4» Capítulo II
Por Quiénes Pedir
Autor: Catalina Rivas | Fuente: www.LoveAndMercy.org
1) No sé en qué momento cerré los ojos, pero cuando
volví a abrirlos estaba yo postrada en el suelo, en
adoración, ante la magnificencia de aquella visión que
hasta me había hecho pensar que tal vez estaría
muerta… Aunque luego comprendí que
lastimosamente no era así.
2) En un instante desapareció casi todo: sólo se quedó Jesús, con su regia vestimenta de color dorado.
Llevaba puesta una preciosa corona, agarraba un
cetro de oro en la mano izquierda y pisaba algo así como una nube de color verde…
3) "Siéntate, hijita" me dijo muy dulcemente. Obedecí y me di cuenta de que el hombre que estaba de
rodillas allá, nada había visto ni oído de lo que estaba
sucediendo.
4) El Señor me dijo: "Quiero que pidas, en primer
lugar, por el sacerdote que hizo posible este
encuentro entre tú y Yo, por quien consagró esta
Hostia". Así lo hice.
5) Luego me dijo: "Pide por las personas que
colaboraron al construir este lugar dedicado a estos
encuentros. Sí, pide por ellos, porque hay muchas
personas que lo hacen con la mayor devoción y ellos
reciben Mis primeras bendiciones desde este lugar. Hay quienes trabajan y colaboran en la construcción
de Mi Casa, pero que no lo hacen por Mí, sino por
ellos mismos, no para que brille Yo, sino para brillar
ellos.
6) Hay otros tantos que sí lo hacen por amor a Mí,
pero no son capaces de venir a visitarme. Son
quienes Me honran con los labios pero no con el
corazón.
7) Pide por las Parroquias y Capillas, en las cuales el
responsable y la comunidad aceptaron llevar a cabo
las horas de Adoración Eucarística.
8) Pide por aquellos que cierran su corazón ante Mis
llamadas… Por quienes combaten a los que vienen
hasta Mí… Por quienes mancillan y ofenden Mi
Presencia con su falta de respeto, su irreverencia o
su poco recato al vestir. Observa…"
9) En ese momento volví mi vista hacia donde Jesús
miraba y pude ver el Altar Mayor de la Iglesia (no el
de la capillita donde ahora estaba). Estaba el
Santísimo Sacramento expuesto y había bastante
gente en el lugar, muchas personas arrodilladas, en
oración, pero había otras que, por detrás de los
bancos, pasaban frente a Su Trono, conversando entre
ellas, comiendo algo, o masticando dulces y gomas de
mascar, como si no hubiera nadie.
10) Algunos hacían un garabato en lugar de la señal de
la Cruz, sobre ellos mismos, y otros ni siquiera eso. Se
sucedieron una serie de imágenes (comprendo que de
distintas ocasiones) de personas que yo veía sentadas
a un lado de donde yo estaba. Unas cuchicheaban
entre ellas, otras estaban con las piernas cruzadas;
hombres y mujeres que hablaban entre sí o
balanceaban el pie sin descanso, como si estuviesen
en una reunión informal…
11) Desaparecieron de mi vista y enseguida entraron
algunas parejas que se sentaron muy juntas entre sí,
pero alejadas de las otras parejas. Me quedé azorada
de ver cómo tenían manifestaciones de afecto entre
ellos, frente al Santísimo Sacramento expuesto,
Aquello era una verdadera vergüenza, como si
estuviesen en algún lugar reservado para ellos solos.
12) Nuevamente estos se esfumaron de mi vista y fue
peor, porque entraron unas mujeres jóvenes, y otras
no tan jóvenes con vestimenta tan poco apropiada,
que más parecían yendo a la playa, a una discoteca, o
quién sabe a dónde; con partes de su cuerpo
descubiertas, como todas esas jovencitas que
parecieran no tener padres y que caminan con ropas
que tal parece que son dos tallas menos de la que
deberían usar y que "dicen" está "de moda"… ¡Cuánta vergüenza y dolor sentí ante el Señor que
miraba a todas estas personas con muchísima tristeza!
13) Sí, sentí dolor, pero al mismo tiempo tuve ganas de
sacarlos a empujones de allá, como otras veces me ha
pasado, cuando casualmente asisto a alguna
celebración de matrimonio, Misas de Promociones o
de damitas que cumplen Quince Años.
14) En muchas de esas ocasiones he sentido vergüenza
ajena al ver la forma de entrar al Templo de algunas
invitadas a dichos eventos. ¡Como si costara mucho
el ponerse un chal sobre los hombros para tapar los
escotes y desnudez de los hombros y brazos durante
los pocos minutos que permanecerán en la Iglesia!
15) Finalmente, mientras esperan que empiece la
celebración, todos se ponen a conversar como si
estuviesen realmente en plena recepción, y el silencio
que debería haber en la Casa del Señor se pierde, y
con él, todo asomo de la preparación espiritual que
supone cada una de estas ceremonias.
16) Quiero aprovechar esta ocasión para rogar a mis
hermanos laicos que no tengan temor de tomar el
micrófono para pedir a los presentes que guarden
silencio, por respeto al lugar donde están; para
solicitar a las damas que se cubran al entrar al
Templo, por respeto al Señor, al sacerdote, a los
asistentes y a su propia persona, pues quien ve a una
mujer vestida insinuantemente en la Casa de Dios,
inmediatamente piensa que es alguien que no siente
respeto por sí misma.
17) Qué bueno sería que, quien tenga el valor de
dirigirse al micrófono, invite a los fieles a hacer una
oración por los futuros contrayentes, bachilleres o
egresados, según sea el caso, o de intercesión por la
joven por la cual se realizará la celebración. Así ayudaríamos a nuestros hermanos, enseñándoles el
respeto debido a la Iglesia, y al mismo tiempo,
cumpliríamos lo que la Iglesia nos pide: rezar los
unos por los otros… ¡Mucho más en ocasiones como
estas!
18) Estamos llamados a edificar, y sin embargo nos
afanamos en desperdiciar los bienes de Dios, el
dinamismo de la Gracia, la fecundidad del Espíritu,
porque tenemos miedo de anunciar a un Dios vivo y
mucho más, pedir el debido respeto a Su casa.
19) Volví los ojos hacia Jesús y con lágrimas le pedí perdón, por esas personas que le ocasionaban dolor y
por nosotros, los que supuestamente somos "conscientes" del lugar donde estamos, pero nos
mostramos cobardes para educar a nuestros
semejantes. Me sentí avergonzada por aquellos
sentimientos de furia que también cruzaron por mi
mente.
20) Jesús me dijo entonces: "Hijita, es tan difícil para
el hombre de hoy cambiar sus cómodos moldes, sin
embargo, te aseguro que por medio de estos
testimonios mucha gente sencilla está aprendiendo a
conocerme, a saber de Mí en palabras también
sencillas, no te desanimes cuando estamos
empezando.
21) Mira, Yo traje al mundo una revolución de ideas
que debería asombrar a la floja humanidad, tan fácil
de acomodarse, de estancarse en las viejas
costumbres, para no salir de una vida que le es
cómoda, porque no contradice a su amor propio, que
es el principal mal consejero suyo.
22) No te sientas mal, Yo fui categórico y tampoco usé
medios términos, precisamente para cortar
netamente las susceptibilidades y las
tergiversaciones.
23) El hombre es ingrato, Yo proveo a todos y todos
viven en Mí. Los doto, a unos más y a otros en
menor grado, de la capacidad de imitarme, según las
disposiciones que tienen. Sin embargo, parecería
que no les doy garantías de estar interesado en sus
sufrimientos, decisiones, pruebas y mucho más que
un padre amoroso."