201- Y Lucas escuchó mi historia... Y la reviví, contando, recordando,
sonriendo y llorando
mi historia
Los apóstoles hicieron muchos milagros en el nombre de Jesús y los milagros son siempre para las conversiones. En Lourdes el río calla y en la gruta Yo os espero por medio de una sonrisa a vosotros, especial, toda vuestra... Quién viene a Mí de lejos, aunque Yo siempre estoy cerca de ellos, da alegría a mi corazón de madre. En Lourdes muchos milagros y también muchos que esperaban un milagro y han vuelto igualmente enfermos, han tenido en el alma un milagro de aceptación, de resignación. Y la certeza de que aquellas incomprensibles palabras de Jesús, "¡Bienaventurados los que sufren!", también eran para ellos.
Un muchacho llamado Esteban fue martirizado. Yo, Myriam, rezaba por él ya que sentía una gran ternura maternal por su juventud y su ardor, Jesús se le apareció y se lo llevó consigo al Cielo de los mártires. Para Pablo de Tarso, que aprobaba la muerte de Esteban, después, convertido, ella fue uno de sus sufrimientos: el remordimiento.
Los apóstoles me contaban cada cosa. Yo siempre he preferido quedar
en la sombra. ¡La sombra de mi nostalgia!
Yo soy la Madre de Jesús, ésta mi tarea y ninguna otra, entonces, podía haber más grande en mi vida. He aquí entonces por qué en las Escrituras no se habla de Mí sino por esto. Nada más grande podía haber: la Madre de Dios, la Immi de Jesús... ¿Qué otra cosa más grande pudo haber? La Madre de Dios, la Immi de Jesús... Qué otra cosa se podía decir de Mí?
Y permanecí en aquella dulce sombra por todos mis años, pero los apóstoles venían a contarme y a pedirme consejos:
"Señora, ¿piensas que el Rabí pueda darnos su aprobación?". "Lo que se hace con amor siempre tiene Su aprobación, Pedro, y también lo que tú ahora haces y dices..."
Aquel hombre que pescaba en el lago de Genesaret, el primer pontífice. Era solemne Pedro cuando hablaba desde el altar, era inspirado. Cuando celebraba la Eucaristía sus ojos se llenaban de lágrimas y su voz temblaba.
También los apóstoles han vivido horas de nostalgia... "Señora, cuando estábamos en la barca y el Rabí parecía dormir, dejándonos a temer en la borrasca, alzó la mirada sobre todo nosotros, sonrió y detuvo el viento y calmó las olas...".
Los recuerdos vivían con ellos, ellos que han vivido la historia más bella del mundo. Pedro predicaba con vigor y aún más Pablo de Tarso; Johanan hablaba con dulzura, todos lograban conversiones.
¡Y ahora, cómo querría Jesús, cómo también Yo querría que los sacerdotes, predicando, pusieran en las palabras sus sentimientos, que tuvieran tales sentimientos, como para lograr conversiones! Y veo, en cambio, túnicas tiradas al suelo y altares sin flores...
Miraos en los apóstoles que han dejado realmente todo para seguir a mi Hijo, lo han amado hasta el martirio, también Johanan, que fue mártir de modo diferente, un lento martirio en el que se maceró de amor y de nostalgia(1).
En la casa de Jerusalén, cuando Johanan vivía conmigo, se había creado en pequeña parte la antigua atmósfera que había en la amada casa de Nazaret. ¡Conservaba alguna pequeña cosa de aquella casa y revivía los recuerdos! Los recuerdos hacen llorar y hacen revivir...
Horas felices, voces, sonrisas, palabras mal olvidadas: "Immi, ¿puedo ir a jardín?". "Hay demasiado viento... quédate en casa, te daré un pan dulce...".
Llamaron a la puerta. Vi aquel hombre del rostro ascético, el pelo gris y los ojos profundos. "Señora, ¿puedo entrar?".
Y Lucas escuchó mi historia... Y Yo reviví así mi historia, contando, recordando, sonriendo y llorando. ¡Mi historia! Soy Su Madre, he aquí mi historia. He aquí porqué permanezco en la sombra, pero es sombra de luz. Dios me ha puesto en su luz.
Y a ti, a vosotros, relato en confianza de aquella vida, de aquellos sentimientos, de aquel llanto. Ahora es el tiempo para esto.
En la gruta de Lourdes, Bernardita me miraba con los ojos desmesuradamente abiertos, no se movía, no respiraba casi.
Por ella sentía pura ternura y tanto amor. La humanidad pobre, la humanidad doliente, la humanidad pura de corazón. En Bernardita vi todo esto.
4 de julio de 1985
(1) El evangelista Juan, "el discípulo amado de Jesús", fue también él, según Tertuliano, un mártir, habiendo padecido el suplicio en Roma, junto a la Puerta Latina, con la inmersión en una olla de aceite hirviente saliendo de ello sin embargo totalmente ileso. Desterrado en la isla de Patmos, fue seguidamente liberado y pudo arribar a la ciudad de Efeso, donde murió de avanzada edad, después de haber escrito su Evangelio, sus muchas cartas, el Apocalipsis, y obrado numerosos milagros en el nombre de Jesús, aumentando así el crecimiento de la religión cristiana.