LA MUJER
No está bien que un hijo aparte a su madre para ocupar el primer sitio. Quien no honra siempre a su madre, el ser más sagrado después de Dios, no es digno del nombre de hijo.
Escuchad, pues, lo que voy a deciros: honrad a la mujer, pues es la madre del mundo, y toda la verdad de la creación divina descansa en ella.
Ella es la base de todo cuanto existe de Bueno y Hermoso, como también el germen de la Vida y la Muerte. Toda la existencia del hombre depende de ella, pues es su apoyo espiritual y natural en sus trabajos.
Ella os trae al mundo en medio de dolores; con el sudor de su frente vigila vuestro crecimiento, y hasta el momento de su muerte le causáis las más vividas inquietudes. Bendecidla y honradla, pues es vuestra única amiga y vuestro sostén en la tierra. Respetadla y defendedla; si obráis así, os ganaréis su amor y su corazón, y os haréis gratos a Dios, y por eso se os perdonarán muchos pecados.
Amad del mismo modo a vuestras mujeres y honradlas; pues mañana serán madres y después abuelas de todo un pueblo.
Sed condescendientes con la mujer; su amor ennoblece al hombre, suaviza su endurecido corazón, amansa a la fiera salvaje y hace de ella un dulce cordero.
La mujer y la madre -un tesoro incalculable que os ha dado Dios-, son las más hermosas galas de la Creación, y de ellas nacerá todo cuanto habitará en el mundo.
Al igual que el Dios de los ejércitos, al principio de los tiempos separó la luz de las tinieblas y la tierra firme de las aguas, la mujer posee el don divino de separar en el hombre las buenas intenciones de los malos pensamientos.
Y por eso os digo que vuestros mejores pensamientos hacia Dios deben pertenecer a la mujer y a las esposas, porque la mujer es para vosotros el templo divino donde conseguiréis más fácilmente la felicidad completa.
Cread en ese templo vuestra fuerza moral; allí olvidaréis vuestros pesares y vuestros fracasos, y allí recuperaréis las fuerzas perdidas que os serán necesarias para ayudar a vuestro prójimo. No la sometáis a ninguna humillación, pues precisamente con ello os humillaríais a vosotros mismos y perderíais el sentimiento del amor, sin el cual nada perdura.
Proteged a la mujer para que ella os proteja a vosotros y a toda vuestra familia. Todo lo que vosotros hagáis por vuestra madre, vuestra esposa, por una viuda o por otra mujer que lo necesite, lo habréis hecho por vuestro Dios.