3» Capitulo I
El Trono de Dios
Autor: Catalina Rivas | Fuente: www.LoveAndMercy.org
1) Un día del mes de abril del año 2006, fui una vez
más favorecida por la Gracia del Señor, Quien
quiso que comenzaran las enseñanzas sobre lo que
hoy compartiré con ustedes, y que tiene que ver con
una Hora Santa a la que fui invitada por Jesús, "para
que podamos regalarle al mundo un nuevo
testimonio... unas lecciones más en la materia de tu
predilección, dentro de la Escuela del Amor, que
quiere impartirles este Maestro" me dijo con dulzura
el Señor.
2) A la hora acordada, me dirigí a una Iglesia muy
linda cerca de casa, donde existe una capillita
pequeña que tiene la Adoración Perpetua al Santísimo
Sacramento.
3) Para las personas que no saben de qué se trata –ya
sea por vivir en lugares apartados, o por estar ellas
alejadas de las prácticas piadosas católicas- la
Adoración Perpetua consiste en la exposición
permanente del Santísimo Sacramento, de día y de
noche, de manera tal que la gente haga turnos de
Adoración Eucarística en esos Sagrarios, para que
Jesús nunca esté solo. Es una maravillosa práctica que
debería organizarse en toda Parroquia.
4) Al aproximarme a la Capilla, vi que había mucha
más luz de la que usualmente hay y hasta pensé,
torpemente, que tal vez habría sido mejor iluminar el
lugar con menos luz o con una luz más difusa, para
crear un ambiente más íntimo del adorador con el
Señor.
5) También había música, porque desde antes de llegar
a la Iglesia escuché, primero muy de lejos, y conforme
me aproximaba, más fuertemente, las voces de
muchísimas personas, como de un coro polifónico– compuesto por niños, mujeres y varones- que
entonaban canciones con una melodía que me parecía
haber escuchado antes.
6) Aquella música era muy especial para mí y todo el
cuerpo se me estremeció ante el recuerdo, por una
fracción de unos segundos, de otro momento vivido
con anterioridad.
7) Las voces se entremezclaban con sonidos de agua
que cae como en una cascada, violines, órganos o
pianos, arpas y flautas, y unas campanitas que, de
cuando en cuando, al cesar unos segundos las voces,
tañían con un acorde que se me antojaba como de
llamada a Misa, quizás por los recuerdos de mi niñez,
en las pequeñas ciudades y pueblitos de mi Patria,
donde se escuchaban a distintas horas del día, y
desde distintos lugares, las convocatorias a la Santa
Misa.
8) Inmediatamente pensé que sería un reproductor de
CD que alguien habría llevado para acompañar con
cantos de alabanza su Adoración.
9) Ya casi en la puerta de ingreso a la Capilla, veía
como que iba disminuyendo la luz, pero al mismo
tiempo el lugar se hacía inexplicablemente más
claro… Al momento es difícil explicarlo, pero
supongo que luego podré hacerme entender.
10) Al entrar vi a un hombre de mediana edad, de
rodillas en un reclinatorio frente a la Custodia que
contenía la Divina Hostia. La Luz que salía del
Ostensorio bañaba todo el lugar, como si de ella
salieran rayos de Luz que se abrían cubriendo todos
los lugares de aquel Santo recinto.
11) Me puse de rodillas para saludar al Señor, pero casi
en seguida me instruyó que me sentara para
contemplar silenciosamente aquello que estaba
ocurriendo. Supe que ése sería también otro día
especial.
12) Apenas me había arrodillado desapareció el Altar y
las paredes que estaban detrás de él, y ante mis ojos se
abrió el Cielo, por decirlo de alguna manera, aunque
tal vez con lenguaje demasiado terreno...
13) En el lugar del altar había un inmenso trono, no
puedo precisar ahora si era dorado o plateado, pero sí sé que estaba lleno de luz, y en él reposaba la hermosa
Custodia. El trono tenía muchísimas incrustaciones,
como de piedras preciosas enormes, que se
iluminaban y relucían como si tuvieran luz propia, es
decir, como si la luz saliera de adentro.
14) Agaché la cabeza por un instante, y luego fui
levantando la vista. Así pude ver que eran tres
asientos unidos los que formaban un mismo trono, y
en cada asiento estaba sentado "un Jesús", o sea, el
mismo Señor pero como en triplicado –si es que
puedo emplear ese término, a fin de hacerme
entender- pues eran tres personas exactamente
iguales...
15) No había diferencia alguna entre los tres, aparte de
la vestimenta: Uno llevaba una hermosa túnica en
color blanco, el otro la tenía toda en dorado y el
tercero en color rojo. Es difícil describirlo, pero esos
eran los tonos que predominaban en las vestiduras,
aunque las tres emanaban una resplandeciente luz.
16) Escuché la voz del Señor que me decía: "¿Dónde
encontrarán ayuda terrena para describirme a Mí, el
Indescriptible? ¿Dónde encontrarán su apoyo ahora
que son viadores, para escalar a Mi Alteza? Nunca
nadie ni nada podrá alcanzar y explicar toda Mi
dulce Esencia de Dios Trino y Uno, nadie
comprenderá la infinita Vida que anima todo Mi
Ser.
17) Eleven su corazón y su mente a lo alto, porque
deseo corregir su torpe visión y darles el encanto del
fulgente aspecto aun de uno solo de Nosotros. ¡Oh,
lazo glorioso, dulce Hijo que dejas al Padre y
entregas al Amor a los hombres descarriados que
caminan apesadumbrados en la tierra!
18) Hijos, Criaturas Mías, pobres hombres, que no
pueden ir más allá, y puesto que nunca terminará su
investigación de Mi conocimiento, siempre estarán
felices de descubrir infinitos y deslumbrantes
aspectos… Vengan al seno de Mi Divinidad y
permanezcan como nuestros invitados eternos.
19) Aprendan más sobre el Divino Amor y dejen de
poner resistencia en ustedes y fuera de ustedes, para
que Nuestra Paz Infinita pueda ingresar en sus
corazones, y traerles la confirmación de que los
quiero Conmigo, y con ello manifestarme a ustedes
y darles Mi Amor, darles la eterna vida y la santidad
infinita de Mi Ser."
20) Quedé sobrecogida, porque hasta ahora me es
difícil llegar a pensar que fue el Padre, a través del
Verbo en el Espíritu Santo, Quien me habló…
21) A la derecha del trono estaba la Santísima Virgen,
bellísima como nunca, traía las manos unidas en
plegaria y el sereno Rostro muy radiante. Llevaba una
diadema con piedras preciosas de distintos colores,
que más parecían luces de colores, como las del trono.
22) Al lado de la Virgen estaba un hombre muy
apuesto y varonil, con barba pequeña y una postura
que a la vez que mostraba humildad y serenidad,
también denotaba autoridad. Todo aquello irradiaba
una dignidad jamás vista... Supe que era San José.
23) Inmediatamente detrás del Trono había algunos
hombres, no alcancé a contarlos, y la verdad es que ni
se me ocurrió hacerlo. Luego, mucho más atrás, en
una especie de desnivel, se veía a centenares de
personas, como aquellas que describo en el libro del
Testimonio de La Santa Misa. Nuevamente ante mis
ojos estaba todo el Cielo. Miles y miles de Ángeles.
¡Eran ellos quienes entonaban los cánticos que había
estado escuchando yo al acercarme a la Capilla!
24) Era una música de alabanza que, bien sé, perdurará en mis oídos y en mi espíritu mientras viva, pero que
hoy no podría repetir. Y sin embargo, desde aquel
día, cada vez que empiezo a alabar al Señor, escucho
aquellas voces, que me acompañan todo el tiempo
mientras dura mi pobre alabanza.