Thursday April 18,2024
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PREPARACION
PARA LA MUERTE


Un buena preparacion para la muerte

Autor: San Alfonso Maria
de Ligorio

Fuente: iteadjmj.com


Partes: [ 1/20 ] [ 21/37]

A. A Jesús Crucificado para alcanzar la gracia
de una buena Muerte

B. Aceptación de la Muerte


21. VIDA INFELIZ DE PECADORES Y VIDA DICHOSA DEL QUE AMA A DIOS
21.1 Mucha paz para los que..
21.2 Los desdichados pecadores 21.3 Por breves y envenenados..

22. LOS MALOS HABITOS
22.1 Nuestra propensión ....
22.2 Malos hábitos endurecen...
22.3 Perdida la luz que nos guía..

23. ENGAÑOS QUE EL ENEMIGO SUGIERE AL PECADOR
23.1 ¿Imaginemos que un joven..
23.2 Dices que el Señor es Dios..
23.3 Aún soy joven... Dios se...

24. DEL JUICIO PARTICULAR
24.1 Presentación del reo...
24.2 Acusación y examen..
24.3 Me arrepiento, Bien Sumo!,

25. DEL JUICIO UNIVERSAL
25.1 No hay en el mundo..
25.2 Apenas hayan resucitado..
25.3 Comenzará el juicio...

26. DE LAS PENAS DEL INFIERNO
26.1 Dos males comete...
26.2 La pena de sentido...
26.3 Pérdida de Dios..

27. DE LA ETERNIDAD DEL INFIERNO
27.1 Si el infierno tuviese fin ...
27.2 Del infierno jamás salir...
27.3 En la vida del infierno..

28. REMORDIMIENTOS DEL CONDENADO
28.1 Este gusano que no muere..
28.2 Lo poco para salvarse...
28.3 El muy alto bien perdido...

29. DE LA GLORIA
29.1 Vuestra tristeza en alegria..
29.2 Enjugará Dios las lágrimas...
29.3 Verá el alma las gracias...

30. DE LA ORACION
30.1 Pedid y se os dará...
30.2 Necesidad de la oración...
30.3 Condiciones de la oración..

31. DE LA PERSEVERANCIA
31.1 El que persevere al final..
31.2 Cómo se ha de vencer ...
31.3 Tercer enemigo, la carne..

32. DE LA LA CONFIANZA EN LA PROTECCION DE MARIA SANTISIMA
32.1 Quien me hallare, hallará...
32.2 María es abogada clemente.
32.3 María abogada tan piadosa..

33. DEL AMOR DE DIOS
33.1 Pues amemos a Dios...
33.2 Se nos dio y entregó...
33.3 Jesús padeció y morió...

34. DE LA SAGRADA COMUNION
34.1 Tomad y comed;éste es mi..
34.2 Jesús nos otorga este don.
34.3 Recibirlo en la comunión...

35. DE LA AMOROSA PERMANENCIA DE CRISTO EN
EL SANTISIMO SACRAMENTO DEL ALTAR
35.1 Venid a mi los abrumados...
35.2 A todos nos da audiencia...
35.3 El Nos comunica su gracia...

36. CONFORMIDAD CON LA VOLUNTAD DE DIOS
36.1 Y la vida, en su voluntad...
36.2 Conformarnos con todo...
36.3 Admirable y continua paz...

 

26.2 La pena de sentido que más atormenta a los réprobos es el fuego del infierno,
tormento del tacto

PUNTO  2


La pena de sentido que más atormenta a los réprobos es el fuego del infierno, tormento del tacto (Ecl., 7, 19).

El Señor le mencionará especialmente en el día del juicio: Apartaos de Mi, malditos, al fuego eterno (Ma­teo, 25,41).

 Aun en este mundo, el suplicio del fuego es el más terrible de todos. Mas hay tal diferencia entre las llamas de la tierra y las del infierno, que, según dice San Agustín, en comparación de aquéllas, las nuestras son como pintadas; o como si fueran de hielo, añade San Vicente Ferrer.

Y la razón de esto consiste en que el fuego terrenal fué creado para utilidad nuestra; pero el del in­fierno sólo para castigo fué formado.

«Muy diferentes son —dice Tertuliano— el fuego que se utiliza para el uso del hombre y el que sirve para la justicia de Dios.» La indignación de Dios enciende esas llamas de venganza (Jer., 15, 14); y por esto Isaías (4, 4) llama espíritu de ardor al fuego del infierno.

 El réprobo estará dentro de las llamas, rodeado de ellas por todas partes, como leño en el horno. Tendrá abis­mos de fuego bajo sus plantas, inmensas masas de fue­go sobre su cabeza y alrededor de sí. Cuanto vea, toque o respire, fuego ha de respirar, tocar y ver. Sumergido estará en fuego como el pez en el agua. Y esas llamas no se hallarán sólo en derredor del réprobo, sino que pe­netrarán dentro de él, en sus mismas entrañas, para ator­mentarle.

 El cuerpo será pura llama; arderá el corazón en el pe­cho, las vísceras en el vientre, el cerebro en la cabeza, en las venas la sangre, la medula en los huesos. Todo condenado se convertirá en un horno ardiente (Salmo 20, 10).

 Hay personas que no sufren el ardor de un suelo ca­lentado por los rayos del sol, o estar junto a un brasero encendido, en cerrado aposento, ni pueden resistir una chispa que les salte de la lumbre, y luego no temen aquel fuego que devora, como dice Isaías (33, 14). Así como una fiera devora a un tierno corderillo, así las llamas del infierno devorarán al condenado. Le devorarán sin darle muerte.

 «Sigue, pues, insensato— dice San Pedro Damián ha­blando del voluptuoso—; sigue satisfaciendo tu carne, que un día llegará en que tus deshonestidades se con­vertirán en ardiente pez dentro de tus entrañas y harán más intensa y abrasadora la llama infernal en que has de arder» (3).

 Y añade San Jerónimo (4) que aquel fuego llevará con­sigo todos los dolores y males que en la tierra nos atribulan; hasta el tormento del hielo se padecerá allí (Jb., 24, 19). Y todo ello con tal intensidad, que, como dice San Juan Crisóstomo, los padecimientos de este mundo son pálida sombra en comparación de los del infierno.

 Las potencias del alma recibirán también su adecua­do castigo. Tormento de la memoria será el vivo recuerdo del tiempo que en vida tuvo el condenado para salvarse y lo gastó en perderse, y de las gracias que Dios le dio y fueron menospreciadas. El entendimiento padecerá considerando el gran bien que ha perdido perdiendo a Dios y el Cielo, y ponderando que esa pérdida es ya irremediable. La voluntad verá que se le niega todo cuanto desea (Sal. 140, 10).

 El desventurado réprobo no tendrá nunca nada de lo que quiere, y siempre ha de tener lo que más aborrezca: males sin fin. Querrá librarse de los tormentos y disfrutar de paz. Mas siempre será atormentado, jamás hallará momento de reposo.

  1. S. P. Dam., epist. 6.
  2. Epist. Ad Pam.

AFECTOS Y SÚPLICAS

Vuestra Sangre y vuestra muerte son, Jesús mío, mi esperanza. Habéis muerto por librarme de la muerte eterna. ¿Y quién, Señor, alcanzó mayor parte en los méritos de vuestra Pasión qué este miserable, tantas veces merecedor del infierno?... No permitáis que continúe siendo ingrato a tantas gracias como me habéis concedido.

 Librándome del infierno, quisisteis que no ardiese yo en las llamas eternas, sino en el dulce fuego de vuestro amor. Ayudadme, pues, a fin de que cumpla vuestros deseos. Si estuviese en el infierno, no podría amaros. Pero ya que ahora puedo amar, amaros quiero...

 Os amo, Bondad infinita; os amo, Redentor mío, que tanto me habéis amado. ¿Como he podido vivir tan lar­go tiempo olvidado de Vos? Mucho, Señor, os agradezco que Vos no me hayáis olvidado. De no haber sido así, hallaría me ahora en el infierno, o no tendría dolor de mis culpas.

Este dolor de corazón por haberos ofendido, este de­seo que siento de amaros mucho, dones son de vuestra gracia, que me, auxilia y vivifica... Gracias, Dios mío. Espero consagraros la vida que me resta. A todo renun­cio, y quiero pensar únicamente en serviros y compla­ceros.

Imprimid en mi alma el recuerdo del infierno que merecí y de la gracia que me disteis, y no permitáis que, apartándome otra vez de Vos, vuelva a condenarme yo mismo a los tormentos de aquella cárcel...


¡Oh Madre de Dios, rogad por este pecador arrepen­tido! Vuestra intercesión me libró del infierno. Librad­me también del pecado, único motivo capaz de acarrear­me nueva condenación.

   


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