Thursday April 25,2024
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LO RICO QUE SOY

"Recuerda siempre que a cierta altura no hay nubes. Si las nubes en tu vida te tapan la luz, es porque tu espíritu no se ha elevado lo suficiente".

¿ERES TÚ RICO?

Era domingo, serían las dos de la tarde, hacía mucho frío y estaba lloviznando, ya no venía nadie al local, entonces, mi señora y yo decidimos cerrar, así ella terminaría el estofado que estaba haciendo. Lo que pasa es que con el almacén, siempre los domingos comemos tarde. Yo me fui al comedor y me senté al lado del ventanal que llega hasta el suelo, me puse a sacar cuentas para ver cómo hacía para pagar la cuota del banco; de repente, los vi junto al ventanal, dos niños de 8 y 7 años aproximadamente, con abrigos gastados y rotos.
- ¿No tiene algunos diarios viejos para vender?

Yo estaba tan ocupado, y llevaba rato rezongando con los números, que les iba a decir que no y además porque no tengo, pero los miré más detenidamente.
Calzaban unas sandalias con calcetines, mojadas y enlodadas.
- Pasen, les voy a preparar una taza de chocolate caliente.

No hubo ninguna conversación. Las zapatillas mojadas dejaron las marcas en la pequeña alfombra que está a la entrada del ventanal. Mi señora y yo les preparamos un chocolatito caliente con pan dulce; luego yo volví al comedor, y ella a arreglar las camas.

Pasaron unos veinte minutos; me llamó la atención el silencio que había en la cocina. Me asomé despacio, la niña tenía la taza vacía en la mano y la estaba observando, y el niño preguntó con voz tímida:

- ¿Usted es rico, señor? ¿Qué si soy rico? ¡No, por favor! - exclamé, mientras echaba un vistazo a la puerta del fondo, que le faltan los pestillos, a los muebles que le faltan
algunas manijas, al piso, que es de linóleo, y recordé que la pileta del baño estaba partida
.
- Pero sus tazas hacen juego con los platos - dijo el niño; su voz sonaba a un hambre que ya no estaba en el estómago. Luego se fueron, apretando unas revistas contra el cuerpo para protegerse del viento. No nos dieron las gracias, no hacía falta, nos habían dado mucho más que eso, sencillas tazas azules pero con platos que hacían juego.

Mientras mi esposa fue al comedor, yo probé las papas y revolví el estofado; un rico platillo con papas, un techo que me protege, una frazada para taparme, un abrigo para cubrirme, un trabajo seguro, todas esas cosas también hacían juego.
Fui al comedor, y cuando mi esposa iba a limpiar la alfombra donde estaban las huellas de lodo de esas pequeñas sandalias le dije:

- No; déjala así, no la limpies. ¿Por qué? - preguntó. Porque quiero verlas.
- ¿Para qué? Por si algún día me olvido de lo rico que soy.