Tuesday April 16,2024
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La Santa Misa > Testimonio de Catalina sobre la Santa Misa

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Delante del altar, empezaron a salir unas sombras de personas en color gris que levantaban las manos hacia arriba.  Dijo La Virgen Santísima: -“Son las almas benditas del Purgatorio que están a la espera de las oraciones de ustedes para refrescarse.  No dejen de rezar por ellas.  Piden por ustedes, pero no pueden pedir por ellas mismas, son ustedes quienes tienen que pedir por ellas para ayudarlas a salir para encontrarse con Dios y gozar de El eternamente”.

­“Ya lo vez, aquí estoy todo el tiempo…La gente hace peregrinaciones y busca los lugares de Mis apariciones, y esta bien por todas las gracias que allá se reciben, pero en ninguna aparición, en ninguna parte Estoy mas tiempo presente que en la Santa Misa.  Al pie del Altar donde se celebra la Eucaristía, siempre Me van a encontrar; al pie del Sagrario permanezco Yo con los Ángeles, porque Estoy siempre con El”.

Ver ese rostro hermoso de la Madre en aquel momento del  “Santo”, al igual que todos ellos, con el rostro resplandeciente, con las manos juntas en espera de aquel milagro que se repite continuamente, era estar en el mismo cielo.  Y pensar que hay gente, habemos personas que podemos estar en ese momento distraídas, hablando…Con dolor lo digo, muchos varones mas que mujeres, que de pie cruzan los brazos, como rindiéndole un homenaje de pie al Señor, de igual a igual.

Dijo la Virgen: “Dile al ser humano, que nunca un hombre es mas hombre que cuando dobla las rodillas ante Dios”.

El celebrante dijo las palabras de la “consagración”.  Era una persona de estatura normal, pero de pronto empezó a crecer, a volverse lleno de luz, una luz sobrenatural entre blanca y dorada lo envolvía y se hacia muy fuerte en la parte del rostro, de modo que no podía ver sus rasgos.  Cuando levantaba la forma vi. Sus manos y tenia unas marcas en el dorso de las cuales salía mucha luz.  ¡Era Jesús! ¡Era El que con su Cuerpo envolvía el del celebrante como si rodeara amorosamente las manos del señor Arzobispo!  En ese momento la Hostia comenzó a crecer y crecer enorme y en ella, el Rostro maravilloso de Jesús mirando hacia Su pueblo.

Por instinto quise bajar la cabeza y dijo nuestra Señora: “No agaches la mirada, levanta la vista, contémplalo, cruza tu mirada con la suya y repite la oración de Fátima: Señor, yo creo, adoro, espero y Te amo, Te pido perdón por aquellos que no creen, no adoran, no esperan y no Te aman.  Perdón y Misericordia… Ahora dile cuanto lo amas, rinde homenaje al Rey de Reyes”.

Se lo dije, parecía que solo a mí me miraba desde la enorme Hostia, pero supe que así contemplaba a cada persona, lleno de amor…Luego baje la cabeza hasta tener la frente en el suelo, como hacían todos los Ángeles y bienaventurados del cielo.  Por fracción de segundo tal vez, pensé que era aquello que Jesús tomaba el cuerpo del celebrante y al mismo tiempo estaba en la Hostia que al bajarla el celebrante se volvía nuevamente pequeña.  Tenía yo las mejillas llenas de lágrimas, no podía salir de mi asombro.


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