Thursday April 18,2024
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INDICE REFLEXIONES

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¿TIENES SED?

¿Cuántas veces se te ha olvidado sonreír? ¿Te has puesto a pensar en el poder tan grande que tiene tu sonrisa? Ven, yo te lo diré...

Hace días, mientras me encontraba en el hospital después de haber doblado guardia, salí afuera para respirar el aire fresco de la mañana y despejar un poco mi mente. Fue delicioso sentir como el aire de la mañana penetraba en mí al ser inhalado por mis pulmones.

La verdad, me sentía exhausto, así que decidí sentarme en cuclillas, mientras pensaba en los acontecimientos que había experimentado la noche anterior; a lo lejos escuchaba voces de dos niños, las cuales, a medida que pasaba el tiempo, se escuchaban cada vez más cercanas.

Alcé mi rostro y vi a un par de niños que se acercaban, una parejita de hermanos.
Iban rumbo a la escuela. La nena, era hermosa, llevaba su suéter y se veía que hacía un enorme esfuerzo al tratar que sus útiles no cayeran de su mochila, mientras se iba poniendo el suéter y trataba de mantener su equilibrio, a medida que su hermano la empujaba.

Al pasar justo enfrente de mí los detuve; ella estaba a punto de sellar el llanto. La detuve con un brazo y le dije:

- ¿Por qué lloras chiquita?
A lo cual ella, con tristeza y sus grandes ojos verdes se esforzaba por contener las lágrimas, contestó:

- Porque mi hermano no quiere darme mis $10 pesos para comprarme un refresco, cuando me de sed en el recreo.

Le pregunté cómo es que lloraba por algo que aún no sabía si sucedería, a lo cual eUa¿ con una gran seguridad, contestó:

- Pues porque voy a correr, haré ejercicio, lógico que me dará sed.

Me quedé pensando; después de todo ella tenía razón, con el ejercicio su cuerpo le pediría agua.

- Bien, te propongo algo, -le dije-, si tú me regalas una sonrisa, te doy $20 pesos para que compres tu refresco a la hora del recreo.

Pensativa, la niña me dijo:

- Una sonrisa no quita la sed, la quita el agua o un refresco.

- Cierto, -le respondí-, pero la sed que yo tengo sí se me quitará con una sonrisa. 

Confieso que hice un gran esfuerzo para no dejar que la risa me venciera ante la carita dulce e inocente y con una expresión de  "éste debe estar loco", pero lógico que no me dijo nada, me vio y no sólo me regalo su sonrisa, se acercó y con suavidad depositó un dulce beso en mi mejilla izquierda.

- ¿Ahora ya no tienes sed? -me preguntó.
A lo cual le contesté:

- No, ya no tengo sed, y creo que no tendré sed por toda una semana.

Ella sólo sonrió, saqué de mi bolsillo los $20 pesos, los cuales no quiso aceptar y me dijo:

- Eso es mucho, una sonrisa no vale $20 pesos.

- Tienes razón (muy inteligente la nena) -le dije- ¿pero sabes qué? ¡No me alcanzaría todo el dinero para pagarte!

- Una sonrisa no se cobra, sólo se da - me dijo.

- Tómalos.

Ella los aceptó diciendo que le alcanzaría no sólo para uno, sino hasta para dos o tres refrescos, a lo que le dije:

- Entonces cómprale un refresco a tus amiguitos, para que ellos tampoco tengan sed -sólo sonrió, y prosiguieron su camino. Me quedé viendo cómo se retiraban; de pronto ella volteó y me regaló otra sonrisa.

Entré nuevamente al hospital con una sensación de alegría. No les miento al decir que el cansancio por encanto se alivianó; entré sonriendo y una   enfermera me preguntó:

- ¿Qué le pasa doctor, por qué tan contento?
Sólo sonreí y le contesté:

- Porque ya no tengo sed - y nuevamente mi respuesta causó esa mueca en las personas a las cuales ya estoy acostumbrado porque seguido la recibo; "éste está reloco! Pero fue discreta y amable, sólo se limitó a decirme:

- Hay, Dr. Rodríguez, usted siempre en su mundo.

¿Cuántos de nosotros vamos por la vida sedientos de una sonrisa? Piénsalo, estamos tan enfocados en nuestro "yo", en "mis", que nos olvidamos de las cosas pequeñas y tan grandes a la vez, que aligeran nuestra carga.

¿Sabes algo? Basta una leve sonrisa en tus labios para levantar el corazón, para mantener el buen humor, para conservar la paz del alma, para ayudar a la salud, para embellecer la cara, para despertar buenos pensamientos, para inspirar generosas obras.
Sonríete hasta que notes que tu constante seriedad y severidad se haya desvanecido.

Sonríete hasta entibiar tu propio corazón con ese rayo de sol. Irradia tu sonrisa: esa sonrisa tiene muchos trabajos que hacer, ponía al servicio de Dios.

Tú eres apóstol ahora y la sonrisa es tu instrumento, la caña  para pescar almas. Santificando la gracia que habita en ti, te dará el encanto especial que
necesitas para transmitir a los otros ese bien.

Sonríe a los tristes.
Sonríe a los tímidos.
Sonríe a los amigos.
Sonríe a los jóvenes.
Sonríe a los ancianos.
Sonríe a tu familia.
Sonríe en tus penas.
Sonríe en tus pruebas.
Sonríe en tus soledades.
Sonríe por amor de Jesús.
Sonríe por amor a las almas.


¡SONRÍE!

Deja que todos se alegren con la simpatía y belleza de tu cara sonriente.

¿Has visto lo hermoso que se ve tu rostro cuado éste es enmarcado con una sonrisa?

Cuenta, si puedes el número de sonrisas que has distribuido entre los demás cada día; su número te indicará cuántas veces has promovido confianza, alegría, satisfacción o   ánimo en el corazón de los demás.

Estas buenas disposiciones, siempre son el principio de obras generosas y actos nobles. La influencia de tu sonrisa obra maravillas que tú ignoras.

Tu sonrisa puede llevar esperanza y abrir horizontes a los agobiados, a los deprimidos, a los descorazonados, a los oprimidos y a los desesperados.

Tu sonrisa puede ser el camino para llevar las almas a la fe. Tu sonrisa puede ser el primer paso que lleve al pecador hacia Dios.

También sonríele a Dios. Sonríe a Dios, mientras aceptas con amor todo lo que El te manda y merecerás la radiante sonrisa de Cristo fija en ti.

Y si Cristo te sonríe a través del prójimo, a través de Magali, la nena que me sonrió, ¿No crees que será suficiente para que jamás vuelvas a sentir sed?

¿Y tú, tienes sed?