Capítulo IV
La Hora de la Verdad (1 - 20)
Autor: Catalina Rivas | Fuente: www.LoveAndMercy.org
1) Me hice presente en el Templo para dar
cumplimiento a la Escritura…
2) Yo hablaba con la autoridad que Me daba la
certeza de que Mi Presencia daba cumplimiento a
la Ley y a lo que los Profetas habían dicho siglos
antes. Era el Hijo al cual el Padre había entregado
todas las cosas, y las personas sí distinguían quién
hablaba. Yo no interpretaba la doctrina de los
Profetas, sino que estaba presentándome como un
hombre completamente investido del poder que únicamente puede venir de Dios.
3) Cuando predicando en el monte dije 'Ustedes han
oído que se dijo: 'Amarás a tu prójimo y no harás
amistad con tu enemigo…'. Pero yo les digo: Amen a
sus enemigos y recen por sus perseguidores, para que
así sean hijos de su Padre que está en los Cielos.
Porque hace brillar su sol sobre malos y buenos y
envía la lluvia sobre justos y pecadores…' (Mt 5, 43-
45). Guárdense de las buenas acciones hechas a la
vista de todos, a fin de que todos las aprecien. Pues
en ese caso, no les quedaría premio alguno que
esperar de su Padre' (Mt 6, 1-2), los dirigentes
religiosos se molestaron muchísimo.
4) Yo jamás usé el término 'Mesías' que fue
anunciado por los Profetas, sino aquella cita de
Daniel que habla de Mí como 'el Hijo del Hombre',
para que no alimentaran su falsa creencia de que
llegaría un líder político para liberarlos del yugo
romano. No había nacido en una gran villa sino en
un pobre pesebre, no llegaba a tomar posesión de
un reino en la tierra con soldados y guardias.
5) Lo Mío se trataba de un anuncio que llevaba
consigo su propia fuerza, clara y transparente. Yo
era un simple carpintero, que llegaba para predicar
la bondad, el perdón, la justicia y el amor. Mi
anuncio era el anuncio que pone a cualquiera frente
a sus propias contradicciones, con aquella evidencia
que penetra y muchas veces desconcierta.
6) Debía anunciar el Reino de Mi Padre, para eso
vine: para enseñarles que todos tenían un Padre
bueno, amoroso, capaz de amar hasta entregar lo
más preciado para ganar la salvación de su
criatura; pero al mismo tiempo debía también
realizar obras de liberación en los hombres,
enseñarles la necesidad de luchar en nombre del
Evangelio contra todo lo que oprime y posee a la
criatura. No sólo debía predicar la Buena Nueva de
Dios, sino demostrar que Yo Soy la Buena Nueva y
que actúo en consecuencia.
7) Mi deber era enseñar que había venido a destruir
toda soberanía, autoridad o poder que lastimara a
los hombres: las posesiones, las enfermedades
físicas, psíquicas, espirituales. Más aún, Mi
enseñanza fue y es categórica, porque no es
solamente palabra, sino gesto. Mis Palabras tienen
el poder de liberar y de curar.
8) Quede la enseñanza para ustedes que Mi Nombre únicamente deberían pronunciarlo quienes reconocen
Mi autoridad, la confiesan y dan testimonio de fe.
9) Un apóstol de la nueva evangelización, no puede
conformarse con el sólo anuncio del Evangelio, sino
que debe ser tan fuerte su carisma y la certeza
de su fe, que lleve su prédica, su testimonio de
vida, a liberar al hombre de todo el pecado y el
mal que lo oprime.
10) Deben testimoniar Mi benignidad, lograr que sus
palabras se impongan por sí mismas, con la fuerza
del Santo Espíritu. Que sus palabras y sus
acciones le hablen al corazón del hombre de
manera que resplandezca su verdad.
11) Deben saber que toda actitud deberá demostrar
que ustedes van hacia lo alto, hacia el crecimiento
y a la libre plenitud del hombre, y no dar la
impresión de que sus acciones son únicamente para
hacerse de un nombre, dominando y sojuzgando a
los demás.
12) Deben reconocer a los Míos entre los que no se
hacen propaganda buscando compensación alguna.
13) Muchas veces será su premio el sufrimiento,
pero eso no debe amedrentarlos. No se quebrarán
ni vacilarán. Siempre confiado, el siervo Mío,
transmitirá Mis Palabras y sus sentimientos incluso
a quienes están a punto de extinguirse. Su postura
es firme e inquebrantable en el cumplimiento de
sus deberes".
14) En ese momento, Jesús me instruyó regalándome la
Gracia de mostrarme pasajes de Su Vida y fui
contemplando ante mí muchas escenas. Por ejemplo,
vi cómo en esa época existían las sinagogas o casas de
oración en todos los pueblos y aún en las pequeñas
aldeas, donde acudían los judíos para hacer su
oración y la lectura y aprendizaje de las Sagradas
Escrituras. Yo pensaba que solamente había esas
sinagogas en las grandes ciudades. Ahora se me
revelaba un mundo completamente desconocido, una época ignorada.
15) En estas reuniones, el que presidía la oración o la
reflexión, invitaba a una persona cualquiera a que se
dirigiese a los demás. Los escribas interpretaban y
exponían al pueblo las citas de las Sagradas
Escrituras, pero no daban una opinión personal, sino
que citaban más bien las opiniones de los Profetas,
ancianos o sabios maestros.
16) Pude ver a Jesús que iba predicando en las
sinagogas partiendo de Galilea hasta Nazaret, el
pueblo donde se había criado.
17) En una de estas sinagogas, ocurrió que lo invitaron a
leer las Escrituras. Todos estaban sentados en el suelo, Él caminó hasta el lugar donde se colocaba aquel que
leía y explicaba las Escrituras. Su figura de pie allá,
imponente, serena, era distinta a la de los otros
hombres, aunque iba vestido como todos ellos. Se veía
que Su Presencia poseía una autoridad que nacía de
adentro, como si lo iluminara una luz propia…
18) Todos pusieron su atención en ese Hombre que
imponía respeto. Su mirada clara repasó por un
momento a toda la asamblea, apenas un parpadeo y
muy dentro de Él esa oración continua con el Padre.
19) Se oyó Su voz, llena de matices, dando lectura al
rollo que contenía la profecía de Isaías: "El Espíritu del
Señor está sobre mí, porque me ha ungido para anunciar a
los pobres la Buena Nueva, me ha enviado a proclamar la
liberación a los cautivos y la vista a los ciegos, para dar la
libertad a los oprimidos y proclamar un año de gracia del
Señor" (Is 61, 1-2) (Lc 4,18-19).
20) Luego de enrollar la Escritura y entregarla al
Ministro, nuevamente miró a toda la asamblea,
levantó un poco la cara y con autoridad dijo: "Esta
escritura que acaban de oír, se ha cumplido hoy". Vi
claramente a toda la asamblea en absoluto silencio, no
sé si desconcertados pero sí maravillados por la
personalidad tan segura del Señor.