Novena de Santa María de Guadalupe
6» Día Sexto
Autor: P. Manuel Canal Montañés
INTRODUCCIÓN
Virgen Santa María de Guadalupe, Madre de Dios y Madre nuestra, que en los albores de la nueva historia, cuando un mundo nuevo y un Continente desconocido salían del mar; tú, estrella del mar, te convertías en luz y esperanza para una nueva raza que estaba a punto de nacer.
Tú llegaste, Capitana de mares, como Señora y Madre de la nueva nave de la fe y la esperanza a nuestras orillas, con la única misión de ser nuestra Madre y no dejarnos en la orfandad, y en la noche de nuestras denotas, tú, Santa María de Guadalupe, nuestra Victoria. Tú, la aurora de nuestra fe y la esperanza plena.
LECTURA
Lc 2, 46-47
« ... Y como no lo encontraron, volvieron a Jerusalén en su busca. Lo encontraron por fin sentado, escuchando y preguntando a los maestros en el templo».
Texto guadalupano
«Al punto se fue Juan Diego al palacio del Señor Obispo. Apenas llego, hizo todo empeño
por verlo, y otra vez con mucha dificultad lo vio y lloro al exponerle el mandato de la
Señora del Cielo, de erigirle a la Inmaculada su templo».
REFLEXIÓN
Madre Virgen Santa María de Guadalupe, cuantos días buscaste a tu Hijo, y cuanta ansiedad traspasaría tu alma, y tu corazón de Madre al no encontrarle, hasta dar con El en el templo. Tú sabías que tu Hijo era también Hijo de Dios, y desconsolada lo buscabas con la esperanza de hallarlo pronto. Pasaron tres días de angustia y amargura, hasta que tus ojos lo divisaron allí entre los doctores, dialogando. Fuiste a su encuentro.
El Evangelio relata ese momento, pero no nos dice nada de la ternura que embargo tu corazón al estrecharlo entre tus brazos; nada de tu esperanza colmada por aquel encuentro, y El regreso contigo y con José, a la casa de Nazaret.
Así, el relato de tu encuentro con Juan Diego nos canta tu deseo de ver erigido un templo donde tus plantas de Madre descansaron sobre nuestro suelo mexicana para desde allí cuidamos, protegernos, escucharnos, mostrarnos tu amor y abrazarnos con ese abrazo único de Madre Única. Pero el relato enmudece aquí.
¿Cómo fue tu voz, cuando nos llamaste tus hijos los más pequeños»? Señora Santa María de Guadalupe, ¿cómo darte las gracias por haber elegido quedarte con nosotros, recuperar y devolvemos la dignidad que nos habían robado los sufrimientos y las derrotas? Tú eras la nueva esperanza hecha realidad; ya no estábamos huérfanos, pues te proclamaste nuestra Madre y ahora eras, eres y serás siempre la Madre de la Esperanza del pueblo mexicano, al que enseñaste a creer, alimentar, defender y mantener encendida la esperanza, en medio de la noche del dolor.
Qué fecunda Madre fue la lluvia de rosas con que encendiste la noche de nuestra fe y la llenaste de esperanza. Ojalá jamás olvidemos esas dos palomas que aletean entre el milagro de la rosa, la fe y la esperanza, y las dejemos anidar en nuestras vidas, fortaleciéndonos el corazón y trayéndonos la paz. Por Jesucristo Nuestro Señor. Amén.
PRECES
Oremos a Santa María de Guadalupe, Madre de Dios y Madre nuestra, que supo esperar, como ninguna otra criatura lo ha sabido hacer, la venida y nacimiento de su Hijo, Dios y Hombre, en el silencio y en la prueba; en el dolor y en la soledad; en la pobreza y en la contradicción, y que ella nos ayude a nosotros a mantener siempre despierta y en alerta la esperanza. Digamos:
-Santa María de Guadalupe, ruega por nosotros.
Por la Iglesia de la que eres Madre, para que refleje ante el mundo la esperanza que alumbraste en la primera Navidad de la historia y, transcendiendo el tiempo, sigues alumbrándola, en esos trabajosos nacimientos de Jesús en las almas. Oremos.
-Santa María de Guadalupe, ruega por nosotros.
Por el Papa, los obispos, los sacerdotes, las religiosas y religiosos y cuantos cuidan de la Iglesia de tu Hijo; que se sientan alegres y esperanzados haciendo que la vida en Dios, que Jesús nos trajo, se traduzca en vida abundante para todos los hombres y pueblos, especialmente los más necesitados, oremos.
-Santa María de Guadalupe, ruega por nosotros.
Por quienes no tienen techo ni trabajo y caminan sin rumbo por la vida; por los inmigrantes desplazados y separados de sus familias, para que sean acogidos y encuentren solidaridad en los creyentes, y que compartamos con ellos la ayuda y la amistad fraterna, oremos.
-Santa María de Guadalupe, ruega por nosotros.
-Se rezan tres Avemarías.
-En silencio pídanse las gracias que deseemos alcanzar en esta novena.
- Se reza la oración final para todos los días (p.5).