Wednesday April 24,2024
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GUARDIAS

¿Alguna vez has sentido una fuerte necesidad de orar por alguien, pero has decidido ponerlo en tu lista de "cosas por hacer" y te has dicho: "Oraré por él más tarde"? ¿O te ha llamado alguien alguna vez, y te ha dicho "Necesito que ores por mí, tengo esta necesidad"?

Lee la siguiente historia, que podría cambiar tu forma de pensar con respecto a las oraciones y la forma de orar. Estoy seguro que recibirás muchas bendiciones con esto...
Un misionero en vacaciones, contó la siguiente historia cuando visitaba su Iglesia local en Michigan, EUA:

- Mientras servía como misionero en un pequeño hospital en el área rural de África, cada dos semanas viajaba a la ciudad en bicicleta, para comprar provisiones y medicamentos. El viaje era de dos días, y debía de atravesar la jungla. Debido a lo largo del viaje, tenía que acampar en el punto medio, pasar la noche y reanudar mi viaje temprano al siguiente día.
En uno de estos viajes llegué a la ciudad, donde planeaba retirar dinero del banco, comprar las medicinas y los víveres, y seguir con mi viaje de dos días de regreso al hospital. Cuando llegué a la ciudad, observé a dos hombres peleándose, uno de los cuales estaba bastante herido. Le curé sus heridas, y al mismo tiempo, le hablé de Nuestro Señor Jesucristo. Después de esto, seguí mi viaje de regreso al hospital. Esa noche acampé en el punto medio, y a la mañana siguiente reanudé mi viaje, y llegué al hospital sin ningún incidente.

Dos semanas más tarde repetí mi viaje. Cuando llegué a la ciudad, se me acercó el hombre al cual yo había atendido en mi viaje anterior, y me dijo que la vez pasada, cuando lo curaba, él se dio cuenta que yo traía dinero y medicinas. El agregó:

- Unos amigos y yo te seguimos mientras te adentrabas en la jungla, pues sabíamos que tenías que acampar. Planeábamos matarte y tomar tu dinero y medicinas. Pero en el momento que nos acercamos a tu campamento, pudimos ver que estabas protegido por 26 guardias bien armados.

Ante esto, no pude más que reír a carcajadas, y le aseguré que yo siempre viajaba solo. El hombre insistió, y agregó:

No, señor, yo no fui la única persona que vio a los guardias armados; todos mis amigos también los vieron, y no sólo eso, sino que entre todos los contamos.
En ese momento, uno de los hombres en la Iglesia se puso de pie, interrumpió al misionero y le pidió que por favor le dijera la fecha exacta cuando sucedió ese hecho. El misionero les dijo la fecha, y el mismo hombre le contó la siguiente historia.

- En la noche de tu incidente en África, era de mañana en esta parte del mundo, y yo me
encontraba con unos amigos, preparándome para jugar golf.

Estábamos a punto de comenzar, cuando sentí una gran necesidad de orar por ti; de hecho, el llamado que el Señor hacía era tan fuerte, que les llamé a algunas personas de nuestra Iglesia para que se reunieran conmigo en este templo lo más pronto posible.
Entonces, dirigiéndose a los presentes, les dijo: - Todos los hombres que vinieron en esa ocasión a orar, podrían por favor ponerse de pie.

Todos los hombres que habían acudido a orar por él se pusieron de pie; el misionero no estaba tan preocupado por saber quiénes eran ellos, más bien se dedicó a contarlos a todos... en total eran 26 hombres.

Esta historia es un ejemplo vivo de cómo el Espíritu del Señor se manifiesta en formas tan misteriosas. Si en alguna ocasión sientes esa necesidad de orar por alguien, deja lo que estés haciendo, y hazlo. Nada ni nadie será lastimado por una oración, excepto por los portales del infierno.

Si tomamos este ejemplo con el corazón, podemos voltear este mundo hacia Jesucristo de nueva cuenta.
Jesús te ama. Sigue orando... AUNQUE NO SEPAS POR QUIÉN.

“Pues bien, yo /es digo: Pidan y se les dará, busquen y hallarán, llamen a ¡a puerta y ¡es abrirán. Porque todo el que pide recibe, el que busca halla, y al que llame a la puerta se le abrirá.” (Le. 11,9-10)