Tuesday April 16,2024
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VISIONES DE

ANA CATALINA EMMERICK

La dolorosa pasión de nuestro Señor Jesucristo
Libro 2
La Dolorosa Pasión de Nuestro Señor Jesucristo

Libro: [ 1 ] [ 2 ] [ 3 ]


»1.-Preparación de la Pascua

»2.-El Cenáculo

»3.-Disposiciones para el tiempo pascual

»4.-El Cáliz de la santa Cena

»5.-Jesús va a Jerusalén

»6.-Última Pascua

»7.-El lavatorio de los pies

»8.-Institución de la Sagrada Eucaristía

»9.-Instituciones secretas y consagraciones 

»10.-Jesús en el monte de los Olivos

»11.-Judas y los suyos

»12.-Prisión de Jesús

»13.-Jesús delante de Anás

»14.-Jesús delante de Caifás

»15.-Negación de Pedro

»16.-María en casa de Caifás

»17.-Jesús en la cárcel

»18.-Juicio de la mañana

»19.-Desesperación de Judas

»20.-Jesús conducido a presencia de Pilatos

»21.-Origen del Via Crucis

»22.-Pilatos y su mujer

»23.-Jesús delante de Herodes

»24.-De Herodes a Pilatos

»25.-Flagelación de Jesús 

»26.-La coronación de espinas

»27.-¡Ecce Homo!

»28.-Jesús condenado a muerte

»29.-Jesús con la Cruz a cuestas

»30.-Primera caída de Jesús debajo de la Cruz

»31.-Jesús encuentra a su Santísima Madre – Segunda caída

»32.-Simón Cirineo – Tercera caída de Jesús

»33.-La Verónica y el Sudario

»34.-Las hijas de Jerusalén

»35.-Jesús sobre el Gólgota

»36.-María y las santas mujeres van al Calvario

»37.-Jesús despojado de sus vestiduras y clavado en la cruz

»38.-Exaltación de la Cruz 

»39.-Crucifixión de los ladrones

»40.-Jesús crucificado y los dos ladrones

»41.-Primera palabra de Jesús en la Cruz

»42.-Eclipse de sol – Segunda y tercera palabras de Jesús

»43.-Estado de la ciudad y del templo - Cuarta palabra de Jesús

»44.-Quinta, sexta y séptima palabras. Muerte de Jesús

»45.-Temblor de tierra – Aparición de los muertos en Jerusalén

»46.-José de Arimatea pide a Pilatos el cuerpo de Jesús

»47.-Abertura del costado de Jesús – Muerte de los ladrones

»48.-El descendimiento

»49.-Jesús metido en el sepulcro

»50.-Los judíos ponen guardia en el sepulcro

»51.-Los amigos de Jesús el Sábado Santo

»52.-Jesús baja a los infiernos

»53.-La noche antes de la Resurrección

»54.-José de Arimatea puesto en libertad

»55.-La noche de la Resurrección

»56.-Resurrección del Señor

»57.-Las santas mujeres en el sepulcro

»58.-Relación de los guardias del sepulcro

»59.-Fin de estas meditaciones para la Cuaresma

 

 

Judas y los suyos


No creía Judas que su traición tendría el resultado que tuvo; el dinero sólo preocupaba su espíritu, y desde mucho tiempo antes se había puesto en relación con algunos fariseos y algunos saduceos astutos, que le excitaban a la traición halagándole. Estaba cansado de la vida errante y penosa de los Apóstoles. En los últimos meses no había cesado de robar las limosnas de que era depositario, y su avaricia, excitada por la liberalidad de Magdalena cuando derramó los perfumes sobre Jesús, lo llevó al último de sus crímenes. Había esperado siempre en un reino temporal de Jesús, y en él un empleo brillante y lucrativo. Se acercaba más y más cada día a sus agentes, que le acariciaban y le decían de un modo positivo que en todo caso pronto acabarían con Jesús. Se cebó cada vez más en estos pensamientos criminales, y en los últimos días había multiplicado sus viajes para decidir a los príncipes de los sacerdotes a obrar. Estos no querían todavía comenzar, y lo trataron con desprecio. Decían que faltaba poco tiempo antes de la fiesta, y que esto causaría desorden y tumulto. El Sanhedrín sólo prestó alguna atención a las proposiciones de Judas. Después de la recepción sacrílega del Sacramento, Satanás se apoderó de él, y salió a concluir su crimen. Buscó primero a los negociadores que le habían lisonjeado hasta entonces, y que le acogieron con fingida amistas. Vinieron después otros, entre los cuales estaban Caifás y Anás; este último le habló en tono altanero y burlesco. Andaban irresolutos, y no estaban seguros del éxito, porque no se fiaban de Judas. Cada uno presentaba una opinión diferente, y antes de todo preguntaron a Judas: "¿Podremos tomarlo? ¿No tiene hombres armados con Él?". Y el traidor respondió: "No; está solo con sus once discípulos: Él está abatido, y los once son hombres cobardes". Les dijo que era menester tomar a Jesús ahora o nunca, que otra vez no podría entregarlo, que no volvería más a su lado, que hacía algunos días que los otros discípulos de Jesús comenzaban a sospechar de él. Les dijo también que si ahora no tomaban a Jesús, se escaparía, y volvería con un ejército de sus partidarios para ser proclamado rey. Estas amenazas de Judas produjeron su efecto. Fueron de su modo de pensar, y recibió el precio de su traición: las treinta monedas. Judas, resentido del desprecio que le mostraban, se dejó llevar por su orgullo hasta devolverles el dinero hasta que lo ofrecieran en el templo, a fin de parecer a sus ojos como un hombre justo y desinteresado. Pero no quisieron, porque era el precio de la sangre que no podía ofrecerse en el templo.

Judas vio cuánto le despreciaban, y concibió un profundo resentimiento. No esperaba recoger los frutos amargos de su traición antes de acabarla; pero se había entremetido tanto con esos hombres, que estaba entregado a sus manos, y no podía librarse de ellos. Observábanle de cerca, y no le dejaban salir hasta que explicó la marcha que habían de seguir para tomar a Jesús. Cuando todo estuvo preparado, y reunido el suficiente número de soldados, Judas corrió al Cenáculo, acompañado de un servidor de los fariseos para avisarles si estaba allí todavía. Judas volvió diciendo que Jesús no estaba en el Cenáculo, pero que debía estar ciertamente en el monte de los Olivos, en el sitio donde tenía costumbre de orar. Pidió que enviaran con él una pequeña partida de soldados, por miedo de que los discípulos, que estaban alertas, no se alarmasen y excitasen una sedición. El traidor les dijo también tuviesen cuidado de no dejarlo escapar, porque con medios misteriosos se había desaparecido muchas veces en el monte, volviéndose invisible a los que le acompañaban. Les aconsejó que lo atasen con una cadena, y que usaran ciertos medio mágicos para impedir que la rompiera. Los judíos recibieron estos avisos con desprecio, y le dijeron: "Si lo llegamos a tomar, no se escapará". Judas tomó sus medidas con los que lo debían acompañar, y besar y saludar a Jesús como amigo y discípulo; entonces los soldados se presentarían y tomarían a Jesús. Deseaba que creyeran que se hallaba allí por casualidad; y cuando ellos se presentaran, él huiría como los otros discípulos, y no volverían a oír hablar de él. Pensaba también que habría algún tumulto; que los Apóstoles se defenderían, y que Jesús desaparecería, como hacía con frecuencia. Este pensamiento le venía cuando se sentía mortificado por el desprecio de los enemigos de Jesús; pero no se arrepentía, porque se había entregado enteramente a Satanás.

Los soldados tenían orden de vigilar a Judas y de no dejarlo hasta que tomaran a Jesús, porque había recibido su recompensa, y temían que escapase con el dinero. La tropa escogida para acompañar a Judas se componía de veinte soldados de la guardia del templo y de los que estaban a las órdenes de Anás y de Caifás. Judas marchó con los veinte soldados; pero fue seguido a cierta distancia de cuatro alguaciles de la última clase, que llevaban cordeles y cadenas; detrás de éstos venían seis agentes con los cuales había tratado Judas desde el principio. Eran un sacerdote, confidente de Anás, un afiliado de Caifás, dos fariseos y dos saduceos, que eran también herodianos. Estos hombres eran aduladores de Anás y de Caifás; le servían de espías, y Jesús no tenía mayores enemigos. Los soldados estuvieron acordes con Judas hasta llegar al sitio donde el camino separa el jardín de los Olivos del de Getsemaní; al llegar allí, no quisieron dejarlo ir solo delante, y lo trataron dura e insolentemente. 

 

   

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