Friday April 19,2024
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INDICE REFLEXIONES

«PARTE 6 de 6

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EL PAQUETE DE GALLETAS

Cuando aquella tarde llegó a la vieja estación, le informaron que el tren en el que ella viajaría se retrasaría aproximadamente una hora.

La elegante señora, un poco fastidiada, compró una revista, un paquete de galletas y una botella de agua para pasar el tiempo.

Buscó una silla en el andén central, y se sentó preparada para la espera.

Mientras hojeaba su revista, un joven se sentó a su lado y comenzó a leer un diario.

Imprevistamente, la señora observó cómo aquel muchacho, sin decir una sola palabra, estiraba la mano, agarraba el paquete de galletas, lo abría y comenzaba a comerlas, una a una, despreocupadamente.

La mujer se molestó por esto; no quería ser grosera, pero tampoco dejar pasar aquella situación o hacer de cuenta que nada había pasado; así que, con un gesto exagerado, tomó el paquete y sacó una galleta, la exhibió frente al joven y se la comió, mirándolo fijamente a los ojos.

Como respuesta, el joven tomó otra galleta y mirándola la puso en su boca y sonrió.

La señora, ya enojada, tomó una nueva galleta y con ostensibles señales de fastidio, volvió a comer otra, manteniendo de nuevo la mirada en el muchacho.

El diálogo de miradas y sonrisas continuó, entre galleta y galleta.

La señora, cada vez más irritada, y el muchacho cada vez más sonriente.

Finalmente, la señora se dio cuenta de que en el paquete sólo quedaba la última galleta.

"No podrá ser tan descarado", pensó mientras miraba alternativamente al joven y al paquete de galletas.
Con calma el joven alargó la mano, tomó la última galleta, y con mucha suavidad, la partió exactamente por la mitad.

Así, con un gesto amoroso, ofreció la mitad de la última galleta a su compañera de asiento.

- ¡Gracias! - dijo la mujer, tomando con rudeza aquella mitad.

- De nada - contestó el joven, sonriendo suavemente mientras comía su mitad.

Entonces el tren anunció su partida...
La señora se levantó furiosa del banco y subió a su vagón.

Al arrancar, desde la ventanilla de su asiento vio al muchacho todavía sentado en el  andén y pensó:  "¡Qué insolente, qué mal educado, como se atreve!" 

Sin cejar de mirar con resentimiento al joven, sintió la boca reseca por el disgusto que aquella situación le había provocado.

Abrió su bolso para sacar la botella de agua y se quedó totalmente sorprendida cuando encontró, dentro de su bolsa, su paquete de galletas INTACTO.

Cuántas veces nuestros prejuicios, nuestras decisiones apresuradas nos hacen valorar erróneamente a las personas y cometer las peores equivocaciones.

Cuántas veces la desconfianza, ya instalada en nosotros, hace que juzguemos injustamente, a personas y situaciones, y sin tener aun por qué, las encasillamos en ideas preconcebidas, muchas veces tan alejadas de la realidad que se presenta.

Así, por no utilizar nuestra capacidad de autocrítica y de observación, perdemos la gracia natural de compartir y enfrentar situaciones, haciendo crecer en nosotros la desconfianza y la preocupación.

Nos inquietamos por  acontecimientos que no son  reales, que quizás nunca lleguemos a contemplar, y nos atormentamos con problemas  que tal vez nunca ocurrirán.