PREDICCIÓN DE UNA NUEVA MUERTE
SUEÑO 87.—AÑO DE 1873.
Durante la visita que hiciera el [Santo] en el mes de diciembre de 1873 al colegio de Lanzo, contó un sueño semejante al anterior, haciendo referencia a una visita a los dormitorios, al canto del Miserere y a una muerte inminente.
Un joven llamado Julio Cavazzoli, de Fabbrico, diócesis de Guastalla, recomendado del Arcipreste de Campagnola, entró en el Oratorio en el 1870, pasando poco después a Lanzo, regresando al Oratorio en 1871; pero habiendo enfermado hacia fines de 1873 fue enviado nuevamente a Lanzo con la esperanza de que el clima de su nueva residencia le hubiese ayudado a recobrar la salud.
Y en Lanzo estaba cuando [San] Juan Don Bosco hizo al colegio la visita a que hemos aludido, contando al mismo tiempo el presente sueño que quedó muy grabado en la mente de los alumnos.
Carlos María Baratía, que hacía pocos días había entrado en el colegio de Lanzo, recordaba muchos años después al director del mismo, Don Lemoyne, que no había tomado nota alguna del hecho, ciertos detalles que ofrecemos al lector.
Le pareció a [San] Juan Don Bosco que un joven misterioso lo conducía a un dormitorio del Colegio. Todos los jóvenes descansaban en sus lechos. El guía, con una luz en la mano proyectándola sobre el rostro de los que dormían, daba a conocer al [Santo] los rostros de los muchachos.
Los primeros tenían la frente blanca, otros surcada por una raya negra, otros tenían dos rayas negras (pecados veniales); otros tenían el rostro oscurecido como la niebla o como las tinieblas (pecados mortales).
[San] Juan Don Bosco sacó un papel y con un lápiz apuntaba los nombres y el estado en que se encontraba cada uno. Al llegar al fondo del dormitorio fue cuando sintió cantar en el otro extremo, donde estaban los del rostro blanco, el Miserere.
—¿Qué significa este canto fúnebre?—, preguntó al joven misterioso que le acompañaba.
Y recibió esta respuesta:
—Ha muerto fulano de tal, el día tal.
—Pero ¿cómo es posible si hace poco estaba vivo?
—Ante Dios, el futuro es como el presente.
[San] Juan Don Bosco terminó diciendo que el hecho se verificaría de allá a un mes, pero no dio nombre alguno. Al mismo tiempo recordó a todos que estuviesen preparados.
Los jóvenes aseguraban que el [Santo] había dicho el nombre del tal al director.
Pasaron quince días y Cavazzoli cayó enfermo, muriendo poco después.
También Don Juan Gresino, que había entrado en el Colegio en 1872 nos exponía escuetamente el hecho, afirmando que [San] Juan Don Bosco había revelado al Director el nombre del que tenía que morir en breve.
Y el tal, joven de dieciocho años (había nacido en 1855) quince días después estaba a las últimas. “Fue confortado — como se lee en los registros parroquiales— con la Confesión, el Viático y la Bendición Papal”, pero no quería morir.
El director le hizo observar que era una suerte morir bien preparado, pues ¿quién podía asegurar que más tarde se encontraría en las mismas disposiciones?
—Bien; si es así, quiero morirme, pero ¿qué tengo que hacer para morirme?
Se le sugirieron algunas jaculatorias para obtener una buena muerte y las repitió con toda devoción.
—¡Ahí, querido Jesús... José y María... les doy el corazón y el alma mía... Jesús, José y María... asístanme en mi última agonía... (comenzaba el estertor)... Jesús... José... y María... expire... en vuestros brazos... en paz... el alma mía.
Y murió serenamente el 21 de diciembre a las diez y media. En Lanzo —recordaba Don Gresino— [San] Juan Don Bosco dijo que aquel sueño lo había tenido la noche precedente y esto no nos debe causar extrañeza, puesto que él mismo había asegurado que casi todas las noches soñaba que escuchaba a sus hijos en confesión.
En su inmensa caridad paterna bien merecía que el Señor le anunciase las muertes inminentes para que pudiese preparar a los que habían de morir, al gran paso.