A MI PADRE
De niño, tan seguro me sentía de tu mano, que el tan solo perderme por segundos, me hacía sentir como un velero en tormenta.
Más el tiempo fue pasando, y mi cuerpo fue creciendo; terminé siendo un adolescente, el cual odiaba tener que tomarte de la mano, por miedo de lo que otras personas pensaran, o que me llamaran niño; más mi intelecto mucho lo sabía, un gran sabio me creía, que tus consejos menospreciaba pensando que tú nada sabías.
Pasé la etapa de adolescente a adulto; mis ocupaciones y mi trabajo de tu lado me despegaron. Tiempo alguno no tuve para disfrutar de tu compañía, como aquellos viejos días que entre cuentos y pescados veíamos transcurrir el día.
Ahora soy padre y mucho comprendo lo que tu sentías; el tratar de ser mi amigo eso es lo que tu pedías. En mi ignorancia e inexperiencia pude haber aprovechado mucho más de tu sabiduría, y estoy cien por ciento seguro de que en estos aprietos que estoy ahora, no lo estaría, y a la vida le sonreiría.
Gracias por tus enseñanzas, padre, que trataré de pasárselas a mis hijos algún día.
Sólo deseo que tus consejos y tu compañía, padre, sean como la luz de ese faro, hasta el fin de mis días...
Recuerda esto: El Amor no es un sentimiento... es una actitud