Tuesday April 23,2024
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Providencia Divina

  
PROVIDENCIA DIVINA
Una Visión Distinta Acerca
de la Muerte
Testimonio de Catalina
  



»  La Recomendación del Arzobispo Emérito de Cochabamba

Introducción

PRIMERA PARTE:
La Muerte, Dolor y Esperanza

Capítulo 1

1.1 »  El Amor toca a mi puerta

1.2 »  El Consuelo del Señor

Capítulo 2

2.1 »  Conversión, Dulce obsequio de Dios

2.2 »  Nunca estás sola

2.3 »  La asistencia de María, nuestra Madre

Capítulo 3

3.1 »  Enfermedad, sufrimiento y alivio

3.2 »  La preparación del Espíritu

3.3 »  Jesús, Presencia Siempre Viva

3.4 »  Primero la voluntad de Dios

Capítulo 4

4.1 »  El día del Sagrado Corazón: la hora del adiós

4.2 »  ¡Tengo que irme, déjenme ir!

Capítulo 5

5.1 »  Su herencia: Caridad, humildad, valor

5.2 »  El espíritu vuela hacia Dios

5.3 »  Dolor y misericordia

Capítulo 6

6.1 »  Confesión, muerte y transformación

6.2 »  El tierno abrazo de la Madre

Capítulo 7

7.1 »  Una llamada urgente: la asistencia al moribundo

SEGUNDA PARTE:
El Sacramento de la Reconciliación

Capítulo 8

8.1 »  Tú que quitas los pecados del mundo...

Capítulo 9

9.1 »  El delicado momento de la Reconciliación

9.2 »  El don otorgado al Sacerdote


»  Una breve reflexión al concluir

 

Capítulo 8
8.1» Tú que quitas los pecados del mundo...

Autor: Catalina Rivas | Fuente: www.LoveAndMercy.org  

"¿Quién de vosotros que tiene cien ovejas, si pierde una de ellas, no deja las noventa y nueve en el desierto y va a buscar la que se perdió, hasta que la encuentra?

Cuando la encuentra se la pone muy
contento sobre los hombros y, llegando a casa convoca a los amigos y vecinos y les dice:

"Alégrense conmigo porque he hallado la
oveja que se me había perdido.
Les digo que de igual modo, habrá más
alegría en el cielo por un solo pecador que se convierta que por noventa y nueve justos que no tengan necesidad de conversión".
(Lc 15, 4-8)

1) El día martes 8 de julio viajamos a Cozumel, pues habíamos sido invitados a dictar una conferencia allí. El Señor me dictó un mensaje para una joven diciéndome: "Dile que durante mucho tiempo he esperado este momento y espero su entrega". Era una joven que fue a buscar a nuestro director espiritual para realizar una confesión de vida. Cuando le entregué el mensaje ella lloró. Entonces el Señor me pidió que la ayudara.

2) Conversamos hasta la llegada del sacerdote.
Cuando juntos salían de una habitación dirigiéndose a otra para la Confesión, vi repentinamente que alrededor de ella había una gran cantidad de gente, tal vez diez o doce personas, que querían entrar con ella al recinto. Me sorprendí mucho al ver aquello, pero pronto comprendí que era una experiencia mística y me puse en oración.

3) Se oía por un lado unas voces que hablaban fuerte, con una música al ritmo de tambores que aturdía, y al mismo tiempo un coro, unas personas que cantaban el Ave de Fátima y otro coro que en la lejanía cantaba y decía: "¡Gloria y alabanza a Dios Creador, al Hijo Redentor, y al Espíritu Santo...!"

4) Me arrodillé y pedí que el Señor iluminara esa confesión. De pronto escuché un bullicio de gente que gritaba. Miré inmediatamente hacia el lugar desde donde provenían los ruidos y era el balcón de la habitación donde estaba confesándose la joven.

5) Lo que vi fue espantoso: figuras absolutamente
desagradables, criaturas deformes, que salían corriendo y gritando y se arrojaban por el balcón al vacío. Al arrimarme a mi ventana para ver la caída, que fue mi primer impulso, no vi más a nadie.

6) En ese momento entró el amigo que había pedido al padre la Confesión para ella, y ambos pudimos escuchar claramente el ruido de cadenas y fierros que parecían rasgar el techo y las paredes. Nos pusimos a rezar, le dije que no tuviera miedo, que son los típicos ruidos y enojos del demonio porque se le estaba arrebatando un alma. Me acompañó unos minutos en la oración, luego tuvo que marcharse.

7) Quedé sola en oración unos minutos, no sé cuántos, y de pronto una luz me hizo abrir los ojos. Constaté que frente a mí había desaparecido la pared que separaba el cuarto donde se realizaba la Confesión de la habitación donde yo me encontraba.

8) Pude ver entonces a la joven que estaba sentada, confesándose, pero no delante del sacerdote sino frente a Jesús mismo. Yo no veía al sacerdote, era Jesús Quien había tomado su lugar. El Señor se veía de perfil, con las manos entrelazadas como en ademán de oración, mientras apoyaba sobre ellas Su mentón; pero Su actitud era de atenta escucha.

9) Detrás de la muchacha y junto a la puerta de la habitación estaba el grupo de personas entre las cuales se reconocía una monja, vestida de azul y con velo negro. Junto a ella, sobresalía un Ángel con las alas muy grandes, una figura majestuosa, con una gran lanza en la mano derecha, mirando a izquierda y derecha, en actitud de alerta. Pensé que podría ser San Miguel Arcángel, o algún capitán de su Milicia Celestial.

10) En el fondo, a la derecha de Jesús y de la joven que
se confesaba, reconocí a la Virgen María, de pie, vestida como Nuestra Señora del Perpetuo Socorro, con un traje que parecía de seda, color perla, y un manto color "tostado", o caramelo, con los emblemas que usualmente lleva esa imagen.

11) Dos ángeles muy altos, de pie, sostenían sus lanzas en una mano, observando de manera atenta, al igual que el de la puerta. Estaban vigilantes y alertas, como custodiando a la Virgen, que permanecía de pie con las manos en oración, mirando hacia el cielo, mientras ellos parecían vigilar todo el recinto.

12) Había muchos pequeños ángeles que iban y venían, como si fueran transparentes. En cierto momento, Jesús levantó la mano derecha dirigiendo la palma a cierta distancia de la cabeza de la joven. Toda Su mano estaba llena de luz, de ella salían rayos dorados que la cubrían enteramente con todo esplendor, transformándola. Yo veía cómo el rostro de la penitente iba cambiando, como si le quitaran una máscara... Vi cómo ese rostro duro de antes, se transformaba en otro más noble, dulce y pacífico.

13) En el instante en el que el Señor impartía la absolución, la Virgen hizo una genuflexión e inclinó la cabeza y todos los seres que estaban a su alrededor hicieron lo propio. Jesús se puso de pie, se acercó a la penitente y recién pude ver al sacerdote sentado donde antes estaba Jesús.

14) El Señor abrazó a la joven y la besó en la mejilla.
Luego se dio la vuelta, abrazó al sacerdote y también lo besó en la mejilla. En ese instante, todo se llenó de intensa luz que desapareció como ascendiendo hacia el techo al mismo tiempo que desaparecía toda la visión y me encontraba yo de nuevo viendo a la pared.

15) Después de haberme regalado esta inusitada experiencia mística me habló el Señor, diciéndome:

16) - Si ustedes supieran cómo se transforma un alma que ha efectuado una buena confesión, todos los que están cerca de ella la recibirían de rodillas, porque en virtud a la gracia santificante, está llena del Espíritu Santo.

17) Cuando la joven salió de la confesión, sentí un verdadero deseo de arrodillarme delante de ella, pero la abracé con todo mi amor, pues sabía que estaba abrazando a la persona que antes había abrazado el Señor. Se veía distinta, mucho más joven y muy feliz.
Relaté todo a mi director espiritual y permanecimos ambos en oración, dando gracias a Dios.

18) En la noche el Señor me pidió que me preparase para escribir todo cuanto había visto, en una publicación dedicada al Sacramento de la Misericordia: la Reconciliación; que es el presente texto.

   


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