Friday March 29,2024
Iniciar pagina principal Quienes somos y que hacemos Mision principal del sitio en internet Como rezar el santo rosario, oraciones, etc. Base de datos de documentos recopilados Servicio de asesoria via e-mail. Calendario de eventos en el bimestre Personas para establecer contacto
 

AQUEL
PABLO DE TARSO


San Pablo

Autor: P. Pedro García
Fuente: Evangelicemos.net

« PARTE 3 de 3

Partes: [ 1 ] [ 2 ] [ 3 ]



71. La carta a los Filipenses. Corazón de punta a punta

72. ¿Nuestra mística? ¡Jesucristo! Invariable en Pablo

73. El amor fraterno.
Insistencia continua.

74. Trivialidades de la vida.
La virtud cristiana

75. Filemón.
Sembrando la libertad.

76. A los de Colosas.
Jesucristo sobre todo

77. Cristo en Colosenses. Grandezas y compromiso

78. Resucitados con Cristo. Somos seres celestiales

79. Cristo x Adán.
O uno u otro

80. Una lección machacona.
La Oración en San Pablo


81. Ceñidos por el amor.
El principio, el medio y el fin

82. La carta a los Efesios. Páginas sublimes

83. Predestinados y elegidos.
De eternidad a eternidad.

84. Santos, inmaculados, amantes. Así nos pensó Dios

85. ¡Ven, Espíritu Santo!
El único Espíritu de la Iglesia


86. ¡Viva la Vida de Dios!

87. El “Misterio” de Cristo.
Un secreto revelado

88. Pablo, el héroe
de la humildad.
El menor que el más pequeño

89. ¡Perfectos!
Nada de medianías.
El crecimiento en Cristo

90. El Matrimonio cristiano.
Un misterio grande.

91. Pablo y sus colaboradores. Un equipo magnífico

92. Primera carta a Timoteo.
A dirigir bien la Iglesia

93. Dios nuestro Salvador. Bondad sobre bondad

94. Un solo Mediador.
Gozo, confianza y seguridad

95. Soldados.
En Pablo, ya se sabe…

96. Jesucristo.
La clave del arco

97. Tito.
Estás en puesto difícil…

98. Jesucristo más y más.
El inagotable Pablo

99. Hebreos.
Con muchas ideas de Pablo

100. Sacerdote y Víctima.
Y el cristiano con Cristo

101. Tras el Jefe y el Guía.
¡A perseverar!

102. Timoteo, ¡ven!...
Un testamento de Pablo

103. He terminado mi carrera. Pablo en el final

104. Dinos, Pablo,
¿tú, quién eres?...
Estamos de despedida

 

La carta a los Efesios.
Páginas sublimes.


Si deseas escuchar haz clik en play


Pablo había escrito a los de Corinto: “Se me ha abierto una puerta grande y prometedora” (1Co 16,9). ¡Y tan prometedora! Porque asegura Lucas:

“Pudieron oír la palabra del Señor todos los habitantes de Asia” (Hch 19,10)

¿A qué se refería Pablo?

A la fundación de la Iglesia de Éfeso, la espléndida capital de la provincia romana de Asia, abierta con su puerto al mar Mediterráneo, en el que convergían todas las provincias del Imperio.

Los tres años que pasó allí Pablo predicando el Evangelio fueron de una eficacia sin igual:

por su extensión, ya que llegó a todas las ciudades del Asia Menor; por su profundidad en las almas, como puede colegirse de la cantidad enorme de libros malos, de magia sobre todo, que pararon en la hoguera, valorados en más de 50.000 monedas de plata; por su permanencia, pues de allí surgieron aquellas Iglesias que durante siglos fueron la gloria de Oriente.

Ahora Pablo, preso en Roma desde el año 61 al 63, les dirige una carta magnífica, profunda, sobre el misterio de Cristo y particularmente de la Iglesia.

La escribe a la vez que la carta a los de Colosas y próxima a la de los de Filipos.

Vamos nosotros a deleitarnos con la doctrina sublime de una carta que nos enajena desde el principio hasta el fin.

Nada más iniciada la carta, al describirnos el plan divino de la salvación, empieza con un himno ardiente:

“¡Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos ha colmado con toda clase de bendiciones celestiales en Cristo, porque nos eligió en él antes de la creación del mundo, para que fuéramos santos, inmaculados, y amantes en su presencia!”…

¿Nos damos cuenta de lo que nos dicen tan pocas palabras?

Ante la generosidad inmensa de Dios, ¿qué toca sino prorrumpir en alabanzas incesantes?... ¡Bendito, bendito, bendito sea Dios!...

Porque si nos ponemos a enumerar las gracias celestiales con que Dios nos ha enriquecido, por más que contemos nos vamos a quedar en las primeras cifras, y nunca vamos a llegar al fin.

Y delante de nuestros ojos, un ideal sublime: ¡santos, inmaculados, amantes!...

El himno en que se desata Pablo incluye esas palabras que tantas veces repetimos:

“Recapitular en Cristo todas las cosas”.

Es decir, Dios quiere que “todas las cosas tengan a Cristo por cabeza, lo mismo las del cielo que las de la tierra”.

Este es el pensamiento central de toda la carta: En Cristo encuentra todo su unidad, y todo lo que no está con Cristo y en Cristo está lejos de Dios.

Cristo llenándolo todo.

Cristo centrándolo todo.

Todo arrancando de Cristo.

Y todo yendo a parar en Cristo Jesús.

Por eso, Dios empezó por desplegar todo su poder en Cristo, “resucitándole de entre los muertos y sentándole a su derecha en los cielos”.

Jesucristo es muy superior a los ángeles, pues está sobre todos ellos.

Y también está Jesucristo sobre los hombres de todas partes y de todos los tiempos.

Sobre todos los redimidos.

Sobre la Iglesia, que encarna el Reino de Dios.

Por eso puede Pablo asegurar:

“Dios le sometió todo bajo sus pies y lo constituyó cabeza suprema de la Iglesia, que es su cuerpo, la plenitud del que lo llena todo en todo” (1,20-23)

Pablo queda como extasiado ante lo que contempla.
Mira a los creyentes en Cristo de todos los siglos, y dice con voz emocionada y patética:

“Dios Padre, les dé a conocer, mediante la acción del Espíritu, que Cristo habita por la fe en sus corazones,
“para que fundamentados y arraigados en el amor,
“puedan comprender con todos los santos cómo es de inmensa la anchura y la longitud, la altura y la profundidad, y conocer el amor de Cristo, que excede a todo conocimiento, y les llene de toda la plenitud de Dios” (3,16-19)

Grandioso, sencillamente.

Con palabras como éstas ahondamos en el Corazón de Cristo, sondeamos profundidades inmensas, y vemos que nos resulta imposible llegar al final…

Doctrina tan sublime sobre la vocación cristiana, sobre Cristo y su Iglesia, Pablo la quiere traducir en vida cristina, sin que todo quede en teorías.

¿Qué quieren que les diga, hermanos y amigos?
Empiecen por la caridad. Piensen en lo que son y en lo que tienen:

“Un solo cuerpo y un solo Espíritu, como es una la esperanza a la que y han sido llamados. Un solo Señor, una sola fe, un solo bautismo, un solo Dios y Padre de todos” (4,4-6).

Y pregunta Pablo: ¿Quieren un consejo que me sale del alma? Miren lo que les digo:

“No pongan triste al Espíritu Santo de Dios, con el que fueron sellados para el día de la redención” (4,30)

Aunque nos preguntamos nosotros algo preocupados:

-¿Es que podemos entristecer, y vamos a entristecer al querido al Espíritu Santo?...

El pensamiento del Apóstol nos resulta clarísimo al pensar que el Espíritu Santo es el lazo de unión de todo el cuerpo místico de Cristo, que es la Iglesia.

Y todo lo que desune, desedifica, o denigra a la Iglesia y a cualquiera de sus miembros, duele hondamente al Espíritu Santo.

Se fija Pablo especialmente en la moral familiar, para la cual da también una razón suprema, como es la unión de Cristo con su Iglesia querida:

-Maridos y mujeres, ¡ámense como se aman Cristo y la Iglesia! Mujeres, miren cómo la Iglesia se da a Cristo… Maridos, ¡miren cómo Cristo se entregó por su Iglesia! (5,21-25)

Una carta como ésta no es para tenerla escondida entre las páginas de la Biblia.

Es para leerla, estudiarla, meditarla y convertirla en vida.

Nada más empezar, nos muestra a Dios soñando en nosotros desde toda la eternidad, como preguntándonos:

-¿No quieren ser como mi Hijo Jesús?... En sus manos dejó el responder a esta mi ilusión divina: santos, inmaculados, amantes…

¿Verdad que lo quieren ser?...

   


[Inicio] [ Blog] [Mision] [El Rosario] [Documentos] [Asesorias] [ Política de Privacidad] [Contacto ]

Copyright © 2022 Maria Luz Divina