Thursday April 25,2024
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DE VERDAD TE LO DIGO

De verdad te lo digo:  Me voy, padre, de tu casa... Lo digo así, ¡de tu casa!, porque no la siento mía.

Porque, aunque aquí he vivido desde el día que nací, cuando empecé a comprender, entendí que con nacer no basta para ser hijo.  Por eso me voy, y ¡gracias!, lo digo sinceramente.

Nada me faltó a tu lado: ni la casa, ni la escuela, ni el doctor, ni el juguete favorito, ni la ropa que hoy me viste, ni el coche que ayer usé.

Porque quiero -siempre quise-algo más que no me diste, y tu abultada cartera, fuente siempre surtidora de remedios materiales, nunca contuvo billetes para comprar un minuto de tu atención necesaria, de un tiempo fundamental para ocuparte de mí.

Pensarás que fui un buen hijo, porque nunca te enterabas:

¿Sabes que troné en la escuela? ¿Qué terminé con mi novia?  ¿Qué corrí una borrachera en antros de mala nota? ¿Qué me hacía la pinta en el colegio?

¿Qué probé la marihuana? ¿Qué robaba a mamá?  No, no lo sabes, ¡no hubo tiempo de pensar en cosas triviales!

Total, los adolescentes somos traviesos y flojos, ¡Pero al hacernos hombres, enderezamos los pasos!, pues no, padre, ¡no era el caso!

Y toda mi delincuencia era un grito de llamada al que jamás contestaste, ¡que quizá nunca oíste.!

Por eso, si hoy me preguntas en qué punto me fallaste, sólo podría responderte: Padre... ¡me fallaste! ¿Que, qué voy a hacer?... ¡Quién sabe! ¿A dónde iré?... ¡Qué importa!

¿Dónde encontraré el dinero para pagar esta vida a la que me has acostumbrado?...

No puedes creer que viva sin aire acondicionado, sin dinero para la disco, sin las chicas, sin las fiestas; sin un padre involucrado en la industria y alta empresa, que es importante en la política, que ha viajado al extranjero, y frecuenta altas esferas.

¿Qué no he de vivir sin ésto?

¿Qué así mi vida esta hecha? ¿Y quién dijo que era vida la estancia en estos salones, por los que sales y entras?  Pero nunca puedo verte ni decirte:  Padre, ¿hoy sí te quedas?

Nunca he vivido en tu casa. Nunca ha sido vida ésta..

Ahora es que voy a vivir, fuera de aquí, lejos de ti, sin la esperanza de que vengas a mí, y nunca llegues.  Me voy, padre...

Tus negocios, en inversiones de amor, se han ido a la bancarrota, y declaras tu quiebra en el comercio de mi amor.

Pagaste caro, y hoy pierdes casi toda la inversión. Pero si sacas a la venta los pocos bienes que te quedan para salvar el negocio... ¡Me propongo como socio!

Y atiende bien a mi oferta, que no habrá mejor postor:

Yo te compro para padre, el tiempo que no tuviste para dárselo a tu hijo.

Te compro, para gozarlo, todo ese cariño inútil que nunca supiste usar.

Pagaré bien por tu risa, tu palabra, tu preocupación, tu celo y tu caricia.

Te los compro, escucha el precio, que aunque no sé de finanzas, podré ser buen comprador.

Y si te vendes para padre,  ¡YO TE PAGO CON EL CORAZÓN!

Rogelio Gutiérrez Díaz