15» Oraciones del Siervo de Dios
S.S. Juan Pablo II
Autor: Catalina Rivas | Fuente: www.LoveAndMercy.org
Señor Jesús:
Nos presentamos ante ti sabiendo que nos llamas y que nos
amas tal como somos.
Tú tienes palabras de vida eterna y nosotros hemos creído y
conocido que tú eres el Hijo de Dios" (Jn. 6,69). Tu
presencia en la Eucaristía ha comenzado con el sacrificio de
la última cena y continúa como comunión y donación de
todo lo que eres.
Aumenta nuestra FE.
Por medio de ti y en el Espíritu Santo que nos comunicas,
queremos llegar al Padre para decirle nuestro SÍ unido al
tuyo.
Contigo ya podemos decir: Padre nuestro.
Siguiéndote a ti, "camino, verdad y vida", queremos
penetrar en el aparente "silencio" y "ausencia" de Dios,
rasgando la nube del Tabor para escuchar la voz del Padre
que nos dice: "Este es mi Hijo amado, en quien tengo mi
complacencia: Escuchadlo" (Mt. 17,5).
Con esta FE, hecha de escucha contemplativa, sabremos
iluminar nuestras situaciones personales, así como los
diversos sectores de la vida familiar y social.
Tú eres nuestra ESPERANZA, nuestra paz, nuestro
mediador, hermano y amigo. Nuestro corazón se llena de
gozo y de esperanza al saber que vives "siempre
intercediendo por nosotros" (Heb. 7,25).
Nuestra esperanza se traduce en confianza, gozo de Pascua
y camino apresurado contigo hacia el Padre. Queremos
sentir como tú y valorar las cosas como las valoras tú.
Porque tú eres el centro, el principio y el fin de todo.
Apoyados en esta ESPERANZA, queremos infundir en el
mundo esta escala de valores evangélicos por la que Dios y
sus dones salvíficos ocupan el primer lugar en el corazón y
en las actitudes de la vida concreta.
Queremos AMAR COMO TÚ, que das la vida y te
comunicas con todo lo que eres. Quisiéramos decir como
San Pablo: "Mi vida es Cristo" (Flp. 1,21).
Nuestra vida no tiene sentido sin ti. Queremos aprender a
"estar con quien, sabemos, nos ama", porque "con tan buen
amigo presente todo se puede sufrir". En ti aprenderemos a
unirnos a la voluntad del Padre, porque en la oración "el
amor es el que habla" (Sta. Teresa).
Entrando en tu intimidad, queremos adoptar
determinaciones y actitudes básicas, decisiones duraderas,
opciones fundamentales según nuestra propia vocación
cristiana.
CREYENDO, ESPERANDO Y AMANDO, TE
ADORAMOS con una actitud sencilla de presencia,
silencio y espera, que quiere ser también reparación, como
respuesta a tus palabras: "Quedaos aquí y velad conmigo" (Mt. 26,38).
Tú superas la pobreza de nuestros pensamientos,
sentimientos y palabras; por eso queremos aprender a
adorar admirando el misterio, amándolo tal como es, y
callando con un silencio de amigo y con una presencia de
donación.
El Espíritu Santo que has infundido en nuestros corazones
nos ayuda a decir esos "gemidos inenarrables" (Rom. 8,26)
que se traducen en actitud agradecida y sencilla, y en el
gesto filial de quien ya se contenta con solo tu presencia, tu
amor y tu palabra.
En nuestras noches físicas y morales, si tú estás presente, y
nos amas, y nos hablas, ya nos basta, aunque muchas veces
no sentiremos la consolación.
Aprendiendo este más allá de la ADORACIÓN, estaremos
en tu intimidad o "misterio". Entonces nuestra oración se
convertirá en respeto hacia el "misterio" de cada hermano y
de cada acontecimiento, para insertarnos en nuestro
ambiente familiar y social y construir la historia con este
silencio activo y fecundo que nace de la contemplación.
Gracias a ti, nuestra capacidad de silencio y de adoración se
convertirá en capacidad de AMAR y de SERVIR.
Nos has dado a tu Madre como nuestra, para que nos
enseñe a meditar y adorar en el corazón. Ella, recibiendo la
Palabra y poniéndola en práctica, se hizo la más perfecta
Madre.
Ayúdanos a ser tu Iglesia misionera, que sabe meditar
adorando y amando tu Palabra, para transformarla en vida
y comunicarla a todos los hermanos.
Amén.
Juan Pablo II