Friday April 19,2024
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MATRIMONIOS FELICES


»  Oración

»  Introducción


1»  Noviazgo

2»  Matrimonio - Parte 1

3»  Matrimonio - Parte 2

4»  Amor - Parte 1

5»  Amor - Parte 2

6»  Diálogo - Parte 1

7»  Diálogo - Parte 2

8»  Diálogo - Parte 3

9»  Perdonar - Parte 1

10»  Perdonar - Parte 2

11»  Fidelidad - Parte 1

12»  Fidelidad - Parte 2

13»  Aspecto sexual - Parte 1

14»  Aspecto sexual - Parte 2

15»  Abiertos a la vida
Parte 1

16»  Abiertos a la vida
Parte 2

17»  Los hijos

18»  Matrimonio Cristiano
Parte 1

19»  Matrimonio Cristiano
Parte 2

20»  Oración - Parte 1

21»  Oración - Parte 2

22»  Matrimonios Felices
Parte 1

23»  Matrimonios Felices
Parte 2

24»  Matrimonios Felices
Parte 3

25»  Esposa ideal - Parte 1

26»  Esposa ideal - Parte 2

27»  Un Mensaje de María

28»  Renovación de las Promesas Matrimoniales

29»  Entronización del Corazón
de Jesús

30»  Consagración a María

31»  Consagración al Corazón
de Jesús

32»  Consagración de la familia al Corazón de Jesús


33»  Conclusión

34»  Bibliografía

 

19» Matrimonio Cristiano - Parte 2

Autor: P. Angel Peña O.A.R  

También es importante aclarar que la pareja de esposos debe tener las mismas cualidades de la Iglesia: Una, santa, católica y apostólica.

Un verdadero matrimonio debe tener unidad, no uniformidad de criterios o de costumbres, sino unidad para hacer juntos las cosas fundamentales y vivir unidos en el amor de Dios, el uno para el otro. Debe también tener santidad. Dios los quiere santos.

Dios debe ser el centro de sus vidas, cumpliendo siempre su santa voluntad. De modo que todo lo que hagan, los una más a Dios y los vaya llenando cada vez más de su amor.

También la pareja debe ser católica, es decir, universal, pensando en la salvación del mundo entero y haciendo todo lo posible para que el amor de Dios llegue hasta el confín de la tierra.

Y, por eso mismo, debe ser apostólica, lo que quiere decir que deben ser activos evangelizadores, con su palabra, con el ejemplo de su vida, con su oración, con su apostolado.

Dios dice por boca de san Pablo que el matrimonio es un gran misterio, y yo lo aplico a Cristo y a la Iglesia (Ef 5, 32).

Así como Cristo es la cabeza de la Iglesia y la Iglesia es su esposa, así en la familia, el esposo es cabeza de la esposa. El marido es cabeza de la mujer como Cristo es cabeza de la Iglesia. Y como la Iglesia se sujeta a Cristo, así las mujeres a sus maridos en todo.

Vosotros, los maridos, amad a vuestras mujeres como Cristo amó a su Iglesia y se entregó por ella para santificarla... Los maridos deben amar a sus mujeres como a su propio cuerpo… Que cada uno ame a su mujer y la ame como a sí mismo y la mujer reverencie a su marido
(Ef 5, 23-33).

Esto no quiere decir que la esposa sea propiedad del esposo, sino que le debe respeto y obediencia, pero no en forma absoluta como una esclava sino como esposa.

Ambos deberían rivalizar en ver quién ama más y hace más feliz al otro. Por eso, el Papa Juan Pablo II, al hablar de esto, dice:

El texto de que las mujeres estén sumisas a sus maridos como al Señor, porque el marido es cabeza de la mujer…, debe entenderse y realizarse de un modo nuevo: como una sumisión recíproca en el temor de Cristo (Ef 5, 21)...

En la relación marido-mujer la sumisión no es unilateral, sino recíproca13.

Ambos tienen los mismos derechos como personas y ambos se han comprometido mutuamente ante Dios por el sacramento del matrimonio a amar y respetar al otro y hacerlo feliz todos los días de su vida.

Este compromiso de ayuda mutua debe hacerse realidad en las pequeñas cosas de cada día.

Por ejemplo, en el beso dado con ternura; el abrazo dado con calor; el arreglarse para estar bonita para él; el ponerse la camisa y la corbata que a ella le gusta; el sacrificar la telenovela o el partido de futbol para estar a su lado, escuchándole; el saber pedir perdón, cuando uno se equivoca, el trabajar con empeño pensando en el otro y en los hijos; el limpiar la casa para que esté limpia y ordenada para él.

Todos estos detalles y muchos más son como ladrillos que van construyendo el amor día a día y haciendo un hogar feliz.

De este modo, una jornada salpicada de sonrisas, de palabras bonitas y de miradas de amor se hace una jornada sagrada que da mucha gloria a Dios y los va santificando y acercando más a Dios como pareja.

San Josemaría Escrivá de Balaguer dice: El amor puro y limpio de los esposos es una realización santa, que yo como sacerdote bendigo con las dos manos.

Aseguro a los esposos que no han de tener miedo a expresar el cariño.

Lo que les pide el Señor es que se respeten mutuamente y que sean mutuamente leales, que obren con delicadeza, con naturalidad y modestia.

Les diré también que las relaciones conyugales son dignas, cuando son prueba de verdadero amor y están abiertas a la fecundidad, a los hijos…

Cuando la castidad conyugal está presente en el amor, la vida matrimonial es expresión de una conducta auténtica, pero, cuando el don divino de la sexualidad se pervierte, la intimidad se destroza y el marido y la mujer no pueden mirarse noblemente a la cara
14.

El amor humano, cuando es limpio, me produce un inmenso respeto, una veneración indecible.

¿Cómo no vamos a estimar esos cariños santos, nobles de nuestros padres, a quienes debemos una gran parte de nuestra amistad con Dios? ¡Bendito sea el amor humano!

Pero a mí el Señor me ha pedido más... En cualquier caso, cada uno en su sitio, con la vocación que Dios le ha infundido en el alma, ha de esforzarse en vivir delicadamente la castidad, que es virtud para todos y de todos exige lucha, delicadeza, primor, reciedumbre, esa finura que sólo se entiende, cuando nos colocamos junto al Corazón enamorado de Cristo en la cruz
15.

Por todo esto es tan importante la relación personal con Jesucristo, el amigo que siempre nos espera en la Eucaristía.

Dice el Papa Benedicto XVI en la exhortación apostólica Sacramento de amor del año 2007:

El consentimiento recíproco que marido y mujer se dan en Cristo y que los constituye en comunidad de vida y amor, tiene también una dimensión eucarística (N° 27).

Exhorto a todos los laicos, en particular a las familias, a encontrar continuamente en el sacramento del amor (Eucaristía) la fuerza para transformar la propia vida en un signo auténtico de la presencia del Señor resucitado (N° 94).

Monseñor José Mani, obispo auxiliar de Roma y encargado de las familias, en una carta pastoral sobre la familia, escribía:

Conozco dos esposos a quienes he casado personalmente.

Jamás pudieron imaginar que iban a encontrarse en una situación en la que deberían escoger entre el aborto o la muerte de la esposa.

Era el tercer embarazo y el ginecólogo les había hablado del riesgo de muerte. Consultados otros ginecólogos, llegaron a la misma conclusión.

Los familiares y amigos les presionaban para que se decidieran por el aborto. Ellos decidieron confesarse y comulgar antes de decidir. Y después de comulgar la esposa le dijo al esposo:

“Yo confío en Dios, no voy a abortar”. Y decidieron comulgar todos los días para recibir fuerza.

Felizmente, Dios quiso que el tercer hijo llegara sano y que la mamá siguiera viva para la alegría de todos
.

Oren juntos en familia y Dios los bendecirá más de lo que jamás podrían imaginar.


13 Carta apostólica Mulieris dignitatem Nº 24.
14 Es Cristo que pasa N° 25.
15 Amigos de Dios Nº 185.
   


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