Friday March 29,2024
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INDICE REFLEXIONES

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LA NIÑA CIEGA

Qué ciego es el mundo, madre, que ciegos los hombres son, piensan, madre, que no existe más luz que la luz del sol.

Madre, al cruzar los paseos cuando por las calles voy, oigo que hombres y mujeres de mí tienen compasión.

Que juntándose uno a otro hablan bajando la voz, y que dicen: - ¡Pobre ciega!,

que no ve la luz del sol.

Más, yo no soy ciega, madre; no soy ciega, madre, no; hay en mí  UNA LUZ DIVINA que brilla en mi corazón.

El SOL que a mí me ilumina es de eterno resplandor; mis ojos, madre, son ciegos..., pero mi espíritu no.

Cristo es mi luz, es el día, cuyo brillante carmín no se apaga de la noche en el sombrío crespón.

Tal vez por eso no hiere el mundo mi corazón, cuando dicen: - ¡Pobre ciega!, que no ve la luz del sol.

Hay muchos que ven el cielo y el transparente color de las nubes, de los mares la perpetua agitación.

Más cuyos ojos no alcanzan a descubrir al SEÑOR, que tiene a leyes eternas, sujeta su gran Creación.

No veo lo que ellos ven, ni ellos lo que veo yo; ellos ven la luz del mundo yo veo... LA LUZ DE DIOS.

Y siempre que ellos murmuran: ¡Pobre ciega!, - digo yo: ¡Pobres ciegos!, ¡que no ven
más luz..., que la luz del sol!..