11» Capítulo IX
Conocerse Para Cambiar
Autor: Catalina Rivas | Fuente: www.LoveAndMercy.org
1) ¿Cómo podríamos vivir la vida eterna si no
resucitamos con Jesús? El Señor dijo: "quien come
mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna". Hoy esto
tiene el mismo sentido de presente: El que come el
Pan de vida hoy "vive de vida eterna" y está resucitado, en cuerpo y alma. Esto es un Misterio de
Fe.
2) Y esa fe, cuando es verdadera, sólida, nos insta a
renunciar a todas las cosas para tenerlo TODO, como
decía anteriormente el Señor. Y podemos estar
seguros de que debemos pasar por momentos difíciles
y molestos, pero éstos son necesarios para nuestra
propia purificación. Es preciso que llegue el
sufrimiento, el dolor o la pasión para alcanzar la
resurrección. Este y no otro, es el verdadero camino
del cristiano.
3) Un día, durante la Comunión me dijo: "Te lavaré con Mi Sangre, te saciaré con todo Yo mismo,
porque quiero que tú estés tan unida a Mí que te sea
muy fácil amarme en la tierra, en el Cielo,
dondequiera que Me escondo, cubriéndome todo Yo
con el Pan y con el Vino. Ven siempre a Mi fuego,
Soy el eterno, el invencible Amor; Soy tu Dios…"
4) Ese día aprendí otra cosa: que al darse en la
Comunión, Jesús nos dona Su Espíritu, lo hace
difundiendo ese Amor evangélico que Él quiere que
mantengamos encendido en nuestros corazones.
5) Este Amor no es terreno, limitado, sino que es
universal como el del Padre que, hagamos lo que
hagamos, Él nos envía la lluvia y el sol a todos, tanto a los
buenos como a los malos, como dicen las Sagradas
Escrituras.
6) Es un Amor que no vive esperando algo de los
demás, porque toma siempre la iniciativa, porque es
el primero en amar. Es un sentimiento que se hace
uno con todos: para sufrir con nosotros, para gozar
con cada uno de nosotros. Un Amor que se preocupa
por todos, que espera a todos. Ese tipo de Amor que
no es simplemente sentimental, no sólo de palabra,
sino de hechos que lo hacen evidente.
7) Todos necesitamos que Jesús nos done Su Espíritu.
Hay tantas personas, sobre todo en esta época, que tal
vez a consecuencia de su poca fe o poco conocimiento
de Dios, padecen de enfermedades que secan el
espíritu y que le impiden realizar una positiva labor
espiritual.
8) Necesitamos del Santo Espíritu. Quien acoge al
Espíritu de Dios, entra en un proceso de conversión,
ya que Su misión es transformar "creyentes" en
discípulos, y discípulos en testigos de Jesucristo.
9) Cuán lamentable es ver que tantas personas que
acuden puntualmente a la Misa dominical, están
espiritualmente inactivas, como desganadas de toda
inquietud de crecer espiritualmente, de conocer un
poco más su fe.
10) Ahí se los ve, hundidos en una pasividad
alarmante, sin preocuparse no sólo por mejorar su
vida espiritual sino también incapaces de obrar el
bien, como si su espíritu estuviese enfermo, a punto
de languidecer. Es como si ignoraran o no creyeran
que Jesús vino precisamente para conseguir que el
hombre fuera capaz de levantarse contra él mismo,
penetrando hasta lo íntimo de su ser para destrozar
aquello que de viejo y feo tiene dentro de sí.
11) Como si no entendiesen que Jesús sigue entre
nosotros para hacer que en cada uno florezca lo que
tiene de admirable y bello, para que el hombre sea
capaz de alejar de sí las cadenas de su egoísmo, que lo
convierte en el centro del planeta, para que el hombre
sea capaz de sentirse no sólo hijo del Altísimo sino
también hermano de los demás hombres.
12) Y no digo que esa gente no esté en Gracia, eso no.
Seguramente que la Gracia está, pero inactiva, sin proyección...
13) Yo creo que el conocimiento real de la Presencia de
Jesús en la Eucaristía, debe animarnos a apoyarnos
completamente en ese Cristo que quiere sacarnos de
esa languidez espiritual, porque Él nos Ha prometido
estar con nosotros hasta el último de nuestros días.
Necesitamos caldear nuestro corazón con el fuego del
Espíritu Santo, para que sane nuestros desánimos.
14) Si es débil nuestra fe, la Eucaristía es aquella fuente
que necesitamos para alimentarla. En la Persona de
Cristo encontramos alivio a nuestros males. Es Su
contacto en la Comunión, el diálogo en las horas de
Adoración Eucarística, lo que libra nuestra vida de los
efectos de las peligrosas enfermedades espirituales.
15) Donde está una de las Personas de la Santísima
Trinidad están las otras Dos, ahí es donde debemos
adorar y agradecer al Padre y recibir al Santo Espíritu.
Muchos nos hemos llenado no de fuego sino de luces
artificiales, pero necesitamos luz, calor y fuego de
Dios para existir, para crecer, para acoger, para comprender, para transformarnos y ayudar a los otros
a recorrer este mismo camino. Pedirle a Él, que habla
en el silencio del alma, que nos dé un espíritu de
recogimiento, para comprender lo que Dios quiere de
nosotros; que nos dé la fortaleza, para animarnos a
hacerlo.
16) Decía Jesús: "… pidan al Espíritu Santo que los
habite para que siempre reconozcan las huellas de
Dios, para que les devele el grandioso plan que el
Padre tiene para cada uno de ustedes… para que
trabaje en sus corazones cerrándolos a toda
mezquina ambición, a la apariencia, a la
superficialidad, a la cobardía…
17) Cada persona debe saber desarrollar sus
capacidades. Así, en vez de fijarse en los defectos de
los demás, el discípulo es aquél que aprende a
fijarse en sus propios defectos y debe pedir al
Espíritu Santo que le enseñe a ser fructífero en su
vida personal, de familia y como miembro de la
Iglesia."