I. Comunión con la Palabra de Dios
La Palabra Camino
En nuestra celebración de la Liturgia de la Palabra antes de la Liturgia de la Eucaristía, estamos no solamente cumpliendo un mandato bíblico de Cristo sino también siguiendo su ejemplo.
¿Recuerda la historia del camino a Emaús en San Lucas (Lc. 24:18-35)?
Dos de los discípulos de Jesús, caminando de Jerusalén al pueblo de Emaús, encuentran a Jesús pero no lo reconocieron por la tristeza y confusión que sienten por su muerte.
Mientras caminan, Cristo les interpreta las Escrituras, mostrándoles cómo Moisés y los profetas predijeron que todas estas cosas tenían que pasarle a Él.
Al llegar a Emaús, comparten una comida. Pero no es una comida ordinaria. Recuerden la escena cuidadosamente.
Nótese que San Lucas muy deliberadamente usa las mismas palabras que usó en su narración de la Última Cena: En la mesa, Jesús tomó el pan...dio gracias...partió...y se lo dio (cfr. Lc. 22:14-20).
Como dijimos en la primera lección, San Lucas está dando un retrato de la Eucaristía, la primera celebrada después de la resurrección.
Pongan atención en los dos aspectos de la acción: proclamar la Palabra de Dios y partir el pan. Esto, lo tenemos que reconocer, es el esquema de la Misa.
Primero, los seguidores de Cristo escuchan la palabra de Dios interpretada a la luz del Evangelio (cfr. Lc. 24:27).
Jesús explica cómo las Escrituras enseñan la verdad sobre Él, y cómo toda la historia de salvación conducía a los eventos que sus seguidores acababan de presenciar.
Esto es lo que pasa en nuestra Liturgia de la Palabra.
Escuchamos las lecturas del Antiguo y del Nuevo Testamento, cuidadosamente escogidas por la Iglesia para iluminarse una a la otra. Vemos como las promesas del Antiguo Testamento se cumplen en el Nuevo, y como el Nuevo Testamento arroja luz a los misterios del Antiguo.
Con esta preparación, nos acercamos a la mesa de la Eucaristía. Y, en la fracción del pan, nos unimos con los verdaderos misterios de la historia de la salvación que escuchamos ser proclamados en la Liturgia de la Palabra.
Por esto, cada vez que se lee la Escritura en la Misa, hacemos una profesión de fe seguida por una acción de gracias: “Palabra de Dios. Te alabamos Señor.”