III- La Casa del Sacrificio
Los tiempos de sacrificio
La liturgia del Templo reunió todos los tipos de sacrificio que la habían precedido. La vida ritual incluía una variedad de sacrificios:
El holocausto—un animal entero quemado encima del altar como “una oblación de aroma agradable al Señor” (cfr. Lev. 1:3-17; 6:8-13).
El sacrificio de cereal o granos—harina mezclada con aceite e incienso, normalmente ofrecido con otros sacrificios (cfr. Lev. 2:1-16; 6:14-23; Num. 6: 14-17; 28:3-6).
El sacrificio de comunión—un sacrificio de un animal, en que la grasa de las entrañas y los riñones son quemados en el altar y la carne es consumida por la persona que ofrece el sacrificio y los sacerdotes (cfr. Lev. 3:1-17; 7:11-36).
El sacrificio por el pecado—se ofrece un animal (un novillo, un cabro, un cordero o tórtola, etc.) en expiación de los pecados para purificar al pecador (cfr. Lev. 4:1-5:13; 6:24-30).
El sacrificio de reparación—un carnero ofrecido en expiación por profanación o por alguna ofensa contra el prójimo (Lev. 5:14-6:7; 7:1-10).
Los israelitas medían sus días, sus semanas y sus años de acuerdo a los sacrificios.
Cada día empezaba y terminaba con sacrificio: un cordero como holocausto, harina y aceite, y una libación de vino (cfr. Ex. 29:38-42; Num. 28:3-8; Esd. 3:5; Neh. 10:34). Cada séptimo día, el sábado, estos sacrificios se duplicaban.
Al inicio de cada mes, Israel celebraba la fiesta de la Luna Nueva, ofreciendo a Dios holocaustos, sacrificios de cereales, el sacrificio por el pecado y una libación (cfr. Num. 28:11-15). Además, cada año nuevo se celebraba el Rosh Hashanah (el nuevo año de calendario judío), con sacrificios rituales (cfr. Num. 28:11-15).
Y el calendario de Israel incluía otras celebraciones anuales, cada una marcada por sacrificios prescritos específicamente: la fiesta de las Tiendas (cfr. Num. 29:12-38; Lev. 23:33-34); la fiesta de Pentecostés (cfr. Num. 28:26-31) y el Día de Expiación, conocido en he- breo como Yom Kippur (cfr. Num. 29:7-11; Lev. 23:26-32).
El centro litúrgico del año para Israel siempre fue la fiesta de Pascua (cfr. Num. 28:16-25; Lev. 23:4). En el tiempo de Jesús, más de dos millones de peregrinos de todas partes del mundo acudían a Jerusalén.
Josefo, el historiador judío del primer siglo, reportó que en la fiesta de Pascua del año 70 d.C., unos 40 años después de la crucifixión, los sacerdotes del Templo ofrecieron 256,500 corderos en sacrificio (Las Guerras de los Judíos; Libro VI, capítulo 9,#3).
Aunque la Ley de Israel exigía que los sacerdotes ofrecieran los sacrificios a favor de judíos particulares y a favor de la nación estos sacrificios sin embargo, eran profundamente personales en carácter.
Imagínese tomar un cordero sin defecto de su propio rebaño, viajar hasta el Templo, sacrificarlo, quitarle las entrañas y presentarlo al sacerdote para quemarlo en el altar. Esto era la realidad del sacrificio en Israel.