Thursday March 28,2024
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LUCHAR HASTA VENCER

En una pequeña escuelita rural había una vieja estufa de carbón muy anticuada.

Un chiquito tenía asignada la tarea de llegar al colegio temprano  todos los días, para encender el fuego y calentar el aula antes del que llegaran su maestra y sus compañeros.

Una mañana, llegaron y encontraron la escuela envuelta en llamas. Sacaron al niño inconsciente, más muerto que vivo del edificio. Tenía quemaduras graves en la mitad inferior de su cuerpo y lo llevaron de urgencia al hospital del condado.

En su cama, el niño, horriblemente quemado y semi-inconsciente, oía al médico que hablaba con su madre.

Le decía que seguramente su hijo moriría, pues el fuego había destruido la parte inferior de su cuerpo.

Pero el valiente niño no quería morir. Decidió que sobreviviría. De alguna manera, para gran sorpresa del médico, sobrevivió.

Una vez superado el peligro de muerte, volvió a oír a su madre y al médico hablando despacito. Dado que el fuego había dañado en gran manera las extremidades inferiores de su cuerpo, le decía el médico a la madre, habría sido mucho mejor que muriera, ya que estaba condenado a ser un inválido toda la vida, sin la posibilidad de usar sus piernas.

Una vez más, el valiente niño tomó una decisión. No sería un inválido; caminaría. Pero desgraciadamente, de la cintura para abajo, no tenía capacidad motriz. Sus delgadas piernas colgaban sin vida.

Finalmente, le dieron de alta. Todos los días, su madre le masajeaba las piernas, pero no había sensación, ni control; nada. No obstante, su determinación de caminar era más fuerte que nunca.

Cuando no estaba en la cama, estaba confinado a una silla de ruedas. Una mañana soleada, la madre lo llevó al patio para que tomara aire fresco.

Ese día, en lugar de quedarse sentado, se tiró de la silla. Se impulsó sobre el césped arrastrando las piernas.

Llegó hasta el cerco de postes blancos que rodeaba el jardín de su casa. Con gran esfuerzo, se subió al cerco. Allí, poste por poste, empezó a avanzar por el cerco, decidido a caminar.

Empezó a hacer lo mismo todos los días hasta, que hizo una pequeña huella junto al cerco. Nada quería más que darle vida a esas dos piernas. 

Por fin, gracias a las  oraciones fervientes de su madre y sus masajes diarios, su persistencia férrea y su resuelta determinación, desarrolló la capacidad, primero de pararse, luego de caminar tambaleándose, por fin, logró caminar solo y finalmente correr.

Empezó a ir caminando al colegio, después corriendo, por el simple placer de correr. Más adelante, en la universidad, formó parte del equipo de cañera sobre pista.

Y aún después, en el Madison Square Carden, este joven que no tenía esperanzas de que sobreviviera, que nunca caminaría, que nunca tendría la posibilidad de correr, este joven determinado, Glenn Cunningham, llegó a ser el atleta estadounidense que ¡corrió el kilómetro más veloz el mundo!nr