Thursday March 28,2024
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CRISTO NUNCA DORMIRÁ EN EL SUELO

Acabábamos de llegar a San Miguel, de misiones.
Calles y personas nos hablaban de pobreza.
Casas construidas con hojalata se veían por doquier.
Niños sucios y de suéter roto, remendado en exceso, de caras mal lavadas, nos acompañaron todo el camino.
Pero anchas sonrisas iluminaban esas caras.
Bromas y chistes acompañaban sus juegos, a la vez que un gran respeto por las misioneras.
Sus papas no eran menos.
Nos acogieron con toda alegría, con la mayor solemnidad que fueron capaces.
Nos llevaron a conocer el lugar: la escuela, la parroquia, sus casas...
Sorprendía ver con cuánta pobreza vivían.
Un cuarto era todo su hogar: cocina, dormitorio, sala, todo en uno.
Jergones en el suelo hablaban del lugar donde descansaban del trabajo del día.
Unos pocos trastes eran toda su riqueza.
Y la imagen de la Virgen de Guadalupe, por supuesto, con unas flores y entre cortinas.
Dios nos había traído al palacio de la pobreza, y
estábamos dispuestas a compartirla con Él.
Los señores nos llevaron a conocer nuestra casa, la que nos alojaría esa semana.
Un poco más grande que las demás, nos estaba esperando.
Al entrar, una visión sorprende nuestras mentes: en el suelo, en lugar de jergones, había camas.
Las únicas camas de todo el pueblo, encerradas todas en esa casa.
Nosotras tenemos sacos de dormir, en los que pensábamos pasar la noche.
Como por un resorte, nos acercamos a los señores que tan bien nos habían tratado, para decirles:
- ¿Pero, cómo nos han dejado sus camas? Llévenselas. Nosotras tenemos sacos,
podemos dormir perfectamente en ellos.
- No, señorita, estas camas son para las misioneras. Pero, si podemos dormir
perfectamente en nuestros sacos...
Al final, un señor bigotudo, mucho más decidido, nos dio la explicación.
- Señorita, no depende de si tienen sacos o no. Lo que importa es que ahora ustedes representan a Jesús.
Y si viniera Jesús, nunca permitiríamos que durmiera en el suelo. Dormimos en sus camas esa semana.
Nos dieron lo mejor que tenían, como si se lo dieran a Dios. Su fe nos dejó aún más que
esas mismas camas.
Pero, estoy segura de que también Dios se los recompensó, como dice en el Evangelio:
"En verdad les digo que, cuando lo hicieron con alguno de los más pequeños de estos mis hermanos, me lo hicieron a mí". (Mateo 25,40)