Tuesday April 23,2024
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EL EVANGELIO
COMO ME HA SIDO REVELADO


El Evangelio como me ha sido revelado

Autor: María Valtorta

« PARTE 2 de 7 »

PRIMER AÑO DE LA
VIDA PUBLICA DE JESUS

Partes: [ 1 ] [ 2 ] [ 3 ]
[ 4 ] [ 5 ] [ 6 ] [ 7 ]



44. Adiós a la Madre
y salida de Nazaret.
Llanto y oración de la Corredentora.

45. Predicación de Juan el Bautista y Bautismo de Jesús.
La manifestación divina.

46. Jesús tentado por Satanás en el desierto. Cómo se vencen las tentaciones.

47. El encuentro con Juan y Santiago.

48. Juan y Santiago refieren a Pedro su encuentro con el Mesías.

49. El encuentro con Pedro
y Andrés después de un
discurso en la sinagoga

50. En Betsaida, en casa de Pedro. Encuentro con Felipe
y Natanael.

51. María manda a Judas Tadeo a invitar a Jesús
a las bodas de Cana.

52. Las bodas de Caná. El Hijo, no sujeto ya a la Madre, lleva a cabo para Ella el primer milagro.

53. Los mercaderes expulsados del Templo.

54. El encuentro con Judas de Keriot y con Tomás. Simón Zelote curado de la lepra.

55. Un encargo confiado
a Tomás.

56. Simón Zelote y Judas Tadeo unidos en común destino.

57. En Nazaret con Judas Tadeo
y con otros seis discípulos.

58. Curación de un ciego en Cafarnaúm.

59. Curación de un endemoniado en la sinagoga de Cafarnaúm.

60. Curación de la suegra de Simón Pedro.

61. Jesús agracia a los pobres después de exponer la parábola del caballo amado por el rey.

62. Los discípulos buscan a Jesús, que está orando en la noche.

63. El leproso curado
cerca de Corazín.

64. El paralítico curado en Cafarnaúm.

65. La pesca milagrosa
y la elección de los primeros cuatro apóstoles.

66. Judas de Keriot en
Getsemaní se hace discípulo.

67. El milagro de los puñales partidos, en la Puerta de los Peces.

68. Jesús enseña en el Templo estando con Judas Iscariote.

69. Jesús instruye a Judas Iscariote.

70. En Getsemaní con Juan de Zebedeo. Comparación entre el Predilecto y Judas de Keriot.

71. Judas Iscariote presentado
a Juan y a Simón Zelote.

72. Hacia Belén con Juan, Simón Zelote y Judas Iscariote.

73. En Belén, en casa de un campesino y en la gruta
de la Natividad.

74. En la posada de Belén y en las ruinas de la casa de Ana.

75. Jesús encuentra
a los pastores Elías y Leví.

76. En Yuttá, en casa del pastor Isaac. Sara y sus niños.

77. En Hebrón en casa de Zacarías. El encuentro con Áglae.

78. En Keriot. Muerte
del anciano Saúl.

79. Volviendo donde los pastores.

80. En el monte del ayuno
y en la peña de la tentación.

81. En el vado del Jordán con los pastores Simeón, Juan y Matías. Un plan para liberar
a Juan el Bautista.

82. En Jericó. Judas Iscariote cuenta cómo ha vendido
las joyas de Áglae.

83. Jesús sufre a causa de Judas, que es enseñanza viva para los apóstoles de todos los tiempos.

84. El encuentro con
Lázaro de Betania.

85. Antes de ir al Getsemaní, Jesús y el Zelote suben al Templo, donde está hablando Judas Iscariote.

86. El encuentro con el soldado Alejandro en la Puerta
de los Peces.

87. Con pastores y discípulos en las cercanías de Doco.
Isaac se queda en Judea.

88. Donde el pastor Jonás, en la llanura de Esdrelón.

89. Adiós a Jonás y llegada de Jesús a Nazaret.

90. La llegada a Nazaret de los discípulos con los pastores.

91. Primera lección a los discípulos en Nazaret,
en un olivar.

92. Segunda lección a los discípulos en Nazaret,
junto a la casa.

93. Tercera lección a los discípulos en Nazaret, en el huerto de la casa. Palabras de consuelo a Judas de Alfeo.

94. Curación de la Beldad de Corazín. Jesús habla en la sinagoga de Cafarnaúm.

95. Santiago de Alfeo recibido como discípulo. Jesús habla junto al banco de Mateo.

96. Jesús responde a la acusación de haber curado en sábado a la Beldad de Corazín.

97. La llamada de Mateo.

98. Encuentro con la Magdalena en el lago y lección a los discípulos cerca de Tiberíades.

99. En Tiberíades
en la casa de Cusa.

100. En Nazaret en casa del anciano y enfermo Alfeo.
No es fácil la vida del apóstol.

101. Jesús pregunta a su Madre acerca de los discípulos.

102. Encuentro con el ex pastor Jonatán y curación
de Juana de Cusa.

103. En los altos del Líbano, donde los pastores
Benjamín y Daniel.

104. Aava reconciliada con su marido. Noticias sobre
la muerte de Alfeo
y sobre el rescate de Jonás.

105. Los demás hablan bajo para no turbar su dolor.

106. Expulsión de Nazaret. Jesús consuela a su Madre. Reflexiones sobre cuatro contemplaciones.

107. Jesús y su Madre en casa
de Juana de Cusa.

108. Discurso a los vendimiadores y curación
del niño paralítico.

109. En los campos de Jocanán y en los de Doras. Muerte de Jonás.

110. En casa de Jacob en las cercanías del lago Merón.

111. Encuentro con Salomón en el vado del Jordán. Parábola sobre la conversión de los corazones.

112. De Jericó a Betania.
El encuentro con Marta,
que habla de María.

113. Regreso a Betania después de la fiesta de los Tabernáculos.

114. En el convite de José de Arimatea. Encuentro
con Gamaliel y Nicodemo.

115. Curación del niño arrollado por el caballo de Alejandro.
Jesús expulsado del Templo.

116. En Getsemaní con Jesús, los discípulos hablan de los paganos y de la "velada".
El coloquio con Nicodemo.

117. Lázaro pone a disposición de Jesús una casita en el llano
de Agua Especiosa.

118. Comienzo de vida común
en Agua Especiosa.
Discurso de apertura.

119. Los discursos en Agua Especiosa, Parte 1: Yo soy el Señor tu Dios. Jesús bautiza como Juan.

120. Los discursos en Agua Especiosa, Parte 2 : Yo soy el Señor tu Dios. Jesús bautiza como Juan.

121. Los discursos en Agua Especiosa: No profieras en vano mi Nombre. La visita de Manahén.

122. Los discursos en Agua Especiosa: Honra a tu padre
y a tu madre. Curación de un deficiente mental.

123. Los discursos en Agua Especiosa: No fornicarás. La afrenta de cinco hombres notables.

124. Se da alojamiento a la "velada" en la casita de Agua Especiosa.

125. Los discursos en Agua Especiosa: Santifica las fiestas. El niño de las piernas fracturadas.

126. Los discursos en Agua Especiosa: No matarás.
Muerte de Doras.

127. Los discursos en Agua Especiosa: No tentarás al Señor tu Dios. Testimonio
de Juan el Bautista.

128. Los discursos en Agua Especiosa: No desearás la mujer del prójimo. El joven lujurioso.

129. La curación, en Agua Especiosa, de un romano endemoniado.

130. Los discursos en Agua Especiosa: No dirás falsos testimonios. El pequeño Asrael.

131. Los discursos en Agua Especiosa: No robes y no desees los bienes ajenos. El pecado de Herodes.

132. Discurso de conclusión, en Agua Especiosa, antes de la fiesta de la Purificación.

133. El trabajo oculto de Andrés. Una carta a Jesús de su Madre. Jesús debe dejar Agua Especiosa.

134. La curación de Jerusa
en Doco.

135. Llegada a Betania. La Magdalena escucha
el discurso de Jesús.

136. En la fiesta de las Encenias, en casa de Lázaro, se hace memoria del nacimiento de Jesús.

137. Jesús regresa a Agua Especiosa, pero debe
abandonar el lugar.

138. Despedida del encargado de Agua Especiosa, y del arquisinagogo Timoneo, que se hace discípulo.

139. En los montes de las cercanías de Emaús. El carácter de Judas Iscariote y las cualidades de los buenos.

140. En Emaús, en casa del arquisinagogo Cleofás. Un caso de incesto. Fin del primer año.

 

 

68- Jesús enseña en el Templo estando
con Judas Iscariote


Veo a Jesús entrando, con Judas a su lado, en el recinto del Templo; pasa la primera terraza, o rellano de la grada si se prefiere; se detiene en un pórtico que rodea un amplio patio solado con mármoles de colores distintos. El lugar es muy bonito y está lleno de gente.

Jesús mira a su alrededor y ve un sitio que le gusta. Pero, antes de dirigirse a él, dice a Judas:

- Llámame al responsable de este lugar. Debo presentarme para que no se diga que falto a las costumbres y al respeto.

- Maestro, Tú estás por encima de las costumbres. Nadie tiene más derecho que Tú a hablar en la Casa de Dios; Tú, su Mesías.

- Yo eso lo sé, y tú también lo sabes, pero ellos no. No he venido para escandalizar, como tampoco para enseñar a violar la Ley o las costumbres; antes bien, he venido justamente para enseñar respeto, humildad y  obediencia; para hacer desaparecer los escándalos. Por ello quiero pedir el permiso para hablar en nombre de Dios, haciéndome reconocer digno de ello por el responsable del lugar.

- La otra vez no lo hiciste.
- La otra vez me abrasaba el celo de la Casa de Dios, profanada por demasiadas cosas. La otra vez Yo era el Hijo del Padre, el Heredero que en nombre del Padre y por amor de su Casa actuaba con la majestad que me es propia y que está por encima de magistrados y sacerdotes. Ahora soy el Maestro de Israel, y le enseño a Israel también esto. Y además, Judas, ¿tú crees que el discípulo es más que su Maestro?

- No, Jesús.
- ¿Y tú quién eres? ¿Y quién soy Yo?
- Tú, el Maestro; yo, el discípulo.
- Y entonces, si reconoces que son así las cosas, ¿por qué quieres enseñar a tu Maestro? Ve y obedece. Yo obedezco a mi Padre, tú obedece a tu Maestro. Condición primera del Hijo de Dios es ésta: obedecer sin discutir, pensando que el Padre sólo puede dar órdenes santas; condición primera del discípulo es obedecer a su Maestro, pensando que el Maestro sabe y sólo puede dar órdenes justas.

- Es verdad. Perdona. Obedezco.
- Perdono. Ve. Escucha, Judas, esta otra cosa: acuérdate de esto, recuérdalo siempre.

- ¿Obedecer? Sí.
- No. Recuerda que Yo fui respetuoso y humilde para con el Templo; para con el Templo, o sea, con las clases  poderosas. Ve.

Judas lo mira pensativo, interrogativamente... pero no se atreve a preguntar nada más, y se va meditabundo.

Vuelve con un personaje solemnemente vestido.
- Este es, Maestro, el magistrado.
- La paz sea contigo. Solicito enseñar, entre los rabíes de Israel, a Israel.

-¿Eres rabí?
- Lo soy.
- ¿Quién fue tu maestro?

- El Espíritu de Dios, que me habla con su sabiduría y me ilumina cada una de las palabras de los Textos Santos.
- ¿Eres más que Hil.lel, Tú, que sin maestro afirmas que sabes toda doctrina? ¿Cómo puede uno formarse si no hay uno que le forme?

- Como se formó David, pastorcito ignorante que llegó a ser rey poderoso y sabio por voluntad del Señor.

- Tu nombre.
- Jesús de José de Jacob, de la estirpe de David, y de María de Joaquín, de la estirpe de David, y de Ana de Aarón; María, la Virgen que casó en el Templo, porque era huérfana, el Sumo Sacerdote, según la ley de Israel.

- ¿Quién lo prueba?
- Todavía debe haber aquí levitas que se acuerden de ese hecho, coetáneos de Zacarías de la clase de Abías, pariente mío. Pregúntaselo a ellos, si dudas de mi sinceridad.

- Te creo. ¿Pero quién me prueba que sepas enseñar?
- Escúchame y podrás juzgar por ti mismo.
- Si quieres puedes enseñar... Pero... ¿no eres nazareno?
- Nací en Belén de Judá en tiempos del censo ordenado por el César. Proscritos a causa de disposiciones injustas, los hijos de David están por todas partes. Pero la estirpe es de Judá.
- Ya sabes... los fariseos... toda Judea... respecto a Galilea...
- Lo sé. No temas. En Belén vi la luz por primera vez, en Belén Efratá de donde viene mi estirpe; si ahora vivo en Galilea es sólo para que se cumpla lo que está escrito...
El magistrado se aleja unos metros acudiendo a una llamada.

Judas pregunta:

- ¿Por qué no has dicho que eres el Mesías?
- Mis palabras lo dirán.
- ¿Qué es lo que está escrito y debe cumplirse?
- La reunión de todo Israel bajo la enseñanza de la palabra del Cristo. Yo soy el Pastor de que hablan los Profetas, y vengo a reunir a las ovejas de todas las regiones, a curar a las enfermas, a conducir al pasto bueno a las errantes. Para mí no hay Judea o Galilea, Decápolis o Idumea. Sólo hay una cosa: el Amor que mira con un único ojo y une en un único abrazo para salvar..
.
Se le ve inspirado a Jesús. ¡Tanto sonríe a su sueño, que parece emanar destellos! Judas lo observa admirado.

Entre tanto, algunas personas, curiosas, se han acercado a los dos, cuyo aspecto imponente — distinto en ambos — atrae e impresiona.

Jesús baja la mirada. Sonríe a esta pequeña multitud con esa sonrisa suya cuya dulzura ningún pintor podrá nunca reflejar fidedignamente y ningún creyente que no la haya visto puede imaginar. Y dice:

- Venid, si os sentís deseosos de palabras eternas.
Se dirige hacia un arco del pórtico; bajo él, apoyado en una columna, empieza a hablar. Toma como punto de partida lo  que había sucedido por la mañana.

- Esta mañana, entrando en Sión, he visto que por pocos denarios dos hijos de Abraham estaban dispuestos a matarse.

Habría podido maldecirlos en nombre de Dios, porque Dios dice: "No matarás", y también afirma que quien no obedece a su ley será maldito. Pero he tenido piedad de su ignorancia respecto al espíritu de la Ley y me he limitado a impedir el homicidio, para que puedan arrepentirse, conocer a Dios, servirle obedientemente, amando no sólo a quien los ama, sino también a los enemigos.

Sí, Israel. Un nuevo día surge para ti. Más luminoso se hace el precepto del amor. ¿Acaso empieza el año con el nebuloso Etanim, o con el triste Kisléu de jornadas más breves que un sueño y noches tan largas como una desgracia? No, el año comienza con el florido, luminoso, alegre Nisán, cuando todo ríe y el corazón del hombre, aun el más pobre y triste, se abre a la
esperanza porque llega el verano, la cosecha, el sol, la fruta; cuando dulce es dormir, incluso en un prado florecido, con las estrellas como candil; cuando es fácil alimentarse porque todo terrón produce hierba o fruto para el hambre del hombre.

Mira, Israel. Ha terminado el invierno, tiempo de espera. Ahora toca la alegría de la promesa que se cumple. El Pan y el Vino pronto se ofrecerán para saciar tu hambre. El Sol está entre vosotros. Todo, ante este Sol, adquiere un respiro más dulce y amplio, incluso el precepto de nuestra Ley, el primero, el más santo entre los preceptos santos: 'Ama a tu Dios y ama a tu
prójimo".

En el marco de la luz relativa que hasta ahora te ha sido concedida, se te dijo — no habrías podido hacer más, porque  sobre ti pesaba todavía la cólera de Dios por la culpa de Adán de falta de amor — se te dijo: 'Ama a los que te aman y odia a tu enemigo". Pero era tu enemigo no sólo quien traspasaba las fronteras de tu patria, sino también el que te había faltado en privado, o que te parecía que hubiera faltado. Así que el odio anidaba en todos los corazones, porque ¿quién es el hombre que, queriendo o sin querer, no ofende al hermano, y quién el que llega a la vejez sin que le hayan ofendido?

Yo os digo: amad incluso a quien os ofende. Hacedlo pensando que Adán fue un prevaricador respecto a Dios, y que por  Adán todo hombre lo es, y que no hay ninguno que pueda decir: "Yo no he ofendido a Dios". Y, sin embargo, Dios perdona no una sola vez, sino muchas, muchísimas, muchísimas veces, y es prueba de ello la permanencia del hombre sobre la tierra.

Perdonad, pues, como Dios perdona. Y, si no podéis hacerlo por amor hacia el hermano que os ha perjudicado, hacedlo por amor a Dios, que os da pan y vida, que os tutela en las necesidades terrenas y ha orientado todo lo que sucede a procuraros la eterna paz en su seno. Esta es la Ley nueva, la Ley de la primavera de Dios, del tiempo florecido de la Gracia que se ha hecho  presente entre los hombres, del tiempo que os dará el Fruto sin igual que os abrirá las puertas del Cielo.

La voz que hablaba en el desierto no se oye, pero no está muda. Habla todavía a Dios en favor de Israel y le habla todavía en el corazón a todo israelita recto, y dice — después de haberos enseñado: a hacer penitencia para preparar los caminos al Señor que viene; a tener caridad dando lo superfluo a quien no tiene ni siquiera lo necesario; a ser honestos no causando extorsiones o maltratando a nadie — os dice: "El Cordero de Dios, quien quita los pecados del mundo, quien os bautizará con el fuego del Espíritu Santo está entre vosotros; El limpiará su era, recogerá su trigo".

Sabed reconocer a Aquel que el Precursor os indica. Sus sufrimientos se elevan a Dios para procuraros luz. Ved. Ábranse vuestros ojos espirituales. Conoceréis la Luz que viene. Yo recojo la voz del Profeta que anuncia al Mesías, y, con el poder que me viene del Padre, la amplifico, y añado mi poder, y os llamo a la verdad de la Ley. Preparad vuestros corazones a la gracia de la Redención cercana. El Redentor está entre vosotros. Dichosos los dignos de ser redimidos por haber tenido buena voluntad.

La paz sea con vosotros.
Uno pregunta:
- Hablas con tanta veneración del Bautista, que se diría que eres discípulo suyo. ¿Es así?.
- Él me bautizó en las orillas del Jordán antes de que lo apresaran. Le venero porque él es santo a los ojos de Dios. En verdad os digo que entre los hijos de Abraham no hay ninguno que lo supere en gracia. Desde su venida hasta su muerte, los ojos de Dios se habrán posado sin motivo de enojo sobre este bendito.

- ¿Él te confirmó lo relativo al Mesías?
- Su palabra, que no miente, señaló el Mesías vivo a los presentes.
- ¿Dónde? ¿Cuándo?
- Cuando llegó el momento de señalarlo.
Judas se siente en el deber de decir a diestro y siniestro:
- El Mesías es el que os está hablando. Yo os lo testifico, yo que lo conozco y soy su primer discípulo.

- ¡Él!... ¡Oh!... - La gente, atemorizada, se echa un poco hacia atrás. Pero Jesús se muestra tan dulce, que vuelven a acercarse.

- Pedidle algún milagro. Es poderoso. Cura. Lee los corazones. Da respuesta a todos los porqués.
- Habíale; para mí, que estoy enfermo. El ojo derecho está muerto, el izquierdo se está secando...

- Maestro.
- Judas - Jesús, que estaba acariciando a una niña pequeña, se vuelve.
- Maestro, este hombre está casi ciego y quiere ver. Le he dicho que Tú puedes curarlo.
- Puedo para quien tiene fe. Hombre, ¿tienes fe?
- Yo creo en el Dios de Israel. Vengo aquí para meterme en Betesda, pero siempre hay uno que me precede.

- ¿Puedes creer en mí?
- Si creo en el ángel de la piscina, ¿no voy a creer en ti, de quien tu discípulo dice que eres el Mesías?
Jesús sonríe. Se moja el dedo con saliva y roza apenas el ojo enfermo.
- ¿Qué ves?
- Veo las cosas sin la niebla de antes. Y el otro, ¿no me lo curas?
Jesús sonríe de nuevo. Vuelve a hacer lo mismo, esta vez con el ojo ciego.
- ¿Qué ves? - le pregunta, levantando del párpado caído la yema del dedo.
- ¡Ah, Señor de Israel, veo tan bien como cuando de niño corría por los prados! ¡Bendito Tú, eternamente! - El hombre llora postrado a los pies de Jesús.

- Ve. Sé bueno ahora por gratitud hacia Dios.
Un levita, que había llegado cuando estaba concluyéndose el milagro, pregunta:
- ¿Con qué facultad haces estas cosas?
- ¿Tú me lo preguntas? Te lo diré, si me respondes a una pregunta. Según tu parecer, ¿es más grande un profeta que profetiza al Mesías o el Mesías mismo?

- ¡Qué pregunta! El Mesías es el más grande: ¡es el Redentor que el Altísimo ha prometido!
- Entonces, ¿por qué los profetas hicieron milagros? ¿Con qué facultad?
- Con la facultad que Dios les daba para probar a las multitudes que Él estaba con ellos.
- Pues bien, con esa misma facultad Yo hago milagros. Dios está conmigo, Yo estoy con Él. Yo les pruebo a las multitudes que es así, y que el Mesías bien puede, con mayor razón y en mayor medida, lo que podían los profetas.

El levita se marcha pensativo y todo termina.

   


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