I. Comunión con la Palabra de Dios
El Señor esté con ustedes
“El Señor esté con ustedes,” saluda el sacerdote al iniciar la Misa.
“Y con tu espíritu,” contestamos.
Es una oración de petición y a la vez la afirmación de un hecho. Es una petición en cuanto estamos pidiendo al Señor que Él esté con nosotros mientras oramos.
Y es un hecho porque reconocemos que nuestra oración ya se ha contestado. Jesucristo prometió estar con nosotros cuando estamos reunidos en su nombre (cfr. Mt. 18:20) y en la Misa Él cumple su promesa.
Jesucristo está verdaderamente presente con nosotros en la Eucaristía. Pero también está verdaderamente presente con nosotros en la Palabra de Dios (cfr. Jn. 1.1) a través de las lecturas de la Sagrada Escritura en la Liturgia de la Palabra.
En verdad, la Liturgia de la Palabra es comunión con la Palabra de Dios así como la Liturgia de la Eucaristía nos da también una comunión con el Cuerpo y Sangre de Cristo.
Así como Cristo viene a nosotros bajo la forma de pan y vino, Él viene también a nosotros en la Palabra proclamada de la Sagrada Escritura.
En la Liturgia de la Palabra, escuchamos la historia de nuestra salvación: todos los grandes eventos de la historia de salvación son contados y explicados a nosotros.
Y en la Liturgia de la Eucaristía, por medio de nuestra comunión con Cristo en el pan y vino, nos unimos a esa historia de salvación.
Nuestras historias personales se vuelven parte de su historia, la historia de la salvación del mundo, que llega a su momento culminante en su muerte y resurrección y que Él nos pide recordar en la Misa.