrosada y tiene el cabello cano. Aparenta unos cincuenta años de edad. Viste traje negro y es de aspecto venerable. Se acerca a los descalzos, los separa y colocándose en medio de ellos, les pregunta de dónde vienen.

- De las monjas descalzas, contesta el padre Pedro.
- Muy bien hacen vuestras reverencias de atenderlas, porque en esta Religión se agrada mucho a Nuestro Señor y la estima Su Majestad en mucho, e irá en aumento. Padres, ¿por qué tienen en su Orden tanta devoción a san José?

- Porque nuestra santa Madre Teresa de Jesús le era muy devota, pues le había ayudado mucho en sus fundaciones y le había alcanzado del Señor muchas cosas; y, por esta causa, las casas que ha fundado las ha intitulado de San José, dice el padre Pedro.

- Mírenme vuestras reverencias a la cara y tengan mucha devoción a este santo, que no le pedirán cosa que no la alcancen de él.

Los descalzos no lo ven más (había desaparecido). Cuando llegan al convento de “Los Mártires”, cuentan al Prior lo que les ha pasado. Fray Juan de la cruz no muestra extrañeza alguna y les dice:

- Callen, que no le conocieron; sepan que era san José; habíanse de arrodillar al santo. Y no se les apareció por vosotros, sino por mí, que no le era tan devoto como debía, pero lo seré de aquí en adelante47.


  45 Sor Ana de Jesús, en procesos para la beatificación y canonización de santa Teresa de Jesús, editados por el padre Silverio de santa Teresa, tomo 1, Ed. Monte Carmelo, Burgos, 1935, p. 463.
  46 Resumen del ejemplo presentado por Butiñá Francisco, Las glorias de san José, o.c., pp. 573-574.
  47 Crisógono de Jesús, Vida de san Juan de la cruz, BAC, Madrid, 1982, p. 258. Este relato lo escribió de su puño y letra el padre Juan Evangelista, que dice al terminar: Esto sucedió el año de 1584 y por verdad lo firmo en nuestro convento de los Santos Mártires de Granada el 25 de abril de 1627. Este relato se encuentra en el manuscrito 7003 folio 158.

 

   


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