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El Evangelio como me ha sido revelado

Autor: Dr. Scott Hahn
Fuente: Centro San Pablo
de Teologia Biblica

« LECCION 4 de 6 »

Esta lectura que acaban
de oír se ha cumplido hoy

Lección: [ 1 ] [ 2 ] [ 3 ] [ 4 ]
[ 5 ] [ 6 ]


I. Comunión con la Palabra
de Dios

»El Señor esté con ustedes

»La Palabra Camino

II. Inspirada por Dios

»No un libro ordinario

»Oráculos inspirados de Dios

III. La Palabra en la Liturgia
de Israel

»El lugar de la Escritura

»La liturgia de la sinagoga

IV. La Palabra en la Liturgia
de la Iglesia

»La Escritura Cumplida

»Encontrando a Cristo
en la Escritura

V. Preguntas para reflexionar

»Para Meditación Personal

 

 

IV. La Palabra en la Liturgia de la iglesia
La escritura cumplida


La participación de Jesús en la liturgia de la sinagoga de Nazaret representa un punto clave en la historia de salvación.

En efecto, vemos el desarrollo de lo que la Carta de los Hebreos describió después: “habló Dios en el pasado a nuestros Padres por medio de los Profetas. En estos últimos tiempos nos ha hablado por medio del Hijo” (Heb. 1:1)

Fíjense en lo que pasa en Nazaret. Jesús lee un pasaje escrito hace mucho tiempo a los antepasados de Israel por el profeta Isaías. Y no cualquier pasaje de Isaías sino el que habla de la promesa del Mesías que sería ungido por el Espíritu, libraría a los oprimidos, y daría vista a los ciegos.

Después de leer Isaías, Jesús dice, “Esta Escritura que acaban de oír [literalmente en sus oídos] se ha cumplido hoy” (Lc. 4:21).

Lo que Dios habló antes por los profetas, ahora estaba hablando el Hijo. En escuchar la Palabra del Hijo, todas las Escrituras Antiguas se cumplieron. Fíjense que Jesús dice que las promesas se cumplen “en sus oídos”, que quiere decir “en su presencia”.

Lo que Dios había hablado antes por los profetas, lo estaba ahora hablando el hijo. Al escuchar la Palabra del hijo, todas las escrituras antiguas se cumplieron, es decir, Dios está demostrando la veracidad de las promesas de la escritura fíjense que Jesús dice que las promesas de la escritura se cumplen “al oírlas”, es decir, en su presencia.

En Jesús, lo que se esperaba y se anticipaba, se ha realizado. Jesús, como enseñó a sus discípulos esa primera noche de Pascua, es Él mismo el cumplimiento de las Escrituras de Israel (Lc. 24:27,45).

Y la realidad de este cumplimiento es lo que experimentamos en la Liturgia de la Palabra durante la Misa. En ella, todas las promesas de la Antigua Alianza se cumplen “en nuestros oídos” mientras compartimos las bendiciones de la Nueva Alianza.

Nótense, también, que nuestras lecturas cada domingo siguen el esquema de la historia de la salvación, empezando con el Antiguo Testamento y enseñando que las promesas de tal lectura son cumplidas en el Nuevo Testamento de Jesús.

La Iglesia nos hace, en cada Eucaristía, re-leer y re-vivir los grandes eventos de nuestra salvación, salvación por la cual damos gracias en la Misa.

A veces, las conexiones entre las lecturas que escuchamos en la Misa son muy sutiles. Pero siempre existe una relación para revelar la unidad del plan divino de salvación entre el Antiguo y el Nuevo Testamento y cómo ese plan continúa en la Misa.

Para ilustrar este punto, tomemos un ejemplo de un domingo típico en “tiempo ordina- rio” (quiere decir, las semanas del calendario litúrgico que no están dentro de los tiempos de Adviento, Navidad, Cuaresma y Pascua).

Veamos las lecturas del vigésimo primero domingo en Tiempo Ordinario en ciclo A. (Las lecturas dominicales siguen un ciclo de tres años A, B, C. El Evangelio de San Mateo se lee en Año A, el de San Marcos en Año B y el de San Lucas en Año C).

La lectura del Antiguo Testamento para el vigésimo primero domingo es una profecía de Isaías, en que el profeta promete “la llave de la casa de David” al nuevo mayordomo. Este será “un padre” para el pueblo de Israel y lo que abrirá nadie cerrará y lo que cerrará nadie abrirá (cfr. Is. 22:15, 19-23).

Al escuchar el evangelio de ese domingo, la promesa de Isaías se cumple.

El evangelio seleccionado por la Iglesia es aquel en que Jesús da “las llaves del reino” a San Pedro. Haciendo eco de Isaías, Jesús dice que lo que Pedro ata en la tierra quedará atado en el cielo y lo que desata en la tierra quedará desatado en el cielo (cfr. Mt. 16:13-20).

En la liturgia, la Iglesia nos muestra que es San Pedro de quien hablaba Isaías, uno que iba a gobernar el reino del Hijo de David-la Iglesia. Si escuchamos atentamente, vamos a poder ver estas conexiones cada domingo.


   


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