Friday April 19,2024
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LOS SUEÑOS DE
SAN JUAN BOSCO


San Juan Bosco

Fuente: Reina del Cielo

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50.- El aguila, parte I

50.- El aguila, parte II

51.- El lirio y el gatazo

52.- Los monstruos y los niños

53.- La linterna mágical

54.- Las ofrendas simbólicas

55.- La inundación, parte I

55.- La inundación, parte II

56.- Una visita a los dormitorios

57.- Los cabritos

58.- Las espadas y los números

59.- Las reglas

60.- Los rebaños, parte I

60.- Los rebaños, parte II

61.- El purgatorio, parte I

61.- El purgatorio, parte II

62.- El jardín, parte I

62.- El jardín, parte II

63.- Saltando sobre el torrente

64.- Las fieras del prado

65.- El monstruo

66.- La muerte, el juicio, el paraíso

67.- La vid, parte I

67.- La vid, parte II

68.- El infierno, parte I

68.- El infierno, parte II

68.- El infierno, parte III

68.- El infierno, parte IV

69.- Vocación de una jóven

70.- El porvenir de un jóven

71.- La novena de la natividad de la Virgen

72.- Los dos supultureros

73.- Recorriendo los dormitorios

74.- La confesión y los lazos del demonio

75.- Castigos sobre Roma y París

76.- Muerte de un Salesiano

77.- Triunfo de la Iglesia

78.- Una visita al colegio de Lanzo

79.- El estandarte fúnebre

80.- Por los dormitorios en compañia de la Virgen

81.- El demonio en el patio

82.- El ruiseñor

83.- Al volver de vacaciones

84.- La Patagonia

85.- Los propósitos en la confesión

86.- Los pecados en la frente

87.- Predicción de una nueva muerte

88.- La Misericordia Divina

89.- Los senderos

90.- Monseñor Gastaldi

91.- La guerra Carlista de España

92.- Vocaciones tardías

93.- Un árbol prodigioso

94.- El corcel misterioso, parte I

94.- El corcel misterioso, parte II

95.- La palabra de Dios y la murmuración, parte I

95.- La palabra de Dios y la murmuración, parte II

96.- Anuncio de tres muertes, parte I

96.- Anuncio de tres muertes, parte II

97.- El auxilio del Cielo

98.- Beato Papa Pío IX

99.- La fe, nuestro escudo y nuestro triunfo, parte I

99.- La fe, nuestro escudo y nuestro triunfo, parte II

100.- Las ovejas fieles y las desertoras

101.- Trabajo y templanza, parte I

101.- Trabajo y templanza, parte II

101.- Trabajo y templanza, parte III

101.- Trabajo y templanza, parte IV


TRABAJO Y TEMPLANZA

SUEÑO 101 .—AÑO DE 1876. PART III

Nosotros entretanto, estupefactos y maravillados nos mirábamos los unos a los otros; ninguno hablaba, no sabíamos qué decir. Se esperaba que [San] Juan  Don Bosco hablase o que aquel personaje dijese alguna cosa. Cuando he aquí que, tomándome aparte aquel desconocido, me dijo:

—Ven, que te voy a hacer ver el triunfo de la Congregación de San Francisco de Sales. Súbete sobre esta roca y verás.

Era una gran peña que sobresalía en medió de aquella llanura in­conmensurable y yo me subí a ella. ¡Oh, qué inmensidad se extendía ante mis ojos! Aquel campo que jamás habría imaginado tan vasto, me pareció que ocupase toda la tierra.

Hombres de todos los colores, vestidos de las formas más diver­sas, de todas las nacionalidades, estaban allí reunidos. Vi tanta gente que no sabría decir si en el mundo existe una población semejante. Comencé a observar a los primeros que se ofrecían a nuestra vista. Estaban vestidos como nosotros los italianos.

Yo conocía a los de las primeras filas y había numerosísimos Salesianos que conducían como de la mano a multitud de escuadrones de niños y de niñas. Después les seguían otros con varios grupos; y después otros mu­chos a los cuales no conocía y a los que no podía distinguir, forman­do un número indescriptible.

Hacia el mediodía aparecieron ante mis ojos, sicilianos, africa­nos y un pueblo integrado por un número incontable de gente des­conocida para mí. Todos eran conducidos por los Salesianos, de los cuales sólo conocía a los que iban en las primeras filas.

—¡Vuélvete!—, me dijo aquel desconocido.

Y he aquí que vi ante mí a otros pueblos de gente incalculable por su número, vestida de una manera diversa que nosotros; lleva­ban pieles y una especie de capas que parecían de terciopelo, todas de distintos colores.

Aquel personaje me hizo dirigir la mirada hacia los cuatro puntos cardinales. Entre otras cosas, hacia la parte de oriente vi una mujeres con los pies tan pequeños que apenas si podían estar de pie y que casi no podían caminar.

Lo más maravilloso era que por todas partes veía Salesianos que conducían falanges y falanges de niños y de niñas y, al mismo tiempo, un concurso in­menso de pueblo. Siempre me eran conocidos los que iban en pri­mera fila; pero a los que venían detrás los desconocía por completo, lo mismo a los misioneros.

Muchas cosas no las puedo contar con todos sus pormenores porque me haría interminable.

Entonces el desconocido que me había guiado y me había aconsejado lo que tenía que hacer, tomó de nuevo la palabra y me dijo:

—Mira, observa; ahora de momento no comprenderás todo cuanto te voy a decir, pero, presta atención: todo cuanto has visto es la mies preparada para los Salesianos. ¿Has visto qué campo tan inmenso por cultivar? Pues esta extensión sin límites ante la cual te encuentras es el campo reservado a tus hijos.

Los Salesianos que has visto son los operarios de esta porción de la viña del Señor. Muchos de los que trabajan en ella te son conocidos.

El horizonte se dilata ante tu vista y has visto aparecer ante ti mucha gente para ti desconocida; esto quiere decir que no solamente en este siglo, sino también en el próximo y en los siglos futuros, los Salesianos conti­nuarán trabajando en su campo. Pero ¿sabes con qué condiciones se podrá conseguir lo que has visto? Te lo voy a decir.

Mira, es ne­cesario que hagas imprimir estas palabras que serán como su lema, como su palabra de orden, su distintivo. Nótalo bien: El trabajo y la templanza harán florecer a la Congregación Salesiana.

Harás expli­car estas palabras, las repetirás continuamente, insistirás en su signi­ficado. Harás imprimir un manual que las explique y haga comprender bien que el trabajo y la templanza son la herencia que dejas a la Congregación y al mismo tiempo su gloria.

Yo le respondí:

—Lo haré de mil amores; todo esto está muy de acuerdo con el fin que nos hemos propuesto; es lo mismo que recomiendo a mis hijos día a día y siempre que se me presenta la ocasión.

—¿Estás, pues, bien persuadido de ello? ¿Me has comprendido bien? Esta es la herencia que les dejarás y di con toda claridad a ellos que mientras sepan corresponder tendrás seguidores al medio­día, al norte, al oriente y al occidente. Ahora termina los ejercicios y encamínalos a su destino. Estos serán los modelos, después vendrán los otros.

Y he aquí que aparecieron nuevamente los ómnibus para conducirnos a todos a Turín. Yo observaba atentamente y pude ver que eran unos vehículos sui generis, extraños a más no poder.

Los nuestros comenzaron a subir a ellos; mas aquellos ómnibus no se apoyaban en ninguna parte y ya me temía que los jóvenes se caye­sen de ellos y no quería dejarlos partir. Pero el guía me dijo:

—Deja, deja que marchen; no necesitan apoyo, basta con que cumplan bien aquella máxima: Sobrii estote et vigilate. Si se pone bien en práctica esto no hay peligro de caer aunque no estén apoyados en nada y la carroza siga su marcha.

[Contínua parte II]

   


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