Friday April 19,2024
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MIS ENCUENTROS
CON MARIA




Autora: Maria Susana Ratero

Parte 1

Partes: [ 1 ] [ 2 ]


»Introducción 

»1.-Anuncios Dolorosos

»2.-Carta de Maria
para ti Mujer

»3.-Con María en Pascua
de Resurrección

»4.-Con María acompañando
a Juan Pablo II

»5.-Con María amasando la primera Eucaristía

»6.-Con María aprendiendo
de su admirable asunción

»7.-Con María bebiendo
del río de rosas

»8.-Con María caminando
hacia Belén

»9.-Con María caminando
la cuaresma

»10.-Con María camino
de Emaús

»11.-Con María camino
del calvario

»12.-Con María el día de
los Santos inocentes

»13.-Con María el día de su presentación al templo

»14.-Con María en busca del Sagrado Corazón

»15.-Con María en domingo
de Ramos

»16.-Con María en la carreta
de mi vida

»17.-Con María en la fiesta
del Corspus

»18.-Con María en la puerta
de la Misericordia

»19.-Con María esperando
la Resurrección

»20.-Con María esperando Pentecostés

»21.-Con María levantando
el Corazón

»22.-Con María recordando
la Anunciación

»23.-Con María recordando
la Ascención

»24.-Con María y la soledad
de Jesús Sacramentado

»25.-Con María y un Rosario
antes de Misa

»26.-Con María en Caná
de Galilea

»27.-De cara al mundo

»28.-Desde las pequeñas cosas

»29.-El Angel Gabriel y la Inmaculada

»30.-El Avemaría desde
tu corazón


 

Con Maria en la carreta de mi vida


   El milagro de Luján, en Argentina, se produce en el año 1630 cuando, al trasladar dos imágenes de Maria Santísima desde Buenos Aires a Santiago del Estero, frente al río Lujan, la carreta que las transporta no puede ser movida por los bueyes. Cuando bajan una imagen de Maria, la carreta se mueve, si la suben nuevamente, la carreta queda inmóvil. Allí entonces se comprende la voluntad de Maria de quedarse en esas tierras...

      Esta tarde me acerco a ti, Madrecita, en el silencio de la Parroquia...

     Tu imagen de la Inmaculada Concepción tiene unos rayos dorados que nos recuerdan los rayos de la rueda de la carreta... La carreta. Y me pregunto que pueden significar para mí, pues no alcanzo a comprender. Los rayos. La carreta... una carreta inmóvil que significó un milagro aquel lejano 8 de mayo de 1630.

8 de mayo, hija mía, habrá en tu vida tantos 8 de mayo como sean necesarios para la salvación de tu alma.

¿Qué significa eso, Señora mía?

Que detendré la carreta de tu vida tantas veces como sea necesario ¡Ay, hija mía, si supieras cuantas veces lo he hecho!

¿Qué dices, Madre?¿La carreta de mi vida? Explícame, por favor...

Verás, para mis devotos fieles y sinceros, el milagro de Lujan lo repito una y otra vez en sus vidas. Algunas veces lo notan y otras no. Pero mi amor de Madre y mi gran deseo de la salvación de sus almas, hace que no tenga en cuenta sus olvidos...

¿Podrías ser más explícita, Madre querida? Es que.. no llego a comprenderte.

Te explicaré con más detalle. Cuando tú me subes a la carreta de tu vida, no me quedo allí como simple pasajera, sino que me subo y tomo la mitad de las riendas del carruaje.

¿Y la otra mitad?

Pues, la tienes tú. Prosigo. Cuando veo que  vas por el camino acertado, no solo te ayudo sino que te muestro atajos y descansos. Hago tu viaje placentero y no te sientes fatigada. Pero cuando noto que no escoges el mejor camino para la salvación de tu alma, pues, detengo la carreta.

¿De veras?¿Eso haces? Y yo ¿Qué puedo hacer entonces?

Tienes las mismas opciones que tuvo la gente al lado del río Luján. O te detienes allí mismo y replanteas el viaje, o me bajas y sigues tu camino.

¡Vaya, Madre! Te aseguro que jamás lo había visto así. Pero sigue, sigue contándome.

Tal como te decía, si tomas la primera opción, de detener el viaje, entonces abro ante ti los caminos que conducen a la salvación de tu alma, si tu diriges el carruaje en la dirección que te propongo, entonces vuelvo a acompañarte. Como sabes, los caminos a veces son pavimentados, o sea, lisos y sin baches, pero también tienen partes con piedras o con lodo. A veces avanzas en medio de tormentas de lluvia y granizo que hace patinar la carreta y hasta amenaza con volcar. No debes temer en estos tramos, querida hija, pues estoy contigo. Aunque por la violencia del viento apenas si tengas fuerzas para sostener el carruaje y no reparen en mi presencia, allí estoy. Entonces, cuando amanece y el sol calienta el cuerpo y el alma, te voy curando las heridas que te dejó el vendaval.

¿Y si tomo la segunda opción?

Tienes amplia libertad para tomar la opción que quieras. Si eliges bajarme de la carreta, entonces seguirás tu camino, aunque te lleve al dolor y la desilusión.

¿Y ya no te veré mas?

No, hija, eso jamás. Siempre estaré, en cada recodo del camino, en cada tormenta del alma, siempre podrás detener el carruaje y subirme a él. Siempre tendré para ti caminos de salvación. Siempre tendré pronta gasas y vendas para curar tus heridas. Siempre seré puente entre tu corazón entristecido y dolorido y el de mi Hijo, lleno de misericordia y amor.

Señora, es que, muchas veces ni yo misma sé que opción tomo. A veces siento que ni siquiera tengo opción. ¿Cómo saber si vas conmigo en la carreta o si te ha bajado mi orgullo y vanidad, para ocupar ellos tu sitio y dejarme el alma vacía, sin música ni perfumes?

Mira, en el camino de la vida, como en todo camino, el conductor prudente va atento a las señales. Si ves que las señales que adornan tu camino agradarían a mi alma, entonces es que voy contigo. Si esas señales me entristeciesen, pues... entonces vas en otra compañía.

Ay, Madre, seguro soy la más torpe de todas tus hijas, otros te entenderían más fácilmente, pero a mí debes explicarme con más paciencia. ¿A qué señales te refieres?

      Suspiras y me miras. Es tan dulce tu mirada que me alegro de mi gran torpeza, pues me permite retenerte un ratito mas a mi lado oyendo tu dulce voz en el alma.

Son muchas, y están encadenadas unas a otras. Si, por ejemplo, tu compañera de la oficina te trata mal, tu puedes elegir, llenarte de enojo y rabia y salpicar a todos con tu orgullo herido, o perdonar, sonreír, y acercarte a tu compañera, cuando este más tranquila, para arreglar el asunto. Recuerda, el asunto termina siendo excusa, prueba, para ver tu respuesta. Si tu corazón se llenó primero de rabia y luego perdonó, es buena señal. Si se llenó de rabia y no pudo perdonar, pero lo acercas al confesionario en busca de ayuda, es buena señal. Si luego de la confesión buscas el abrazo de Jesús en la Santa Eucaristía, y ruegas por tu compañera, es preciosa señal.

Comprendo, Madre. No es la ausencia de rabia, de enojo o de orgullo la mala señal. No. La mala señal es no buscar el perdón, la calma, la amistad. La mala señal del camino es sentir que no me acerco al confesionario porque “no tengo pecados”, siendo éste el gran pecado de la vanidad. En todo caso, mejor me acerco al Sacramento de la Reconciliación y le digo al sacerdote “vengo a confesarme, padre, pero mi orgullo y vanidad no me permiten ver mis pecados, así que le confieso éste como el primero de la lista, dígame usted por donde sigo, pues yo no lo sé”. ¿Es así, Madre querida?

Así es. Tan simple como una carreta, unas riendas, y muchas señales, verdaderas unas, engañosas otras... La oración y los sacramentos como brújula del alma.

      Recuerdo, en silencio, cuantas veces te baje de la carreta de mi vida. Pero también cuántas te supliqué, en un recodo del camino, que subieras nuevamente, que no quería la mitad de las riendas, que te las daba todas.

      Recuerdo que cada vez te subiste, cada vez me consolaste. Recuerdo como me acompañabas al confesionario y te alegrabas conmigo cuando mi alma se hallaba en estado de gracia.

Madre querida. Toma la otra mitad de mis riendas. De una vez y para siempre. Guía tú la carreta de mi vida, llévame por los caminos que conducen al Corazón de Jesús.

      Me miras silenciosa, desde tu sencilla imagen de Lujan. Los rayos de la rueda que acompañan tu imagen  pareciera que comienzan a girar. Vamos caminando, Madre, vamos caminando y tú marcas el camino.

      Yo... yo sólo te sigo. Perdóname por todas las veces que te bajé de la carreta. También perdóname, de antemano, por todas las veces que intentare bajarte en el futuro. Perdóname y vamos, que ya giran los ejes, ya trotan los caballos, ya se inicia el viaje de este día. Sé que llegaré a un refugio seguro cuando se esconda el sol.

      Mañana emprenderemos nuevamente la marcha. Y así por todos los días de mi vida.

      Gracias Madre, porque desde el silencio de tu imagen, me enseñas a seguirte, a escucharte, a tomarte de la mano, para no errar el camino...

 

   

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