Friday March 29,2024
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Testimonio de Catalina
  



Prólogo

Introducción
Jesús el buen Pastor

Capitulo I
El Trono de Dios

Capitulo II
Por Quiénes Pedir

Capitulo III
La Comunión de los Santos

Capítulo IV
Las Ofensas a nuestro Redentor

Capítulo V
Los Misterios del Reino

Capítulo VI
Dios Quiere Habitarnos

Capítulo VII
"Vengan a mi los Agobiados..."

10»Capítulo VIII
Las Pruebas de su Presencia

11»Capítulo IX
Conocerse para Cambiar

12»Capítulo X
La Misericordia del Señor

13»Capítulo XI
Un Bálsamo y Doce Promesas

14»Capítulo XII
Juan Pablo II - Cerca del Trono

15» Oraciones
del Siervo de Dios:
S.S. Juan Pablo II

 


 

 

8» Capítulo VI
Dios Quiere Habitarnos

Autor: Catalina Rivas | Fuente: www.LoveAndMercy.org  

1) Un amanecer el Señor me pidió que me quedara en absoluto silencio después de hablarme sobre el encuentro silencioso y profundo con Dios. Me dijo que llegar a este estado, cuando el alma es habitada por su Creador, es a lo más grande a lo que aspiran las almas que buscan la unión con Él.

2) Me explicó que muchas cosas se han escrito al respecto, pero que aún los que han escrito sobre estas capacidades del alma, no han podido avanzar sino hasta el punto en que han sido llevados por su razonamiento natural.

3) Había un silencio absoluto, en momentos me puse tan tensa tratando de escuchar algún sonido, que podía oír hasta mi propia respiración mientras procuraba hacerla más suave. Luego, en un instante, no sé si yo estaba o no dentro de mi cuerpo, tenía los ojos cerrados, no sentía ni oía más nada y no sé cuánto tiempo pasé así.

4) Cuando abrí los ojos, había una inmensa luz frente a mí que me hizo parpadear dos o tres veces. Era una luz que no deslumbraba, sino que me atraía poderosamente, entraba en mí por los ojos, por la nariz, por la boca, por cada poro de mi piel, dejándome sumida en una paz indescriptible...

5) Por unos instantes me invadió un silencio aún mucho más profundo que el anterior y después sentí dentro de mí como un murmullo primero, luego como un viento y en seguida una voz que dijo: "Mía, te Amo"… Luego se desvanecieron dentro de mí la
luz y la voz.

6) Nuevamente estaba frente a mí Jesús en la Eucaristía, en la Custodia, en la Hostia blanca, inmaculada, pero yo sentía una paz y un gozo tan grandes que tenía ganas de reír y de llorar al mismo tiempo… y creo que lo hice. Fue una sonrisa tímida y luego una amplia sonrisa mezclada con mi llanto,
dulce, gozoso, agradecido.

7) Había un libro encima del reclinatorio y Jesús me dijo que lo tomara y leyese donde estaba marcado. Era la Liturgia de la Iglesia en la oración después de la Comunión de un Domingo del Tiempo Ordinario y decía así: "La gracia de esta comunión, Señor, penetre en nuestro cuerpo y en nuestro espíritu, para que sea su fuerza, no nuestro sentimiento, lo que mueva nuestra vida."

8) Supe que lo que me estaba pidiendo Jesús en ese momento era la meditación sobre las condiciones debidas para recibir Su Cuerpo Sacrosanto, no solamente en las disposiciones normales que pide nuestra Iglesia, sino en las disposiciones internas, del alma, para recibir la mayor cantidad de Gracias posibles de este maravilloso regalo de Dios.

9) No sé nada de teología, pero en mi simplicidad de ama de casa pienso que si tenemos la seguridad de que Jesús está Presente en la Hostia Consagrada, lo menos que podemos entregarle es nuestro agradecimiento, nuestra confianza, nuestra voluntad, nuestro amor…y el deseo de intimidad, de conocerlo, de permanecer unidos a Él.

10) ¿Para qué? Para que pueda utilizarnos como instrumentos Suyos. Dios no deposita una cierta cantidad de poder en el hombre; Él retiene el poder en Sí mismo, los recursos infinitos se encuentran únicamente en Él.

11) Es solamente cuando estamos unidos a Él, cuando somos accesibles a Él y le permitimos que trabaje dentro de nosotros y a través nuestro, que podemos llegar a ver las grandes y poderosas cosas que Él hace. Es sólo de ese modo como "su fuerza y no nuestro sentimiento, es lo que mueve nuestra vida."

   


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