Friday March 29,2024
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LA EUCARISTIA
Autor: P. Antonio Rivero LC
Fuente: Catholic.net

Angeles adorando a Jesus Sacramentado


» 1. Introducción

» 2. Eucaristía y Liturgia

» 3. Eucaristía y fe

» 4. Eucaristía y caridad


» 5. Eucaristía y esperanza

» 6. Eucaristía y compromiso
de caridad

» 7. Eucaristía y unión soldaria

» 8. Eucaristía y humildad

» 9. Eucaristía y alegría

» 10. Eucaristía y apostolado

» 11. Eucaristía y Sagrado

» 12. Eucaristía y Fiesta del
Sagrado Corazón


» 13. Eucaristía y diversos
errores doctrinales


» 14. Eucaristía y generosidad

» 15. Eucaristía y silencio

» 16. Eucaristía y amistad

» 17. Eucaristía y sufrimiento

» 18. Eucaristía y culto eucarístico

» 19. Eucaristía y soledad

» 20. Eucaristía y María

» 21. Eucaristía y martirio

» 22. Eucaristía y gratitud

» 23. Eucaristía y peregrinación

» 24. Eucaristía y visitas eucarísticas

» 25. Eucaristía y Sagrario

» 26. Eucaristía y sacerdote

» 27. Eucaristía y perdón

» 28. Eucaristía y matrimonio

» 29. Eucaristía y confesión

» 30. Eucaristía y fidelidad

» 31. Eucaristía y muerte

» 32. Eucaristía y ecumenismo

» 33. Eucaristía y cielo

» 34. Eucaristía y algunos santos

» 35. CONCLUSIÓN

» VIDEO:Descubriendo a Jesús Vivo en la Eucaristía



 

Capítulo 35: CONCLUSIÓN


No se me ocurre mejor epílogo para mi libro sobre la Eucaristía que unas palabras del cardenal, ya fallecido, François Xavier van Thuan, en su libro “Testigos de esperanza”.

“Cuando en 1975 me metieron en la cárcel, se abrió camino dentro de mí una pregunta angustiosa: ¿Podré seguir celebrando la Eucaristía? Fue la misma pregunta que más tarde me hicieron mis fieles. En cuanto me vieron, me preguntaron: “¿Ha podido celebrar la santa misa?”.

En el momento en que vino a faltar todo, la Eucaristía estuvo en la cumbre de nuestros pensamientos: el pan de vida. “Si uno come de este pan, vivirá para siempre; y el pan que yo le voy a dar es mi carne para la vida del mundo” (Jn 6, 51).

¡Cuántas veces me acordé de la frase de los mártires de Abitene (siglo IV) que decían: Sine Dominico non possumus! –“No podemos vivir sin la celebración de la Eucaristía” .

En todo tiempo, y especialmente en época de persecución, la Eucaristía ha sido el secreto de la vida de los cristianos: la comida de los testigos, el pan de la esperanza.

Eusebio de Cesarea recuerda que los cristianos no dejaban de celebrar la Eucaristía ni siquiera en medio de las persecuciones: “Cada lugar donde se sufría era para nosotros un sitio para celebrar..., ya fuese un campo, un desierto, un barco, una posada, una prisión...” . El martirologio del siglo XX está lleno de narraciones conmovedoras de celebraciones clandestinas de la Eucaristía en campos de concentración. ¡Porque sin la Eucaristía no podemos vivir la vida de Dios!...Así me alimenté durante años con el pan de la vida y el cáliz de la salvación...” .

Ante el misterio de la Eucaristía, centro, fuente y cumbre de la Liturgia, sólo podemos caer de rodillas, adorar, agradecer, amar y corresponder a tanto amor de Dios que ha querido venir al encuentro de cada uno de nosotros y hacernos partícipes de su vida divina, entrar en comunión con nosotros y entablar un diálogo de salvación; diálogo que comienza aquí en la tierra y se consuma en la eternidad.

Ante el misterio de la Eucaristía cabe sólo rezar:

“Te amo, Señor, por tu Eucaristía, por el gran don de Ti mismo. Cuando no tenías nada más que ofrecer nos dejaste tu cuerpo para amarnos hasta el fin, con una prueba de amor abrumadora, que hace temblar nuestro corazón de amor, de gratitud y de respeto. Nos dejaste tu último recuerdo palpitante y caliente, a través de los siglos, para que recordáramos aquella noche en que prometiste quedarte en los altares, hasta el fin de los tiempos, insensible al dolor de la soledad en tantos sagrarios. Sin más gozo que ser el eterno adorador inmolado sobre el blanco mantel; sin más consuelo que saber que eras el compañero de tus elegidos, que harían más breve su dolor desde tu puesto vigilante, amoroso... Desde entonces, Señor, tu carne engendra vírgenes y tu sangre mártires...¡Qué pobres serían nuestras vidas sin tu compañía! Nuestro Padre, nuestro Hermano, quieto rincón junto al que descansamos al final del vértigo de la jornada” .

Sólo en el Cielo comprenderemos el valor infinito de la Eucaristía. Allí celebraremos con la Trinidad Santa la Liturgia celestial. Mientras tanto, abramos el boquete de nuestra fe para que caiga un rayo de Luz celestial en nuestro mundo y saboreemos, al menos por un rato, las delicias de Dios, a través de la Eucaristía.

Este testamento que encontré entre mis notas puede perfectamente resumir lo que Cristo en la Eucaristía podría decirnos a todos hoy:

Testamento de Jesús

Yo, Jesús de Nazareth, viendo próxima mi hora y estando en posesión de plenas facultades para firmar este documento,  deseo repartir mis bienes entre las personas más cercanas a Mí.

Mas siendo entregado como cordero para la salvación de la Humanidad,  creo conveniente repartir entre todos. Y así les dejo:

Todas las cosas que desde mi nacimiento
han estado presentes en mi vida
y la han marcado de un modo significativo:

La estrella, a los que están desorientados
y necesitan ver claro para seguir adelante,
y a todo aquel que desee ser guiado y/o servir de guía;

El pesebre, a los que no tienen nada,
ni siquiera un sitio para cobijarse
o un fuego donde calentarse
y poder hablar con un amigo.

Mis sandalias, son sus sandalias,
las de los que deseen emprender un camino,
de los que están dispuestos a estar siempre en camino.

La palangana donde les he lavado los pies,
a quien quiera servir, a quien desee
ser pequeño ante los hombres,
pues será grande a los ojos de mi Padre.

El plato donde voy a partir el pan:
es para los que vivan en fraternidad,
para los que estén dispuestos a amar,
ante todo y a todos.

El cáliz, lo dejo a quienes están sedientos de un mundo mejor y una sociedad más justa.

La cruz es para todo aquel
que esté dispuesto a cargar con ella.

Mi túnica a todo aquel que la divida y la reparta.

También quiero dejar como legado,
a la Humanidad entera,
las actitudes que han guiado mi Vida,
actitudes que quiero que guíen también la de ustedes.

Mi Palabra y la enseñanza que me confió mi Padre,
a todo el que la escucha y la pone en práctica.

La alegría a todos los que deseen compartirla.

La humildad, es para quien esté dispuesto a trabajar por la expansión del Reino de los Cielos.

Mi hombro, a todo aquél que necesite
un amigo en quien reclinar la cabeza,
y al abatido por el cansancio del camino,
para que puedan descansar
y recobrar fuerzas para seguir caminando.

Mi perdón, es para todos,
para todos los que día tras día,
pecado tras pecado, sepan volver al Padre.

Mi Amor... mi Amor es para todos,
buenos y malos, justos e injustos,
para todos los hombres
sin ningún tipo de distinción.
Eso sí, siento especial predilección
por los más débiles.

Todo esto y aún más quisiera dejarles,
pero sobre todo es mi Vida lo que les ofrezco.

Soy Yo mismo quien me quedo con ustedes para seguir caminando a su lado,
compartiendo sus preocupaciones y problemas,
sus alegrías y gozos.
Sí, yo soy la vida, pero tú puedes transmitirla

Nada más.

Manténganse unidos y quiéranse de verdad.
Yo los he amado hasta el extremo
y los llevo en mi Corazón.

Jesús de Nazareth, llamado " Cristo"

 

   

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