Friday March 29,2024
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EL REGALO DE CUMPLEAÑOS

Se acercaba mi cumpleaños, y quería ese año pedir un deseo especial al apagar las velas de mi pastel. Caminando por el parque, me senté al lado de un mendigo que estaba en uno de los bancos, el más retirado, viendo dos palomas revolotear cerca del estanque, y me pareció curioso ver al hombre de aspecto abandonado, mirar a las avecillas, con una sonrisa en la cara, que parecía eterna. Me acerqué a él con la intención de preguntarle por qué estaba tan feliz.

Quise también sentirme afortunado al conversar con él, para sentirme más orgulloso de mis bienes, porque yo era un hombre al que no le faltaba nada; tenía mi trabajo, que me producía mucho dinero, (claro, cómo no iba a producírmelo trabajando tanto); tenía mis hijos a los cuales, gracias a mi esfuerzo, tampoco les faltaba nada, y tenían los juguetes que quisieran.

En fin, gracias a mis interminables horas de trabajo, no le faltaba nada ni a mi esposa ni a mi familia completa. Me acerqué entonces al hombre, y le pregunté:

- Caballero, ¿qué pediría usted como deseo en su cumpleaños?
Pensé que el hombre me contestaría que dinero, y así de paso, le daría unos billetes que tenía y hacer la obra de caridad del año.

No sabe usted mi asombro, cuando el hombre me contesta lo siguiente, con la misma sonrisa en su rostro, que no se le había borrado y nunca se le borrará.

- Amigo, si pidiera algo más de lo que tengo sería muy egoísta, yo ya he tenido de todo lo que necesita un hombre en la vida y más.

Vivía con mis padres y mi hermano, antes de perderlos una tarde de junio. Hace mucho, conocí el amor de mi padre y mi madre, que se desvivían por darme todo el amor que les era posible, dentro de nuestras limitaciones económicas; al perderlos sufrí muchísimo, pero entendí que hay otros que nunca conocieron ese amor que yo viví, y me sentí mejor.

Cuando joven, conocí una niña de la cual me enamoré perdidamente. Un día, la besé y estalló en mí el amor hacia aquella joven tan bella que después se marchó. Mi corazón sufría mucho, pero recordé ese momento, y pensé que hay personas que nunca han conocido el amor, y me sentí mejor. Un día, en este parque, un niño correteando cayó al piso y comenzó a llorar; yo fui y lo ayudé a levantarse, le sequé las lágrimas con mis manos y jugué con él por unos instantes, y aunque no era mi hijo, me sentí padre, y me fui feliz porque pensé que muchos no han conocido ese sentimiento. Cuando siento frío y hambre en el invierno, recuerdo la comida de mi madre y el calor de nuestra pequeña casita y me siento mejor, porque hay otros que nunca lo han sentido y tal vez no lo sientan nunca.

Cuando consigo dos piezas de pan, comparto una con otro mendigo del camino y siento el placer que da compartir con quien lo necesita, y recuerdo que hay unos que jamás sentirán esto. Por eso, mi querido amigo, qué más puedo pedir a Dios o a la vida, cuando lo he tenido todo, y lo más importante es que estoy consciente de ello; puedo ver la vida en su más simple expresión, como esas dos palomitas jugando, ¿qué necesitan ellas?, ¡lo mismo que yo, nada! Estamos agradecidos al cielo de esto, y sé que usted pronto lo estará también.

Luego de haberme dado esa respuesta, miré hacia el suelo un segundo, como perdido en la grandeza de las palabras de aquel sabio que me había abierto los ojos en su sencillez, y cuando miré a mi lado ya no estaba, sólo las palomitas allí, en su mundo, revoloteando. En ese momento sentí un arrepentimiento enorme de la forma en que había vivido sin haber conocido la vida; jamás pensé que aquel mendigo, tal ve/ un ángel enviado por el Señor, me daría el regalo más precioso que se le puede dar a un ser humano: LA HUMILDAD.