Capítulo V
El Reino de Dios está cerca (21 - 40)
Autor: Catalina Rivas | Fuente: www.LoveAndMercy.org
21) Ahora veamos lo que sucede cuando ustedes
reciben Mi Cuerpo y Sangre como alimento. Cuando
Mi Naturaleza Divina se une plenamente a la
naturaleza humana del hombre, no figurativa sino
real y plenamente, el hombre se hace uno con Dios
por ese alimento Divino. Yo Me transformo en
ustedes y ustedes se alimentan con Cuerpo y
Sangre que fue humana, pero también Divina y por
lo tanto pasan a ser parte de esa única unión con
la Trinidad."
22) Cuando Jesús habló del Reino de Dios e hizocomparaciones con el tesoro escondido, con la perla
preciosa, expresó: "Cuando aquel hombre Me
preguntó si debía dejar su profesión, su trabajo y
su posición social para conseguir el Reino de Dios,
le respondí que más bien debía aprender a usarlo,
porque aquel que se apega a los bienes materiales
que posee y está dispuesto a sacrificarlo todo por
conservarlos, descubrirá al fin que todo lo que
acumuló en la tierra, no tiene valor ninguno en el
Reino de los Cielos."
23) Sabemos que si el milagro es la Palabra cumplida,
donde no hay fe, no es percibido el sentido profundo
del milagro. Por ello dice Jesús: "Dichosos los que crean
sin haber visto" (Jn 20,29).
24) Esos son, efectivamente, los que viven el milagro.
El Reino de Dios no se cubre de embalajes aparatosos,
ni de manifestaciones espectaculares, o llenas de
ciencia. El Reino de Dios viene como Jesús, bajo la
figura del Siervo, sin dejarse sentir, sin triunfalismos,
sin apariencias, pero es capaz de transmitirle al
espíritu bien dispuesto la convicción de que viene de
Dios. Por eso es que debemos estar atentos, ya que
muchas veces, a través de una circunstancia, de una
persona, de una lectura, de una canción, etc., es el
Señor mismo Quien se nos manifiesta.
25)¡Cuántas personas que hablan de redención... de
liberación...! ¡Cómo se pasan el tiempo en discursos y
discusiones sobre determinada doctrina…! ¡Y eso es
todo…! No han logrado sanar ojos ciegos, ni liberar
de la esclavitud a sus hermanos, que se sienten presos
de las tinieblas del pecado…
26) La humanidad está viviendo en un mundo que
quiere prescindir de Dios, un mundo torpe y hostil,
indiferente, individualista y cruel, en el cual debería
volver la fresca alegría de escuchar la Palabra de Dios,
como antídoto al veneno que dejan las múltiples
palabras huecas que hoy con su banalidad van
ahogando la libertad del ser humano: telenovelas,
revistas de chismes, canciones absurdas,
conversaciones estériles, etcétera.
27) El Señor nos dice: "Yo hablaba a Mis Discípulos
abiertamente, en tanto que a otros les hablaba con
parábolas, porque ellos Me seguían, porque para
ellos Yo era el todo que necesitaban y esto hacía
que les entregara la plenitud de la Verdad, la Luz,
lo mismo que hago hoy a quienes Me abren el
corazón para recibirme en plenitud."
28) Si analizamos únicamente las parábolas del Reino
de Dios veremos que ellas nos vienen a enseñar que,
lo que verdaderamente importa, no es el aspecto
exterior que deslumbra a los hombres sin nutrirlos
espiritualmente, sino la Gracia de Dios, que está oculta en el quehacer cotidiano, en la vida ordinaria
de los seres humanos, pero condicionada a que nos
acerquemos a buscar esa Gracia, a que busquemos en
las Sagradas Escrituras el Rostro de Dios.
29) Una vez que hemos decidido llegar hasta Jesús,
debemos calmar esa sed que nuestro espíritu siente.
Es decir que, cuando lo hemos reconocido, debemos
dar todavía cada uno de los pasos que nos faltan.
30) Todo nuestro reconocimiento nos indica que sí,
creemos en que Jesús es el Hijo de Dios, sí estamos
concientes; pero sin la ayuda de la Gracia, sin el poder
del Santo Espíritu, no podremos descubrir
verdaderamente Quién es Jesús.
31) Cuando sentimos que hemos encontrado esa "perla
preciosa", debemos arrodillarnos ante Dios, como
aquel centurión que dijo ante la Crucifixión: "Verdaderamente, este Hombre era el Hijo de Dios" (Mc 15,39); como Tomás, Su Apóstol que al ver a Jesús
Resucitado y mirar y tocar Sus llagas, cayó de rodillas
y le dijo: "Señor mío y Dios mío"… (Jn, 20-28)
32) Ese es el momento de decirnos: "Este es el Señor de
mi vida, Jesús es mi Salvador, el Hijo vivo de Dios
vivo" , y pedirle perdón por no haberlo buscado en el
pasado, o por haberlo tratado tibiamente… o por
haberle dado la espalda tantas veces, aún habiéndolo
encontrado… Y una vez llegado el profundo
arrepentimiento, debemos abrirnos a toda la lluvia de
Gracias que anhelan bajar del Cielo para cubrirnos.
33) De este modo veremos que el arrepentimiento abre
la puerta hacia un nuevo lugar en el que no habíamos
estado nunca: Un hermoso jardín, cálido, lleno de
aves, de flores y fragancias desconocidas. En ese
jardín nos espera el Amor… Es como un anticipo del
Cielo que nos espera en la eternidad, donde no
existirán los males ni los malos.
34) Ahí, en ese hermoso lugar está Jesús para que te
apoyes en Él, para conducirte del brazo por cada
rincón y enseñarte las cosas que jamás pensaste que
existían.
35) Allí está Él contemplándote, lleno de ternura,
sirviéndote la comida si tienes hambre, ofreciéndote
agua fresca y pura si tienes sed. Haciendo pausas,
invitándote a descansar de cuando en cuando para
que no te fatigues.
36) Allí está Él, cubriéndote con Su manto, para que el
sol no te queme mucho ni la lluvia te moje
demasiado. Dándote Sus manos por las que pasan dos
halos de luz radiante, para que te sostengas cuando
tus pies resbalen, y el Poder de esas llagas, que fueron
aceptadas por Amor a ti, hace que nuevamente te
levantes confiado y con renovadas fuerzas.
37) Entonces es cuando descubres que el "Yugo" que Él
te pide que lleves, no significa gran cosa, que es ligero
y suave, como Él mismo lo promete.
38) Es el momento de leer las Sagradas Escrituras, de
que leamos el Evangelio en comunión con los
cristianos de los primeros siglos, para quienes leerlo
no era un simple deseo de saber o de cumplir, o de
pasar el tiempo… sino un contacto verdadero con
Jesús.
39) Y si somos capaces de tener ese encuentro con Él,
no podemos dejar de llevarlo a nuestros hermanos,
especialmente a quienes más lo necesitan.
40) La justicia de la que hablan los profetas es una
justicia social. El Reino de Dios que predica Jesús es
un Reino de santidad y de amor, pero también es un
Reino de libertad y de justicia. Por eso Jesús nos repite
que Ha venido para liberar al Hombre de todos sus
cautiverios, de todas sus opresiones, señala
directamente al corazón del ser humano para hacerle
comprender que es de allí de donde salen las
impurezas.