Wednesday April 24,2024
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AQUEL
PABLO DE TARSO


San Pablo

Autor: P. Pedro García
Fuente: Evangelicemos.net

« PARTE 3 de 3

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71. La carta a los Filipenses. Corazón de punta a punta

72. ¿Nuestra mística? ¡Jesucristo! Invariable en Pablo

73. El amor fraterno.
Insistencia continua.

74. Trivialidades de la vida.
La virtud cristiana

75. Filemón.
Sembrando la libertad.

76. A los de Colosas.
Jesucristo sobre todo

77. Cristo en Colosenses. Grandezas y compromiso

78. Resucitados con Cristo. Somos seres celestiales

79. Cristo x Adán.
O uno u otro

80. Una lección machacona.
La Oración en San Pablo


81. Ceñidos por el amor.
El principio, el medio y el fin

82. La carta a los Efesios. Páginas sublimes

83. Predestinados y elegidos.
De eternidad a eternidad.

84. Santos, inmaculados, amantes. Así nos pensó Dios

85. ¡Ven, Espíritu Santo!
El único Espíritu de la Iglesia


86. ¡Viva la Vida de Dios!

87. El “Misterio” de Cristo.
Un secreto revelado

88. Pablo, el héroe
de la humildad.
El menor que el más pequeño

89. ¡Perfectos!
Nada de medianías.
El crecimiento en Cristo

90. El Matrimonio cristiano.
Un misterio grande.

91. Pablo y sus colaboradores. Un equipo magnífico

92. Primera carta a Timoteo.
A dirigir bien la Iglesia

93. Dios nuestro Salvador. Bondad sobre bondad

94. Un solo Mediador.
Gozo, confianza y seguridad

95. Soldados.
En Pablo, ya se sabe…

96. Jesucristo.
La clave del arco

97. Tito.
Estás en puesto difícil…

98. Jesucristo más y más.
El inagotable Pablo

99. Hebreos.
Con muchas ideas de Pablo

100. Sacerdote y Víctima.
Y el cristiano con Cristo

101. Tras el Jefe y el Guía.
¡A perseverar!

102. Timoteo, ¡ven!...
Un testamento de Pablo

103. He terminado mi carrera. Pablo en el final

104. Dinos, Pablo,
¿tú, quién eres?...
Estamos de despedida

 

Soldados.
En Pablo, ya se sabe…


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“¡Aguanta y lucha conmigo, como buen soldado de Cristo Jesús!” (2Tm 2,3). “¡Combate en noble batalla” (1Tm 1,18).

Le decia Pablo a Timoteo. Es un placer escuchar palabras como éstas en labios de Pablo.

Cuando vemos que se están perdiendo los valores del espíritu por la molicie y flojedad que reinan en nuestra sociedad del bienestar, está bien que la palabra y el ejemplo de Pablo estimulen a la lucha, al heroísmo, a ser valientes en pro de la causa del Reino.

¡Y qué expresión tan bella que emplea el Apóstol: Buen soldado!...

Palabra que hoy le cae tan bien a la mujer como al hombre, cuando vemos a la mujer lucir con tanto garbo como gracia el uniforme de policías por nuestras calles…

Dejándonos de romanticismos militares, San Pablo nos dice sin más que la vida cristiana es de lucha, y lo declara abiertamente cuando asegura que estamos en guerra con enemigos peligrosos y fuertes, aunque no tenemos miedo, pues reconocemos nuestra superioridad sobre ellos, sometidos como están por Jesucristo.

Esta lucha cristiana merece una observación previa.

¿No ha sido el demonio derrotado por la cruz?
¿No ha sido el pecado vencido por la gracia?
¿No ha quedado el bautizado convertido en una nueva criatura?

¿De dónde viene entonces ahora el luchar para mantenerse fieles a Dios, pues podemos fallar incluso en nuestra salvación?...

Esto es un misterio, ciertamente. Pero miramos lo que Pablo dice a los de Corinto:

“Dios es fiel, y no permitirá que sean tentados sobre sus fuerzas. Antes bien, con la tentación les dará el modo de poderla resistir con éxito” (1Co 10,13)

¿Y contra quién es la lucha? Pablo no lo duda un instante, y lo dice claramente cuando justifica su proceder:

“Lo hice así por ustedes en presencia de Cristo, para no ser engañados por Satanás, pues no ignoramos sus propósitos” (2Co 2,10-11)

Como los demonios, según la creencia popular, andaban sueltos por los aires, San Pablo especifica más claro su pensamiento:

“Nuestra lucha no es contra la carne y la sangre, sino contra los principados, contra las potestades, contra los dominadores de este mudo tenebroso, contra los espíritus del mal que están por los aires” (Ef 6,12)

Es decir, la lucha del cristiano es contra el diablo, que no es algo o alguien que nos hayamos inventado nosotros para dar miedo a los niños, sino un ser perverso y pervertidor, que sabe aliarse con todo lo que nos pueda apartar de Dios.

Por eso nos previene San Pablo: “Revístanse de las armas de Dios para poder resistir a las asechanzas del diablo” (Ef 6,11)

Partimos, pues, del presupuesto de que la vida cristiana es lucha, combate, guerra declarada. Y Pablo, siguiendo la línea del mismo Jesús, se presenta como verdadero estratega y como un jefe experimentado para ayudarnos a vencer.

Hacemos bien en poner a Jesús ante nuestros ojos como el primer tentado. La carta a los Hebreos nos dice sin más:

“Jesús puede compadecerse de nuestras flaquezas, ya que ha sido probado en todo como nosotros, menos en el pecado” (Hb 4,15)

Jesús no podía sucumbir a la tentación, pues él mismo dice: “el Príncipe de este mundo no tiene en mí ningún poder” (Jn 14,30), y harto lo sabía Satanás desde aquellas tres tentaciones famosas del desierto.

Pero podemos sucumbir los suyos, y Jesús se nos presenta como el primer vencedor en las pruebas que sufrió, de manera que “es capaz de ayudar a los que están pasando las mismas que él” (Hb 2,18)

Sería interesante mirar ahora las grandes tentaciones a las que está expuesto el cristiano de nuestros días y que ponen a prueba la fidelidad de su fe.

Por ejemplo, la secularización que se está apoderando de grandes sectores de la sociedad, en la que Dios cuenta cada vez menos. Dios no interesa.

La Verdad se convierte en relativismo, es decir, no depende de lo que ha dicho Dios, sino de lo que me parece a mí.

El fin último está muy lejano, y lo interesante es lo que tengo en las manos para disfrutarlo a gusto antes de que se pierda.

Y como el decir “soy ateo” da un poco de miedo, se sustituye por una forma más elegante: “soy agnóstico”, que es lo mismo que crearse un dios a la propia medida…

¿Qué dice entonces la oración? Nada.
¿Qué los Sacramentos, el culto a Dios? Nada.
¿Qué pinta Dios en la vida? Nada…

La consecuencia de este alejamiento de Dios se complica con una conducta cuya descripción ─hecha por Pablo en ese capítulo primero de los Romanos─, hace estremecer.

¿En qué situación se ve entonces el cristiano, para no contaminarse por el mundo ni ser vencido por Satanás?.. No queda otro remedio para los hijos de la Iglesia que prepararse para la lucha, a la que les invita Pablo:

“Tomen en la mano las armas de Dios, para que puedan resistir, y mantenerse firmes después de haber vencido todo” (Ef 6,13)

Con esto, Pablo no hace sino repetir el consejo de su compañero Pedro:

“Vigilen. Porque su enemigo el diablo ronda, como león rugiente, buscando a quien devorar. Resístanle firmes en la fe” (1P 5,8-9)

Y con estas palabras, tanto Pedro como Pablo ponen en las manos del cristiano el arma primera y más eficaz: la fe:

“Revistamos la coraza de la fe”, “embrazando siempre el escudo de la fe” (1Ts 5; Ef 6)

Hoy esta fe se manifiesta en la fidelidad inquebrantable a la Iglesia.

San Pablo es un jefe que arenga con gran optimismo y seguridad en el triunfo:

“Las armas de nuestro combate no son carnales. ¡No! Nuestras armas, para la causa de Dios, son capaces de arrasar fortalezas” (2Co 10,4)

Y sigue hablando impávido:

“En todo esto salimos fácilmente vencedores gracias a aquel que nos amó” (Ro 8,37)

Hoy se nos repite muchas veces que el Evangelio no es para gente apocada, sino para valientes.

Pablo nos lo recuerda con aire militar.

A cada uno, a cada una, le va repitiendo como a su querido Timoteo:

¡Venga, valiente! ¡Buen soldado… de Cristo Jesús!...

   


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